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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

8
May
2011

La persona, hipostática y extática

9 comentarios

Somos seres eminentemente relacionales. Hemos sido creados como personas de comunión, ya que hemos sido creados a imagen de un Dios que es Comunión, relación de personas. La relación forma parte de nuestra naturaleza. Por eso afirmo que la persona humana es a la vez hipostática y extática. Hipostática porque cada persona es única, irrepetible y libre. Y extática porque nuestro ser persona no viene determinado por los límites de nuestro ser, sino por nuestra apertura, por el salir fuera de nosotros, por estar orientados hacia los demás. Esta dimensión extática no disminuye nuestra individualidad, sino que la capacita para existir. La comunión no amenaza nuestra particularidad personal; es constitutiva de ella.

La persona en singular no existe. Sólo existe en relación. Esto se deduce de las palabras que están en el origen del concepto de persona: la palabra griega prosopon significa literalmente “mirada hacia”; el prefijo pros (=dirigido hacia) implica la relación como elemento constitutivo. Lo mismo ocurre con la palabra latina persona: resonar a través de; también el prefijo per (=a través de, hacia) expresa la relación. En el concepto de persona está implicada la superación del singular. Las definiciones clásicas de la persona, a partir de la de Boecio, aceptada por Santo Tomás (“persona es la substancia individual de naturaleza racional”) insisten en la individualidad del ser racional, en su irrepetibilidad e incomunicabilidad, en su relativa “independencia”, en su ser distinto.

Resulta llamativa la ausencia de la dimensión relacional en estas definiciones, cuando las personas de la Trinidad vienen determinadas precisamente a partir de la relación. Por ello es importante insistir, como hace el pensamiento actual, en estas dos dimensiones como constitutivas de la persona, a saber: la individualidad y la apertura, la autoposesión y la comunicabilidad. Las dos son igualmente fundamentales y primarias. El yo y el tú se implican mutuamente. Y, en último término, no podemos olvidar que el hombre es un tú para Dios y que en la comunión con Dios y con los hermanos llega a plenitud nuestro ser personal, ser que es irrepetible y relacional a la vez.

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Andrés
9 de mayo de 2011 a las 03:39

Martín, tu comentario de hoy me ha recordado a algo que llevo un tiempo meditando.

Estoy algo desasosegado, porque cuanto más estudio Misterio de Dios (el tratado de Uno y Trino)más me cuesta entender la Encarnación.

Verá, me han preguntado que cómo es posible que el Hijo, el cual es Dios y por esencia infinito, haya podido concretarse, limitarse. ¿Puede el Infinito limitarse? ¿no es esto un absurdo filosófico? Quizás no sea esta la perspectiva para abordar este asunto, no lo sé.

A esto no sé qué responder y, con toda seguridad, es porque no entiendo muy bien el concepto de Encarnación y la unión hipostática.

No pretendo conocer los detalles (¡sería un absurdo!) sino, simplemente, si es posible que Dios pueda asumir la naturaleza humana, si el Creador puede ser al mismo tiempo criatura, si no hay un abismo infinito entre divinidad y humanidad, ya que decimos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre.

Le rogaría, si tiene a bien, que en primer lugar disculpe mi atrevimiento (dirigirme a usted con esta duda) y, en segundo lugar, si podría ayudarme a resolverla porque, sinceramente, me tiene preocupado y siento que yo sólo no puedo clarificarme.

Le doy las gracias de antemano. No sabe el gran bien que nos hace a más de uno.

Gracias.

Martín Gelabert
9 de mayo de 2011 a las 11:05

¿Cómo puede el infinito limitarse?, ¿cómo puede Dios abreviarse? Le copio un texto judío, que pretende explicar cómo el Infinito, al que nada ni nadie puede contener, puede hacerse presente entre las dos barras del arca de Moiés: "Un samaritano dijo al Rabino Meir: ¿Cómo es posible que Aquel del que está escrito: ¿los cielos y la tierra no los lleno yo?, haya hablado a Moisés entre las dos barras del araca?- Traeme un gran espejo, le dijo. Lo trajo - Mira tu retrato. Era grande- Traeme ahora un espejo pequeño. Lo trajo.- Mira tu retrato. Era pequeño. Entonces R. Meir respondió: si tú, que eres carne y sangre, puedes cambiarte como quieres, con cuanta más razón podrá Aquel que por su Palabra ha creado el mundo. Así, cuando El lo desea, llena el cielo y la tierra y, cuando lo desea, habla a Moisés entre las dos barras del arca".

Juanjo
9 de mayo de 2011 a las 11:20

La clave creo que está en reconocer nuestra identidad como imagen de Dios. El hombre religioso se da cuenta de esto de forma intuitiva y lo manifiesta; “ a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó” o “lo hiciste poco inferior a un dios”
Por tanto conociendo “algo de Dios” sabremos algo de como es el hombre.
Según el DRAE la segunda acepción de hipostático; Usado comúnmente referido a la unión de la naturaleza humana con el Verbo divino en una sola persona.
Y extático, Que está en éxtasis, o lo tiene con frecuencia o habitualmente.
Siendo la definición de éxtasis. 1. . Estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría, etc.
2. . Estado del alma caracterizado por cierta unión mística con Dios mediante la contemplación y el amor, y por la suspensión del ejercicio de los sentidos.

