Ene
Fundamento teológico de la dignidad humana
6 comentariosEl fundamento teológico de la dignidad humana y, por tanto, de los derechos y deberes humanos, se encuentra en la confesión de Dios, creador del ser humano a su imagen y semejanza. Esta confesión contiene una doble afirmación: 1) todos los seres humanos tienen el mismo origen; forman una sola familia; todos son hermanos porque tienen el mismo Padre. 2) todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios; Dios se refleja en cada uno de ellos; más aún, Dios comparte algo de sí mismo con la criatura, de modo que un atentado contra el ser humano es un atentado contra Dios.
¿Cuál es la verdad fundamental de la afirmación del hombre como imagen de Dios? A mi entender la respuesta no ofrece ninguna duda: Dios es la medida de lo humano. Por eso el hombre no se comprende plenamente sino en referencia a Dios. Más que del barro, el hombre procede de Dios (Gn 2,7), para volver a Dios y no al barro. Más que resultado de una evolución natural, el hombre es producto de una voluntad libre que lo ha querido como tal. La relación con Dios no se superpone a una naturaleza humana ya consistente, sino que desde su origen entra en su misma estructura. No puede darse, pues, ninguna respuesta cabal sobre el hombre que no tenga en cuenta su relación a Dios. En consecuencia, la idea que nos hagamos de Dios condicionará nuestra concepción del hombre.
La excelsa dignidad del ser humano proviene de su relación con Dios: “al hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus raíces en el vínculo íntimo que lo une a su Creador: en el hombre se refleja la realidad misma de Dios”. Al hacerlo a su imagen, “Dios comparte algo de sí mismo con la criatura” (Juan Pablo II, Evangelium Vitae, 34). El libro del Eclesiástico reconoce que Dios, al crear a los hombres, “de una fuerza como la suya los revistió, a su imagen los hizo” (Eclo 17,3). Esta “fuerza” se manifiesta sobre todo en las facultades espirituales más características del hombre, como la razón, el discernimiento del bien y del mal, la voluntad libre: “les formó un corazón para pensar. De saber e inteligencia los llenó, les enseñó el bien y el mal” (Eclo 17,6-7).
Ahí están las claves para entender la imagen de Dios en el humano. Creándonos a su imagen Dios nos regala lo más propio suyo: razón y libertad. Razón y libertad para poder amar con buenas razones y sin ninguna coacción. El hombre está dotado de inteligencia, tiene capacidad para razonar, es un ser lógico, como Dios es “Logos”. Y el hombre es libre, dueño de sus actos y dueño de sí, como Dios también es dueño de sí mismo: El ser humano es imagen de Dios ya que, como Dios, “es principio de sus propias acciones por tener libre albedrío y dominio de sus actos” (Tomás de Aquino).
Por otra parte, la imagen de Dios en el ser humano “explica la perenne insatisfacción que acompaña al hombre durante su existencia. Creado por Dios, llevando en sí mismo una huella indeleble de Dios, el hombre tiende naturalmente a Él” (EV, 35). De modo que la imagen es germen de una existencia que supera los límites del tiempo: “Porque Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo imagen de su misma naturaleza” (Sab 2,23) (EV,34).