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Humanizar la sexualidad
5 comentariosEn una conversación con periodistas, con respuestas no preparadas de antemano, se corre el riesgo de decir alguna que otra imprecisión. Es lo que ocurrió a bordo del avión que llevaba al Papa a África, cuando afirmó que distribuyendo profilácticos “existe el riesgo de aumentar el problema” del sida. Esta expresión se presta a ser mal comprendida, como de hecho así fue. Hasta el punto de que el portavoz de la Santa Sede se vio obligado a aclarar que la difusión de preservativos “no constituye el mejor camino, el de más amplias miras, ni el más eficaz para afrontar el flagelo del sida y tutelar la vida humana”. Las precisiones del portavoz y el contexto en el que Benedicto XVI pronunció sus palabras ofrecen una visión más positiva y completa del problema que la visión que han transmitido los medios. El Papa se refería a la humanización de la sexualidad, cosa que se logra plenamente dentro del contexto del amor. Como expresión de amor, el sexo, además de más placentero, es más humano y humanizador.
Dicho lo cual, y en sintonía con la búsqueda de los mejores y más eficaces caminos en la lucha contra el sida, parece legítima la pregunta por la licitud de un sexo seguro, y por la seguridad de un sexo lícito, en lugares como el África subsahariana en el que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, el principal modo de transmisión del virus del sida es el de las relaciones heterosexuales, siendo el matrimonio el mayor factor de riesgo por el que las mujeres contraen el virus. El matrimonio, ese lugar de amor en el que es lícito el acto sexual, se ha convertido para muchas mujeres africanas en un trampa mortal. De ahí la necesidad de una teología de la sexualidad que tenga en cuenta los datos reales del problema, entre ellos la situación social de la mujer en la cosmovisión cultural africana y, por supuesto, la luz de la revelación evangélica.