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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

13
Ene
2007

La autocrítica nos hace creíbles

10 comentarios
Según algunas encuestas la Iglesia goza de poca credibilidad. Quizás habría que matizar que quienes más contribuyen a esta pérdida de confianza son los eclesiásticos, o sea, los que tienen una función pública en la Iglesia. El más reciente caso conocido que no ayuda a generar confianza es el de Stanislaw Wielgus, proclamado y dimitido arzobispo de Varsovia. Pero es uno más. Basta recordar el escándalo de los abusos sexuales del P. Marcial Maciel, o la implicación de clérigos en las matanzas entre hutus y tutsis en Ruanda, o la colaboración de clérigos en casos de tortura en tiempos de la dictadura militar argentina. Y mil casos más.

Aquí no se trata de que todos seamos pecadores. Se trata de que hay actuaciones que son incompatibles con el digno ejercicio de determinadas tareas. Las reacciones de Benedicto XVI, en algunos de los casos más llamativos ocurridos en estos últimos meses, merecen ser aplaudidas. La pena es que muchos creyentes sólo cuando interviene el Papa aceptamos que se critiquen estas actuaciones inadecuadas (por calificarlas de manera suave, siguiendo mi estilo que pretende ser amable).

A mi todo esto me hace pensar que un poco más de autocrítica y un poco menos de ocultamiento contribuiría a la credibilidad de la Iglesia. Del mismo modo que el hecho de que los Evangelios no oculten las “debilidades” de Jesús o las incomprensiones, en realidad la falta de fe, de sus más cercanos (incluida María: ¡ya estamos dirá alguno!, pero es que es así: léase Mc 3,20-35 entre otros pasajes), contribuye a la credibilidad de estos relatos. Nadie se dedica a propalar determinados asuntos familiares si no son ciertos. Hay que ser amigos de la familia, claro que sí. Pero reconocer la verdad no nos hace enemigos, nos hace creíbles. Y si no somos nosotros los que la damos a conocer, otros lo harán, con peores intenciones. Y luego nos quejaremos atacando al mensajero.
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JMValderas
13 de enero de 2007 a las 20:57

Caro Martín Me parece muy bien perder el miedo a la autocrítica. Yo empezaría por los propios teólogos. Uno de los ataques más frecuentes contra la Iglesia en los tiempos recientes es el caso Darwin. Conocido es el motto: “Contra Galileo, contra Darwin, la Iglesia siempre contra el avance de la ciencia”. Pero el caso Darwin, como los miembros fantasma, nunca existió. Mariano Artigas, que acaba de ser llamado por el Señor, nos ha legado un libro maravilloso cuya conclusión central es la siguiente: tras investigar la documentación pontificia, pública y reservada en el Vaticano, sobre la doctrina de la evolución, no se encuentra ningún testimonio que avale la permanente insidia que culpa a la Iglesia de antievolucionista y, por ende, de contraria a la ciencia. Un estigma que tanto daño le sigue haciendo al Pueblo de Dios. Otra cosa muy distinta fueron determinados textos de teología. La difusión de estos manuales de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX hizo correr la idea de una contradicción entre la doctrina de Cristo y la evolución. ¿Han pedido disculpas a los fieles los teólogos por esos ataques? ¿Por qué no hicieron lo posible por develar esa insidia ni salir al paso de otras contemporáneas (clonación terpéutica, etcétera)? No soy nadie para exigirlo, ni me creo libre de culpa.

M. Gelabert
13 de enero de 2007 a las 21:50

Amigo Valderas: puestos a entrar en este debate sobre la evolución y el cristianismo no sé si hace falta que conste mi opinión sobre la compabilidad entre teoría de la evolución y fe cristiana. Digo teoría, porque no todas las preguntas están resueltas: que yo sepa no se ha descubierto aún cómo se pudo producir la primera proteina; ni en el registro fósil se han encontrado restos suficentes de seres intermedios que debieron existir según la evolución darwinista. Pero insisto en mi convicción de fondo sobre la que me he pronunciado en mis escritos entre teoría de la evolución y fe cristiana. Por cierto, hay un libro sencillo pero interesante aparecido recientemente: Denis Edwards, El Dios de la evolución. Saludos cordiales

Rosario
13 de enero de 2007 a las 22:49

Tienes razón Martín. Y si no se hace autocrítica, ocurre lo que ocurre, que muchas mujeres han abandonado la Iglesia, y esto no les ha causado ningún trauma.

