10
Abr
2007Abr
Invierno o primavera según el color del cristal
3 comentariosDesde que Juan XXIII se refirió a los signos de los tiempos han sido frecuentes en la literatura teológica las metáforas que tienen que ver con las estaciones climáticas para referirse a la situación de la Iglesia. Se ha hablado de otoño, invierno y primavera eclesial. Noto a faltar la metáfora del verano eclesial. Quizás –permítaseme una pequeña broma- porque la imagen del verano, con sus calores, sus playas, sus bañadores y su dulce no hacer nada, parece poco apropiada para aplicarla a la Iglesia. Y, a lo mejor, no vendría mal un verano eclesial, que a todos nos relajase un poco, nos ayudara a tomarnos las cosas con mejor humor y a acercarnos a los demás con menos ropajes, con un lenguaje más familiar y con formas menos oficiales.
La caída de las hojas en otoño, con su imagen de fin de etapa, los fríos del invierno, con su sugerencia de tiempos duros, o las flores de primavera parecen más indicadas como imágenes de una Iglesia, bien en decadencia, bien con dificultades, bien llena de novedad y juventud. Estas imágenes me recuerdan el refrán que dice que las cosas son según el color del cristal con que uno las mira. Mi impresión es que no hacen sino reflejar el estado de ánimo de quién las utiliza. Solemos ver con colores brillantes aquello que realizamos o de lo que somos responsables; con colores grises lo que hacen los demás; y con colores oscuros lo que repercute negativamente sobre nosotros o nuestros amigos. ¡Qué difícil es ser autocrítico con uno mismo y generoso con los demás! No resulta fácil valorar positivamente lo que otros hacen.
Eso, sin olvidar que en el episcopado español, por hablar de lo que nos toca de cerca, se oyen voces con diferentes acentos y modulaciones. El episcopado no es monolítico. De ahí que, en función de la onda con la que uno sintoniza, pueda decir que seguimos en un largo invierno o que se detectan indicios de una primavera que despunta.
La caída de las hojas en otoño, con su imagen de fin de etapa, los fríos del invierno, con su sugerencia de tiempos duros, o las flores de primavera parecen más indicadas como imágenes de una Iglesia, bien en decadencia, bien con dificultades, bien llena de novedad y juventud. Estas imágenes me recuerdan el refrán que dice que las cosas son según el color del cristal con que uno las mira. Mi impresión es que no hacen sino reflejar el estado de ánimo de quién las utiliza. Solemos ver con colores brillantes aquello que realizamos o de lo que somos responsables; con colores grises lo que hacen los demás; y con colores oscuros lo que repercute negativamente sobre nosotros o nuestros amigos. ¡Qué difícil es ser autocrítico con uno mismo y generoso con los demás! No resulta fácil valorar positivamente lo que otros hacen.
Eso, sin olvidar que en el episcopado español, por hablar de lo que nos toca de cerca, se oyen voces con diferentes acentos y modulaciones. El episcopado no es monolítico. De ahí que, en función de la onda con la que uno sintoniza, pueda decir que seguimos en un largo invierno o que se detectan indicios de una primavera que despunta.