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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

10
Feb
2011

Jesús frente a la religión

5 comentarios

La espiritualidad, en tiempo de Jesús, estaba basada en el cumplimiento de la Ley. Jesús no rechazó la ley, pero la relativizó. De ahí esta palabra suya, que sigue conservando todo su valor: “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Para Jesús, lo importante era la persona. Les leyes, incluidas las leyes de Dios, han sido concebidas para nuestro servicio. No existimos para dar culto a la ley. Eso sería idolatría. Jesús se sintió perfectamente libre para transgredir la ley cada vez que su cumplimiento podía hacer daño a las personas. Esto resultó escandaloso para los guardianes de la religión, especialmente cuando enseño a sus discípulos a hacer lo mismo, permitiendo que sus discípulos hambrientos, arrancasen en pleno sábado espigas para comer, cuando la ley prohibía hacer esfuerzos y trabajos en sábado (Mt 12,1-5), precepto que siguen hoy cumpliendo los judíos piadosos.

En tiempo de Jesús la ley no eran solo los diez mandamientos, sino toda una serie de preceptos relativos a personas, lugares, cosas y alimentos. Jesús vio en ello una serie de disposiciones humanas que distorsionaban la voluntad de Dios. Por eso ignoró la distinción entre alimentos puros e impuros: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mt 15,11). Muchas religiones hoy siguen teniendo preceptos sobre lo que se puede o no se puede comer algunos días. Eso está bien, siempre que no se convierta en una carga o, lo que sería peor, en un cumplimiento externo que olvida la intención de fondo que abrigan esas leyes. Por ejemplo, las leyes actuales sobre el ayuno o la abstinencia de carne en cuaresma deberían servir para recordar que hay mucha gente en el mundo que pasa hambre, estimulando así nuestra solidaridad. Y no convertirse en un precepto fácil de manipular, tomando pescado caro en vez de carne, creyendo que así hemos cumplido. (Continuará)

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Andrés
10 de febrero de 2011 a las 02:19

¡Bravo Martín!

Me ha encantado esta reflexión, muchas gracias por compartirla. Estaré esperando la continuación.

Un saludo.

Juanjo
10 de febrero de 2011 a las 14:13

También sería necesaria una mejor formación biblica que nos hiciera comprender que Dios no ha dado nunca ninguna ley a nadie.
Empezando por desmitologizar la entrega de las tablas de la ley a Moisés. Yo no entiendo a Dios expresándose en signos externos. Dios comunica su voluntad, pero la puedo encontrar descendiendo hasta lo más hondo de mi ser y comprendiéndolo es lo esencial. Su voluntad no es distinta de su esencia.
En todo caso la “ley de Dios” sería el cambio profundo de mi ser hasta adecuarlo a lo que Dios espera de mí. Lo que “me ordena” es lo que exige mi propio ser. Su voluntad coincide justamente en lo mejor para mí, y lo que verdaderamente mi ser busca y anhela aún sin saberlo.
Amor sustituye a Ley. Y esto debería manifestarse priorizando nuestra relación efectiva con los demás, más importante que nuestra supuesta relación con Dios.

Bernardo
11 de febrero de 2011 a las 17:00

Yo creo que la ley es simplemente necesaria, pero no suficiente para hacer de la vida de los hombres una verdadera vida humana. La ley nos aporta la seguridad de la regularidad. Si existe una ley podemos estar seguros de aquello a lo que atenernos, pero la ley debe ser aplicada sabiendo que es un mero instrumento, un medio para obtener un fin. Eso mismo lo saben los buenos jueces, que siempre aplican la ley teniendo presentes las circunstancias de su aplicación.
Jesús, que no era perito en leyes sino en hombres, sabía muy bien que la ley está dentro del ámbito de los medios y no de los fines. Y también sabía que los leguleyos pueden adaptarlas a su antojo, cumpliendo los mandamientos más pequeños y saltándose aquellos principales, como los fariseos con el Corbán o el Prosbol.
Hoy sucede lo mismo, vemos que la ley se aplica con minuciosidad para expropiar casas a los que impagan hipotecas, mientras los grandes defraudadores son ayudados con dineros públicos.
En fin, es la historia de nunca acabar.

Libertad en Egipto
11 de febrero de 2011 a las 19:55

¡ Felicidades al pueblo egipcio ! Tiempo de libertad.

Vicente
6 de marzo de 2020 a las 13:12

la ley se hizo para el hombre, no el hombre para la ley.......

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