JMValderas
13 de enero de 2007 a las 22:59

Querido Gelabert Juan Pablo II fue taxativo al reconocer que la evolución era bastante más que una mera hipótesis científica. Y en esa línea de aceptación me imagino militas. En ciencia, todo es teoría, como bien adelantó Karl Popper. Todo está sujeto a posible falsación. La teoría de la evolución, también. Para que no se interfiera ningún listillo, sé que no te refieres a la síntesis normal de proteínas, cuyo mecanismo es de sobra conocido y depende de los genes que las determinan, sino que piensas en la primera, la enzima que dio origen al primer ADN, que, por pura paradoja, tendría que haber sido determinada por otro ADN Ya sabes el huevo y la gallina, resuelta en cierta manera con los ribozimas. Todo eso lo conoces muy bien, como también que la objeción de las formas intermedias se disuelve con determinadas teorías evolutivas (equilibrios puntuados, por ejemplo). Mi anotación era más humilde: la autocrítica ante las debilidades morales (de la lealtad, de la concupiscencia) no debe eximirnos de la autocrítica al no haber servido al pueblo fiel con el rigor intelectual que la misión del teólogo entraña y que tantas turbaciones de conciencia le crea. Con mi reconocimiento y afecto.

joan
14 de enero de 2007 a las 10:45

Gracias Martín por hacer referencia a María como lo que fué:un ser humano no la "esencia de la feminidad" subida a un pedestal para referencia sublimada sobre todo de clérigos de "feminidad sublimada". María- Miriam de Nazaret- fué una mujer, pobre y judía,que vivió y padeció la sociedad patriarcal del siglo I. Que luchó por dignificar su vida, la de su familia, la de su pueblo con una donación especial de gracia de Dios, que lejos de subirla a un pedestal, mediante la acción del Espíritu, la hizo modelo de cómo transformar la injusticia, la marginación - mujer-pobre-judía-.Dió su "fiat" a la vocación que Dios le reservó en la historia de la salvación, y mediante la comunión de los santos se une a hombres y mujeres que trabajan, sufren, gozan, luchan en sus propias estructuras sociales y culturales. Una mujer, no "una diosa" o una " madre, esposa, sublimada" ¡ flaco favor le hace a Miriam de Nazaret, mujer, aquella en cuyo vientre "danzó" el Hijo de Dios, tanta "estampa de color sepia" " tanto recuerdo sublimado de madre-de-clérigo-prmeturamente desaparecida", tanta ignorancia clerical respecto a las mujeres, tanto "pedestalito" Gracias Martín, por ser un clérigo sin "marianitis", por situar a María en "su" lugar dentro de la historia de la salvación.

rafael
14 de enero de 2007 a las 12:49

" debilidades morales" ( Gelabert) "actuaciones inadecuadas" ( Valderas).El claroscuro del lenguaje clerical no puede " correr un tupido velo" sobre lo que son pura y llanamente delitos contra cualquier código civil, y los derechos humanos ( pederastia, monjas violadas por misioneros en África,) y derecho canónico: curas con amantes, e hijos. No justifica el lenguaje que oculta en vez de clarificar, sobre todo en este tiempo en que la información está al alcance de cualquiera. Sino fuera porque es de pena, daría hasta risa. La estética del lenguaje no logra "diluir" una dimensión no-ética, ni dice mucho de quien lo utiliza.

