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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Mar
2007

La sábana de Turín

7 comentarios
Todos los años, por estas fechas, aparecen reportajes sobre la sábana guardada en la catedral de Turín, dando por hecho que se trata del sudario en que Jesús fue sepultado. Posiblemente se trata de un lienzo del siglo primero en el que fue envuelto un crucificado con características parecidas a las que los evangelios cuentan de Jesús de Nazaret. Pero de ahí no se deduce nada sobre Jesús, como tampoco se deduce que estuviera casado y tuviera hijos a partir de unas tumbas del siglo I, descubiertas en el barrio de Talpiot (en Jerusalén), en las que están grabados nombres como los de Jesús, María, José, Mateo, y de las que la prensa se hizo eco hace unas semanas. En ningún caso puede fundamentarse en el lienzo de Turín la fe en Jesucristo muerto y resucitado. Con una prueba científica y objetiva de la verdad del mensaje cristiano, la fe quedaría excluida. Sin embargo, después de escuchar alguna voz que me parece seria, tiendo a la cautela en lo referente a la autenticidad histórica de la sábana. La discusión sobre su antigüedad y características hay que dejársela a los científicos. El teólogo tiene que respetar a los especialistas de otros campos.

¿Aporta algo el sudario de Turín a la fe en Jesucristo? Es un recordatorio dramático del sufrimiento y de la muerte de Jesús. El sudario nos pinta una víctima de la brutalidad humana. Nos retrata a alguien llevado violentamente a la muerte que, supiéralo o no, sufrió de forma parecida al hombre que vino de Nazaret “para dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10,45). Si en los que contemplan el sudario de Turín se reactiva el misterio de la pasión, entonces no queda más remedio que reconocer que, de hecho, la gente llega a creer de forma a veces distinta a cómo pensamos otros que deberían llegar a la fe. Si la visita a la catedral de Turín o el estudio del lienzo ha llevado a algunos a la fe, bienvenida sea la visita y el estudio, aunque el teólogo se sienta obligado a dejar muy clara la diferencia entre la fe en el Señor Jesús y los posibles desencadenantes de la fe.
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Sor Lucía O.P
29 de marzo de 2007 a las 02:38

La fe en Jesús, en su misterio Pascual, se manifiesta en plenitud en estos días que vamos a vivir. Dios tiene sus caminos para llevarnos a Él y para conducirnos a la Verdad. Mientras caminamos a tientas en el claroscuro de la fe, es un estímulo hacer memoria de la Pascua al calor y al abrigo de la Comunidad reunida en su nombre. Ahí es donde se manifiesta en plenitud el amor de nuestro Dios que nos hace hermanos. Gracias Martín, y que se reactive en nuestros corazones el misterio de la Pascua que es capaz de transformarnos y hacernos discípulos suyos.

lola
29 de marzo de 2007 a las 12:58

La verdad es que es escalofriante de lo que podemos ser capaces los hombres. Y como nos dejamos influenciar tan facilmente, ¿Por que?...no consigo entenderlo.

Anónimo
30 de marzo de 2007 a las 14:23

Recuerdo haber mostrado en diversas ocasiones a mis alumnos de Religión la fotofrafía del rostro que aparece en la sábana de Turín. Sin entrar en discusiones acerca de su autenticidad, han quedado impresionados por la majestad que se desprende de ese rostro.
Y recuerdo el comentario de uno de ellos, de quince años: "Padre, así podría ser la cara de Jesús".
Javier

