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Gustavo Gutiérrez o cómo decir al pobre que Dios le ama
7 comentariosNacido en Lima el 8 de junio de 1928, acaba de fallecer, a los 96 años de edad, el teólogo dominico peruano, Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de la llamada teología de la liberación. Su obra más emblemática, titulada precisamente “Teología de la liberación” fue publicada en Salamanca en 1972. Yo tuve ocasión de leer ese libro cuando empezaba mis estudios en la Universidad de Friburgo, y recuerdo que me causó una gran impresión. Posiblemente su autor jamás imaginó la repercusión que esa obra iba a tener en la teología mundial y, especialmente, en la teología hecha desde España y Latinoamérica.
Gutiérrez inició su reflexión teológica en círculos universitarios, de los cuales era capellán. Pero pronto cambió de interlocutor: trabajó como sacerdote en una barriada popular a orillas del Rimac. Desde entonces los pobres pasaron a ser sus interlocutores inmediatos y los que estimularon su reflexión teológica y su tarea como profesor de teología en distintos lugares y centros universitarios.
La teología de la liberación, de la que Gustavo Gutiérrez es uno de su más altos representantes, apareció en América en un contexto de pobreza y de injusticia. Los obispos (tal como se manifestaron en la conferencia del episcopado latinoamericano celebrada en Medellín en 1968, en la que, por cierto, participó como teólogo y consultor Gustavo Gutiérrez) no eran indiferentes ante “las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina”; por el contrario, reaccionaron frente a “un sordo clamor” que “brota de millones de hombres que reclaman a sus pastores una liberación que no se les da por ninguna parte”. Los obispos denunciaron que esa injusticia que margina a grandes grupos humanos “es una injusticia que clama al cielo”.
Gutiérrez no se cansa de repetir que la opción por los pobres “se basa fundamentalmente en el Dios de nuestra fe”, un Dios que ama a los pobres, no porque tengan virtudes que mostrar, sino porque Él ama gratuitamente. Por eso, dice, si la teología es un lenguaje sobre Dios, debe responder a esta pregunta: “¿cómo decirle al pobre, a quién se le imponen condiciones de vida que expresan una negación del amor, que Dios le ama?”, ¿cómo encontrar un lenguaje sobre Dios en medio del dolor y la opresión que viven los pobres en América Latina?”.
Durante estos últimos años, Gutiérrez ha subrayado que la acción liberadora en favor de los pobres no puede olvidar “la contemplación”, o sea, la oración: “no es posible separar solidaridad con los pobres y oración. Eso significa ser discípulo de Cristo, Dios y hombre a la vez. Estamos ante una auténtica espiritualidad, es decir, una manera de ser cristiano. La conjunción de estas dos dimensiones, oración y compromiso, constituye estrictamente lo que llamamos práctica. De ella procede la teología de la liberación”.
Acabo con una anécdota significativa, no sé si muy conocida. En América Latina hubo teólogos, sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, no sólo católicos, sino también de otras confesiones cristianas, muy comprometidos con la liberación. Uno de ellos, el sacerdote Camilo Torres murió en la guerrilla. Gutiérrez intentó disuadirlo. Torres había decidido no volver a celebrar la Eucaristía hasta que hubiera justicia en la tierra. Sobre esta decisión comentó Gutiérrez: “Si no podemos celebrar la Eucaristía hasta alcanzar la sociedad perfecta, entonces tendremos que esperar hasta llegar al cielo, en cuyo caso la Eucaristía será superflua”.