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Jesús frente a la religión
5 comentariosLa espiritualidad, en tiempo de Jesús, estaba basada en el cumplimiento de la Ley. Jesús no rechazó la ley, pero la relativizó. De ahí esta palabra suya, que sigue conservando todo su valor: “el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Para Jesús, lo importante era la persona. Les leyes, incluidas las leyes de Dios, han sido concebidas para nuestro servicio. No existimos para dar culto a la ley. Eso sería idolatría. Jesús se sintió perfectamente libre para transgredir la ley cada vez que su cumplimiento podía hacer daño a las personas. Esto resultó escandaloso para los guardianes de la religión, especialmente cuando enseño a sus discípulos a hacer lo mismo, permitiendo que sus discípulos hambrientos, arrancasen en pleno sábado espigas para comer, cuando la ley prohibía hacer esfuerzos y trabajos en sábado (Mt 12,1-5), precepto que siguen hoy cumpliendo los judíos piadosos.
En tiempo de Jesús la ley no eran solo los diez mandamientos, sino toda una serie de preceptos relativos a personas, lugares, cosas y alimentos. Jesús vio en ello una serie de disposiciones humanas que distorsionaban la voluntad de Dios. Por eso ignoró la distinción entre alimentos puros e impuros: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mt 15,11). Muchas religiones hoy siguen teniendo preceptos sobre lo que se puede o no se puede comer algunos días. Eso está bien, siempre que no se convierta en una carga o, lo que sería peor, en un cumplimiento externo que olvida la intención de fondo que abrigan esas leyes. Por ejemplo, las leyes actuales sobre el ayuno o la abstinencia de carne en cuaresma deberían servir para recordar que hay mucha gente en el mundo que pasa hambre, estimulando así nuestra solidaridad. Y no convertirse en un precepto fácil de manipular, tomando pescado caro en vez de carne, creyendo que así hemos cumplido. (Continuará)