Anónimo
31 de marzo de 2007 a las 23:09

Quiero agradecerte Martín el esfuerzo ilustrado, sensible y lúcido que realizas en este blog semanal. Siempre te leo con interés y hoy, además, me animaré a escribir. La sábana santa, para cualquier persona que se haya acercado a estudiarla sin ligereza, se erige como una conmovedora interpelación. En efecto, estamos ante un lienzo fúnebre que constituye el reportaje gráfico minucioso de la tortura y muerte de un crucificado. No obstante, se trata de un crucificado muy especial, pues, nos hallamos ante un ajusticiado en tiempos del emperador Tiberio, del procurador Poncio Pilato (el leptón o moneda en el ojo del cadáver así lo revela) y que reproduce con precisión extraordinaria la Pasión descrita en los evangelios ( hematidrosis o sudor de sangre, golpe en el pómulo, malos tratos, flagelación, coronación de espinas, traslado de un objeto pesado y duro sobre la espalda, crucifixión y muerte a las 2-3 horas). La palinología, la medicina forense, la historia, el arte, la numismática, la técnica textil, la fotografía...convergen en presentarnos la que con enorme probabilidad (el cálculo produce vértigo) es el lienzo que cubrió el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, el atractivo de esta tela de 4 metros de largo no sólo es lo que nos ofrece, sino cómo lo hace. (I) Leopoldo

Anónimo
31 de marzo de 2007 a las 23:11

La imagen de la sábana, absolutamente pormenorizada, está producida por una degradación superficial y súbita de las fibras de lino que nos ha proporcionado un "negativo fotográfico" con información tridimensional. En ella, además se constata su estabilidad térmica y química, la ausencia de cualquier tipo de pigmentación y la no direccionalidad, lo que excluye cualquier técnica conocida y nos conduce a una “especie de radiación infinitesimal” en el tiempo, emanada del cuerpo, probablemente en suspensión, que cubría. Imagen asombrosa ante la que sigue enmudeciendo la ciencia. “Fenómeno” que no demuestra, pero que apunta como vector majestuoso al “noúmeno”, al misterio, en curiosa inversión del criticismo kantiano.
Evidentemente, sería erróneo suponer que el lienzo de Turín nos permite demostrar el hecho de la resurrección, pues la misma escapa al objeto propio de la ciencia empírico-positiva. Al respecto, éste o intentos como el del divulgador científico vienés, Thomas Vasek, quien apoyado en el teorema matemático de Bayes establece la probabilidad de la existencia de Dios en un esperanzador 62%, son tan bien intencionados como ilícitos. (II) Leopoldo

Anónimo
31 de marzo de 2007 a las 23:12

Admitido esto, no desdeñamos, sin embargo, el trabajo de las ciencias que, al menos en el caso que nos ocupa, plantean la significatividad abierta de nuestro objeto. La teología debe ser instancia crítica, pero también abandonar los prejuicios racionalistas postilustrados y admitir la posibilidad de que Dios pueda romper en ocasiones singulares las leyes del cosmos por Él creado. ¡Dejemos a Dios ser Dios!
De cualquier forma, como en casi todos los “milagros”, la fe antecede a los mismos y, en este sentido, no creemos en la resurrección de Cristo por la sábana santa, sino que, porque creemos en la resurrección, nos interesamos por la sábana. Los fieles cristianos han confesado durante casi 20 siglos este artículo del credo y no sabían nada de la síndone, como nosotros seguiríamos haciéndolo por falsa que ésta resultara. Y es que la fe es un exquisito y delicado juego de libertades, un riesgo apasionante y razonable en el que no valen las imposiciones. De esto último nada sabe Dios, amante siempre educado.
(III) Leopoldo.

Anónimo
31 de marzo de 2007 a las 23:13

Quisiera terminar afirmando que, como puede suponerse, lo importante no es la sábana, sino la persona a la que ella puede remitirrnos. Aquél que mostró que la soberanía de Dios, puede llegar a plenitud en lo alto de un madero, pues en la cruz llegan a su paroxismo el perdón, la obediencia y la confianza filial, la entrega generosa por los pecadores, en definitiva los valores del Reino. En ella, paradójicamente, Dios es Rey y, por ende, ésta tiene un reverso inesperado y sobreabundante, un Futuro Absoluto, que incluye la totalidad de lo humano, también el de nuestra carne. (IV) Leopoldo.

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