May
La persona, hipostática y extática
9 comentariosSomos seres eminentemente relacionales. Hemos sido creados como personas de comunión, ya que hemos sido creados a imagen de un Dios que es Comunión, relación de personas. La relación forma parte de nuestra naturaleza. Por eso afirmo que la persona humana es a la vez hipostática y extática. Hipostática porque cada persona es única, irrepetible y libre. Y extática porque nuestro ser persona no viene determinado por los límites de nuestro ser, sino por nuestra apertura, por el salir fuera de nosotros, por estar orientados hacia los demás. Esta dimensión extática no disminuye nuestra individualidad, sino que la capacita para existir. La comunión no amenaza nuestra particularidad personal; es constitutiva de ella.
La persona en singular no existe. Sólo existe en relación. Esto se deduce de las palabras que están en el origen del concepto de persona: la palabra griega prosopon significa literalmente “mirada hacia”; el prefijo pros (=dirigido hacia) implica la relación como elemento constitutivo. Lo mismo ocurre con la palabra latina persona: resonar a través de; también el prefijo per (=a través de, hacia) expresa la relación. En el concepto de persona está implicada la superación del singular. Las definiciones clásicas de la persona, a partir de la de Boecio, aceptada por Santo Tomás (“persona es la substancia individual de naturaleza racional”) insisten en la individualidad del ser racional, en su irrepetibilidad e incomunicabilidad, en su relativa “independencia”, en su ser distinto.
Resulta llamativa la ausencia de la dimensión relacional en estas definiciones, cuando las personas de la Trinidad vienen determinadas precisamente a partir de la relación. Por ello es importante insistir, como hace el pensamiento actual, en estas dos dimensiones como constitutivas de la persona, a saber: la individualidad y la apertura, la autoposesión y la comunicabilidad. Las dos son igualmente fundamentales y primarias. El yo y el tú se implican mutuamente. Y, en último término, no podemos olvidar que el hombre es un tú para Dios y que en la comunión con Dios y con los hermanos llega a plenitud nuestro ser personal, ser que es irrepetible y relacional a la vez.