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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

6
May
2012

La nueva familia de María

5 comentarios

Ya que estamos en un mes tradicionalmente dedicado a honrar a la Virgen María, puede resultar oportuno ofrecer una reflexión significativa para los creyentes de hoy, que vaya más allá de las exclamaciones y efusiones habituales, o de alabanzas superficiales. Ya el Concilio Vaticano II se refirió a María como “peregrina de la fe”, o sea, como aquella que encuentra su mejor sitio en el seguimiento de Cristo. Y por eso a ella se aplica la bienaventuranza de la fe: felices, sí, verdaderamente felices los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan, como ella lo hacía fielmente. Todo lo demás, comparado con esto, es secundario. Por este motivo Jesús corrige el elogio que una mujer quiere hacerle piropeando a su madre, como todavía hacemos nosotros al decir “viva la madre que te parió”. Jesús replica: no se trata de los pechos que me amamantaron ni del vientre que me llevó, sino de acoger la Palabra de Dios. Y ahí, en la acogida de la Palabra, todos tenemos las mismas oportunidades.

Es interesante notar que Benedicto XVI, cuando habla de María, se sitúa en esta línea. De modo que, contemplando su vida, totalmente modelada por la Palabra, también nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida. Pues todo cristiano que cree concibe, en cierto sentido, y engendra al Verbo de Dios en sí mismo. Pero como la entrada en el misterio de la fe no es algo automático, sino que requiere un cambio, una conversión, también María está llamada a convertirse, a dejar a un lado los lazos de la carne para poder así entrar en la nueva familia que el Hijo ha venido a fundar, una familia fundamentada, no en los vínculos de sangre, sino en la fe y el amor fraterno. Así se explica que María, cuando comenzó la actividad pública de Jesús, debió quedarse a un lado para que creciera la nueva familia que El había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27 s.). Tras la resurrección de Cristo ella se unió de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe.

María no es la que sabe o comprende, sino la que se fía. La fe es la cuestión fundamental tanto de la vida de María como de la de todos los seguidores de Jesús: ¿me fío o no me fío de Dios? Hasta el punto de que sólo así puede cumplirse la última bienaventuranza de Jesús: “dichosos los que creen, sin haber visto”.

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Juanjo
6 de mayo de 2012 a las 10:01

Permítaseme, por una vez, copiar un texto de Alberto Maggi que creo que expresa muy bien los excesos y deformaciones en los que se caído y en los que seguimos quizá atrapados al entender la figura de la Virgen. Todavía no se acepta que sea una mujer como cualquier ser humano, se le sigue queriendo ver como una semi-diosa, con el consiguiente peligro que entonces poco o nada me puede servir de modelo. ¡Claro! si tenía tanto privilegio...! Quizá aún nos queda bastante para tener una imagen adecuada de María; Dice Alberto Maggi; "Ya en el siglo IV, algunos Padres de la Iglesia amonestaban a los cristianos para que no se divinizase la figura de María porque ella "era el templo de Dios, y no el Dios del templo" (San Ambrosio, El Espíritu Santo, III, 78-80).
No obstante estas advertencias, los predicadores no tuvieron freno en el pasado a la hora de alabar y exaltar a la virgen. Abusando de la expresión atribuida a Bernardo de Claraval: "De María no se habla nunca demasiado", a los predicadores les faltó el pudor de callar.
La muchacha de Nazaret, que había proclamado que el Señor "derriba del trono a los poderosos" (Lc 1,52), ha llegado a ser repetidamente entronizada y coronada como reina, con coronas de retórica que le han deformado la figura. "La sierva del Señor" (Lc 1,38) ha sido llamada "Reina del cielo", atribuyendo a la virgen por excelencia el título que en la Biblia se le dio a la licensiosa Astarté (Ishtar), diosa del amor y de la fertilidad (Jr 7,18).
Los innumerables títulos y privilegios, añadidos uno a otro durante siglos, han terminado por sepultar a la madre de Jesús bajo un cúmulo de detritos piadosos que ha impedido ver lo que María era, cuando todavía no sabía que era la Virgen."

Anónimo
6 de mayo de 2012 a las 12:33

De tus palabras, Martín, podría inferirse que el misterio de María, su función en la obra salvadora de Cristo, no radica en su maternidad divina. De su maternidad divina la maternidad de la Iglesia, subrayada por el Vaticano II. A diferencia de María, nosotros no procreamos a Cristo, ni siquiera en cierto sentido que, en el mejor de los casos sería muy metafórico. Portar algo no es engendrarlo. Sólo ella es madre de la persona del Hijo; a partir de ahí se construye la mariología.

Lejos de mi la intención de enmendar la plana a nadie. Ni aconsejar. Cuanto expongo es una reflexión personal que a mí me vale. Y desde ese enfoque subjetivo, suelo leer tus posts mirando a menudo de refilón a la liturgia. A propósito de los textos de la Resurrección, la secuencia Victimae Paschali Laudes, un compendio de teología de la Resurrección, aclaraba, em aclaraba, muchos "repensamientos". Ahora, el Regina Coeli. La liturgia, que es la fe de la Iglesia proclamada, deshace, me deshace, paradojas que uno lee.

flores de mayo
6 de mayo de 2012 a las 13:39

María al pié de la Cruz: " Madre ahí tienes a tu hijo". Jesús inaugura así un nuevo orden. María hermana y Madre de todos los redimidos. Urge recuperar los origenes sencillos de María de Nazaret. Esos que la hacen una de los nuestros, humana. " Dios ha mirado la pequeñez". Hermana, madre, y esposa. Mujer encarnada.Mujer histórica. A partir del Vat II, en la Marialis Cultus, se contempla en una liturgia renovada a María partiendo de los datos bíblicos. María dentro del misterio trinitario, en la Iglesia. Ahora que retomamos la memoria del Vat II, es buen momento para hacer memoria de todo ello.

Gracias Fr. Martín. Alerta siempre a los idus, de mayo en este caso.

Valero
9 de mayo de 2022 a las 18:42

Dichosa tú que has creído y al creer y fiarse, concibe a Cristo. Ese es el espejo en el que yo me miro cada vez que miro una imagen de María o le rezo pidiendo su ayuda. Ella es refugio de las almas débiles y de los pecadores como yo, y en eso María es imagen de una iglesia que llama, incluye y acoge.

Valero
7 de mayo de 2024 a las 07:53

Siempre he pensado en María como la que me enseña el modo en como Dios quiere que me fie de él. Gracias Martín por tu reflexión

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