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La afectividad de Jesús
22 comentariosJesús, dice el Vaticano II, amó con corazón de hombre. Si amó con corazón de hombre su afectividad y sus sentimientos debían parecerse mucho a nuestros afectos y sentimientos. En Jesús podemos ver, de forma viva, concreta y existencial, lo que significa amar, a saber, sentirse atraído por otras personas, sentirse triste con las penas de los amigos, buscar con pasión el bien del amado, o vivir la alegría de saberse querido. Todo eso se puede ejemplificar de forma tan edulcorada que no remueva ningún sentimiento, o de forma transgresora, con el riesgo que eso conlleva de que le tilden de herético o, cuando menos, de irrespetuoso. ¿Pero no tiene algo de rompedor, de herético e incluso de sin razón el amor?
C. Spicq, exegeta que hoy muchos calificarían de conservador, habla del amor de Jesús por Juan, que él identifica con el “discípulo amado” en términos de ternura e intimidad, confianza y generosidad. Al notar que este discípulo “reposaba en el seno” de Jesús, lo entiende como “el signo de la ternura, del desahogo y el afecto más íntimo, como el de la mujer en los brazos de su marido”. ¡Sorprendente humanidad de Jesús! ¿Y qué decir de los amoríos de Jesús con una mujer pecadora, una de esas que tienen un master en soledades y nos llevarán la delantera en el camino hacia el Reino? ¿O de la escena que montó otra pecadora pública bañando sus pies en lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, cubriéndolos de besos y ungiéndolos con perfume? ¡Qué desvergüenza! ¡Cuánta vida!
Cuando María y Marta comunican a Jesús la muerte de su hermano, lo hacen con estas palabras: “el que amas”. “El que amas” es más que nuestro hermano, más que tu discípulo, es objeto de tu afecto. Al saber la noticia, Jesús se muestra desolado, deja correr sus lágrimas, no puede contener su emoción, de modo que los testigos, conmovidos, concluyen: “¡cómo le amaba!”. Jesús ama en el sentido más real del término. Su corazón se afecta y siente físicamente la pena de aquellos a quienes ama. Podríamos seguir. Y hablar de los flirteos de Jesús con una samaritana, junto al brocal de un pozo, de su presencia en bodas donde corría el buen vino, o de sus comidas con Zaqueo. Gestos concretos de amistad, cercanía, ternura, afecto, sensibilidad, afectividad. ¡Y pensar que a veces tratamos de reprimir esos sentimientos en nombre de Jesús!