JMValderas
14 de enero de 2007 a las 14:02

Fue en Heidelberg, hace pocos años. Los periódicos norteamericanos sacaban en primera página las denuncias judiciales contra abusos de monaguillos por sacerdotes. Los periódicos europeos se hacían eco en páginas primeras o impares. Fue en Heidelberg, en el curso de una reunión internacional de personas relacionadas directamente con la ciencia y la sociedad; agnósticos muchos, norteamericanos, alemanes, polacos, franceses, ingleses, italianos, japoneses, etcétera, y un español, que esto firma, presente en la anécdota. Pregunta de un norteamericano (wasp) a un francés (católico de formación): “¿Qué le parece la vergüenza de la Iglesia Romana?” “La desvergüenza de algunos clérigos no es la desvergüenza de la Iglesia Romana. Usted sabe que la muestra estadística no sólo no es significativa sino que es un disparate universalizarla. No le diré yo que todos los católicos sean la madre Teresa. Un científico, siquiera sea por pura metodología, debe reunir todos los factores que caracterizan a una sociedad, desde sus mártires públicos hasta sus fieles de actividad obscura: sus mártires. Y usted sabe que no existe en nuestros días ninguna otra sociedad menos vergonzante ni más decorosa”. A nadie le duele más que a un seguidor de Cristo el pecado de escándalo contra los pequeños. En teología el pecado tiene un sentido más fuerte que el delito penal, aunque en ocasiones vayan juntos.

rafael
14 de enero de 2007 a las 15:03

en eso estamos de acuerdo Sr. Valderas uno es el nivel teológico, y otro el nivel de delito penal, correspondiente al status de ciudadanía del sujeto teológico. Al Cesar lo que es del Cesar: la pertenencia a cualquier confesión religiosa no exime de las obligaciones como ciudadano.Ni de rendir cuentas ante la ley de los hombres. De la ley de Dios, ya se encarga Dios. Lo duro para muchos es que " lo que estaba oculto acaba por saberse". Y en este tiempo de información globalizada, todos tienen acceso a la información, luz y taquígrafos. Y el lenguaje se ha simplificado: sujeto verbo, predicado: lenguaje que clarifique, no que encubra, aunque sea un encubrir " pulidamente científico ", muy del siglo pasado, por cierto. Fue un teólogo quien afirmó que la Iglesia es a la vez santa y ramera.Divina y humana. En ella hay mártires, madres teresas, cristianos de a pie, y ...póngale nombre a lo contrario.

Neferet
16 de enero de 2007 a las 11:17

Creo que la Iglesia le sigue teniendo demasiado miedo al escandalo público y por lo tanto trata de ocultar sus problemas más que solucionarlos.
En Madrid recientemente ha habido una denuncia contra un sacerdote (una que conozco porque hay varios casos esperando sentencia)por abusos. Cuando fue notificada a la diocesis la medida que se tomo por el Cardenal fue el cambio de destino: de una parroquia a otra y tiro por que me toca. La denuncia penal ha properado (y sino se ha desestimado es porque hay indicios, que si justifican un proceso penal, que deberian haber justifdicado al menos una investigación a fondo de la diocesis y en todo caso ciertas medidas cautelares hasta que resolviera la investigación)ahora se esta esperando sentencia. Espero de todo corazón que todo sea un error y esos abusos no hayan existido nunca porque en caso contrario la postura de nuestra diocesis dejaría en evidencia que su mayor preocupación está no en solucionar los problemas y castigar los delitos sino en conservar nuestro buen nombre. Todo esto creo por miedo al escándalo, cuando lo que más escandaliza es la impunidad y la hipocresia. Además supongo que nuestro cardenal tiene cosas más urgentes que hacer como seleccionar personalmente que conciertos pueden llevarse a cabo en las Iglesias (si alguien lo desconoce los conciertos de musica coral en las Iglesias deben ser notificados con anterioridad a su celebración y están sujetos a autorización tanto el repertorio como la indumentaria).Ole.

lola
18 de enero de 2007 a las 10:07

Estoy totalmente de acuerdo, aunque el que no cree no es por eso, tal vez es es en eso en lo que se escusan, pero no es cierto, tal vez exige demasiado el seguimiento de Jesus, tal vez eso malos ejemplos a la larga pueden ser buenos, porque todo sirve para quien busca......hay que dar tiempo al tiempo....la historia nos juzgara

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