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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Mar
2009

Humanizar la sexualidad

5 comentarios

En una conversación con periodistas, con respuestas no preparadas de antemano, se corre el riesgo de decir alguna que otra imprecisión. Es lo que ocurrió a bordo del avión que llevaba al Papa a África, cuando afirmó que distribuyendo profilácticos “existe el riesgo de aumentar el problema” del sida. Esta expresión se presta a ser mal comprendida, como de hecho así fue. Hasta el punto de que el portavoz de la Santa Sede se vio obligado a aclarar que la difusión de preservativos “no constituye el mejor camino, el de más amplias miras, ni el más eficaz para afrontar el flagelo del sida y tutelar la vida humana”. Las precisiones del portavoz y el contexto en el que Benedicto XVI pronunció sus palabras ofrecen una visión más positiva y completa del problema que la visión que han transmitido los medios. El Papa se refería a la humanización de la sexualidad, cosa que se logra plenamente dentro del contexto del amor. Como expresión de amor, el sexo, además de más placentero, es más humano y humanizador.

Dicho lo cual, y en sintonía con la búsqueda de los mejores y más eficaces caminos en la lucha contra el sida, parece legítima la pregunta por la licitud de un sexo seguro, y por la seguridad de un sexo lícito, en lugares como el África subsahariana en el que, según datos de la Organización Mundial de la Salud, el principal modo de transmisión del virus del sida es el de las relaciones heterosexuales, siendo el matrimonio el mayor factor de riesgo por el que las mujeres contraen el virus. El matrimonio, ese lugar de amor en el que es lícito el acto sexual, se ha convertido para muchas mujeres africanas en un trampa mortal. De ahí la necesidad de una teología de la sexualidad que tenga en cuenta los datos reales del problema, entre ellos la situación social de la mujer en la cosmovisión cultural africana y, por supuesto, la luz de la revelación evangélica.

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Bernhar
21 de marzo de 2009 a las 20:48

El de la sexualidad es uno de los muchos temas pendientes de la Iglesia con el mundo moderno y antiguo. Toda la percepción sobre la sexualidad tiene un tufo enorme a neoplatonismo mal curado. Por desgracia, mantenemos como cristianos posiciones que no son sino neoplatónicas o, directamente gnósticas. La negatividad de la materia, léase cuerpo y la lógica del castigo infinito por infracciones finitas, está lastrando nuestro discurso sobre la sexualidad. Los principios cristianos son: 1. Dios es Amor y Justicia; 2. El mundo es su creación, por tanto algo bueno en sí; 3. El ser humano ha sido creado a imagen de Dios y por tanto es colaborador en la obra creadora. De aquí deducimos que la sexualidad se integra de la lógica del don amoroso y no de los meros actos. Hemos de juzgar la sexualidad como bien querido por Dios, independientemente del ámbito en el que se viva esa sexualidad.
Por otro lado, la propia realidad nos dice que no hay ni un cinco por ciento de católicos que hacen caso a las recomendaciones sobre sexualidad. Casi la totalidad de parejas católicas mantienen relaciones prematrimoniales y casi la totalidad de matrimonios católicos utilizan algún medio anticonceptivo. No quiero decir que esto justifique esos actos, pero está claro que el común de los católicos vive en la más pura hipocresía, o que la jerarquía prefiere mantener la pantomima, porque bien saben que nadie hace caso a estas recomendaciones. Creo que hay un debate sobre el preservativo en el Vaticano, pero esas declaraciones del Papa cierran el debate. Bernardo