Creo que entender “algo” del misterio de la Trinidad es clarificador para comprender al hombre como ser en relación. Comprendo que dentro de mí hay como una huella, como una marca que me hace “ser como es Dios” de forma que estoy como “pre-programado” (pero a la vez Libre,) para hacer lo que Dios quiere que haga que es amar.
Quizá desde esa base queda claro que la alteridad es factor constitutivo de la identidad. El otro no es el enemigo, el intruso, el que me aliena., el otro es justamente el que, por su misma alteridad, me interpela y así me obliga a salir de mí mismo.
Estoy fundamentalmente de acuerdo con ADOLPHE GESCHÉ; “Nada se construye solo ni se comprende solo. Se nos ha de arrancar de la soledad. No sólo para saber que somos, sino lo que somos. Y para poder construir, a partir de ahí, una auténtica autonomía, lo cual se hace siempre en diálogo.”

Andrés
9 de mayo de 2011 a las 15:37


Martín, muchísimas gracias por el texto que has traído. Me ha clarificado mucho las cosas.

Ya sólo me queda una última cosa (y ya no molesto más, que me da apuro). Dios y hombre no se oponen, ¿no? Ser lo uno no implica imposibilidad para ser lo otro, ¿no es así? Pues decimos que Cristo es, al mismo tiempo, verdadero Dios y verdadero Hombre (Aunque sólo el Hijo, porque decimos que el Padre y el Espíritu no se encarnan)

Ya tengo clara la posibilidad de "limitación" del infinito con el texto que has puesto. Ya sólo me queda esta duda. ¿Se puede ser Dios y hombre al mismo tiempo? ¿La Persona del Hijo puede tener naturaleza divina y humana al mismo tiempo sin que una se oponga radicalmente a la otra?

Muchas gracias Martín, de verdad que ya no molesto más. ¡Es que no todos los días tiene uno la posibilidad de consultar a un teólogo de su talla!

Gracias.

Martín Gelabert
9 de mayo de 2011 a las 17:09

El ser humano fue creado a "imagen" de Dios. Por eso, como dice el libro de los Salmos, es "casi como un Dios". En la imagen está la posibilidad de que Dios pueda hacerse hombre. Precisamente el misterio de la Encarnación manifiesta dos cosas relacionadas: que el ser humano tiene capacidad para acoger a Dios, precisamente porque ha sido hecho a su imagen; y que, dada esta capacidad humana, Dios puede hacerse hombre. Porque el hombre es un "dios en pequeño", un "dios a la medida humana". Y está llamado a divinizarse. Y Dios es humano, cuando viene a nuestra casa viene a "su casa". "Vino a lo suyo", dice el cuarto evangelio. A lo suyo, y no a lo nuestro, porque lo nuestro es lo más propiamente suyo. Dios y el hombre, lejos de oponerse se remiten el uno al otro porque son muy parecidos.

Andrés
9 de mayo de 2011 a las 17:23

¡Muchas gracias Martín!

Miaumiau
10 de mayo de 2011 a las 12:25

....transcribo un párrafo, que creo añade algo a la reflexión general del foro.. dice así copio...Dios se sirve de conceptos naturales,es decir, se adapta al hombre para que éste le entienda-para dar a conocer una realidad que trasciende lo natural.
La revelación, la Palabra sobrenatural, implica que Dios nos manifiesta y hace accesible su intimidad, su vida ad intra, su amor trinitario. Por eso, cuando Dios p.ej. se llama "Padre" no sólo nos informa sobre algo que existe, sino que más bien
produce lo significado por la palabra "padre". Es creada una relación entre Dios y el hombre semejante en algo a la que existe entre el padre terreno y su hijo. De
esta forma, la analogia fidei tiene carácter existencial e histórico-salvifico...
Hay una autocomunicación divina que hace experimentar una realidad que supera el lenguaje humano...que Dios es amor sólo se sabe amando, pero el amor es ya un don de Dios 1Jn 4, 7-10..es El quien se abaja hasta el hombre y es El quien hace
al hombre semejante a Si por la autocomunicación de su propia intimidad.
(Misterio Trinitario)s. Fuster "
el misterio es muy profundo y la unión hipostática constituye el eje central
del Misterio Fe...lo ilimitado se hace pequeño.. y habitó entre nosotros..

Desiderio
10 de mayo de 2011 a las 21:16

Yo creo que un concepto fundamental para una antropología teológica, o para cualquier antropología, es el de alteridad. La alteridad nos capacita a poder vivir en relación con aquello que no somos nosotros, atendiendo a su realidad, a lo que cada uno y cada cosa es, y no a lo que nosotros nos gustaría que fuesen. A causa de nuestra separación del camino que Dios nos preparó, vemos de manera turbia y egoísta al otro, a la naturaleza, a Dios e incluso a nosotros mismos. Si somos capaces de vivir en la alteridad, seremos capaces de ver —a lo largo de ese proceso dinámico que acompaña ese hacernos personas— de manera cada vez más objetiva y auténtica a Dios y a toda la creación: a la naturaleza, al prójimo y a nosotros mismos. Y entiendo que será entonces cuando podamos vivir una vida de relación auténtica.

los odres ya son viejos
11 de mayo de 2011 a las 08:03

Las estructuras piramidales en las que la base -los pagarines de casi todo- financian y sostienen a las cúpulas son intrinsecamente injustas e inmorales, porque se basan en la explotación de los más en beneficio de los menos, y establecen relaciones desiguales de poder, ya se trate de poder espiritual, politico o económico. Y eso referido a estructuras eclesiales, de partidos políticos, la banca. La relación poder-dinero que impregna este tiempo neoliberal de reparto desigual de recursos y que deja en los márgenes de la sociedad, de la Iglesia a la mayoría. Pocas estructuras del pasado sirven para este tiempo nuevo, incluida la estructura eclesial. Por muchos parches y remiendos que se pongan. Los odres se han quedado viejos para este nuevo vino.

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