marcelino
22 de marzo de 2009 a las 10:53

tal vez pueda aportar mi experiencia como mujer y como medico. En primer lugar estoy de acuerdo con el Papa, en humanizar la sexualidad.El problema de la sexualidad es cuando uno solo pienasa en si mismo y cosifica la otra persona, ¿Que me encuentro yo en el dia a dia de mi trabajo en urgencias extrahospitalarias?, pues muy facil, mujeres que vienen solas a por la pildora del dia de despues, diciendo que se les ha roto l preservativo. Si pregunto, me dicen que realmente no se lo ponene porque el hombre no siente el mismo placer, y sino ellas se quedan solas, y son ellas las que tiene el problema. Tambien veo cada dia mas enfermedades de trasmision sexual. ¿Como se soluciona todo esto segu mi punto de vista?, pensando en el otro, viviendo la sexualidad como entrega al otro. l que muchas veces no lo podamos vivir, no es hipocresia, es simplemente, que la vida crisiana es una etica de maximos, lo intentamos, pero a veces pecamos y no lo conseguimos, eso no es hipocresia, nosotros queremos vivir en el darse a los demas integramente, y lo intetamos.
Lola

Bernhar
22 de marzo de 2009 a las 13:45

Una pequeña nota sobre higiene mental: ha sido ya muy estudiado el problema inherente a la mentalidad religiosa y no es necesario añadir nada a lo ya dicho, pero creo que la estructura base de nuestra fe no debería verse marcada por ciertas patologías que nacen de no aceptar la realidad tal como es. El problema estriba en que a nivel "externo" se mantiene un discurso y en los hechos se hace otra cosa. De seguir así la cosa no pinta bien para nosotros, los católicos. Hemos de ser honestos para unir vida y pensamiento. Beranrdo

PatKubon
22 de marzo de 2009 a las 23:00

Pienso que Bernardo dice una gran verdad. Parece que hay mucha hipocresia. Se dice una cosa y se hace otra. Y sin embargo, el ser humano continua desarollandose y nuestra cultura también. Sabemos que una aceptación de nuestra sexualidad como parte integral de nuestro ser es bueno y sano. Como se comenta en otro blog, hay otros temas que nos deberían ocupar como cristianos: amor y aceptación hacia los demás, justicia y solidaridad desde el respecto y deseo que el proximo tenga por lo menos las mismas ventajes que tenemos nosotros.

Obrar desde el Espiritu y no desde las normas y reglamento. Y sobre todo, hablar la verdad.

Desiderio
23 de marzo de 2009 a las 23:56

Creo que, si bien es cierto que se ha dado históricamente una visión negativa del cuerpo y del sexo, no es menos cierto que esa situación se ha invertido en estos últimos años. Entiendo que el sexo hoy en día se valora en su justa medida, obviamente no por sí mismo sino dentro de un contexto de amor sincero y estable. Ahora bien, el hecho de que los cristianos no acaten los dictados de la Iglesia, a lo mejor es problema de los cristianos y no de la Iglesia. El día que no haya “conflicto” —entiéndaseme bien— entre lo que dice la Iglesia y lo que el cristiano de a pie pretende es, a mi parecer, o bien porque ya se ha instaurado el Reino de Dios en la Tierra, o bien porque la Iglesia se ha dejado arrastrar por la sociedad, cristiana o no. El tema no es si lo que dice la Iglesia se sigue o no, por muchos o por pocos; el tema es si lo que dice la Iglesia libera al ser humano o no, le hace estar más cerca de Dios y de lo que Dios espera de él o no. Y a partir de ahí, que cada pareja en buena conciencia actúe como piense que debe actuar. Que este tema de los anticonceptivos es difícil de seguir, no me cabe duda; pero desde el momento que hay matrimonios que lo hacen, será porque no es imposible. En este sentido yo voy de la mano con Marcelino-Lola: “que el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”.
Respecto al problema de los preservativos en África —y no sólo allí sino en todo el mundo—, creo que lo que apunta el Papa es palmario: la solución no son los preservativos, sino el cambio de actitud hacia la otra persona, de verdadero amor y respeto. Es cierto que allí el sida campa a sus anchas, pero no es menos cierto que la promiscuidad que se da es tremenda. En primera instancia parece que el preservativo puede ayudar a esa mujer que, aunque “reza para que el hombre le respete cuando dice no” —cita que leí en un artículo que hablaba del tema—, es sometida al varón portador del virus, pero sigo pensando que no es la solución. Para utilizar un preservativo debe haber también una componente de respeto por la otra parte, pero no sé si me equivoco al afirmar que esta no es la situación en África.

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