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Francisco ofrece amistad a líderes religiosos
5 comentariosComo un servicio más de su ministerio, el Papa ha recibido a los representantes de las distintas Iglesias cristianas, de la comunidad judía, del Islam, del budismo y de otras religiones. Nadie discute que la Iglesia de Roma es la madre y cabeza de todas las Iglesias católicas. No es menos cierta su capacidad para convocar a los líderes de las otras Iglesias cristianas y de las distintas religiones mundiales. Ya quedó bien patente en Asís en los encuentros organizados por Juan Pablo II y Benedicto XVI para orar junto con ellos. Ahora, Francisco ha recibido a estos representantes, como signo de comunión y fraternidad con todos. Con unos, comunión en Cristo; con otros, unido en la común paternidad de Dios.
De nuevo los gestos han tenido su importancia: reconocer explícitamente que el Patriarca de Constantinopla es el sucesor del apóstol Andrés; sentarse en un sillón igualitario y no en un trono, la referencia a Juan XXIII, el reconocimiento del cambio que ha supuesto el Vaticano II en este clima de entendimiento y hermandad. La Iglesia católica, ha dicho el Papa, es consciente de la importancia que tiene la promoción de la amistad y el respeto entre hombres y mujeres de distintas tradiciones religiosas. No sólo eso: es consciente de la amistad y respeto que merecen los no creyentes. Un signo de este respeto estuvo en el momento en que se despidió de los periodistas acreditados para seguir el Cónclave evitando con ellos (muchos no creyentes) una bendición que solo tenía sentido para los creyentes. Los que no son religiosos son nuestros aliados en el compromiso para defender la dignidad humana, para construir la paz y defender la integridad de la creación.
Todo esto, ha dicho Francisco, forma parte del plan de Dios, pero requiere “de nuestra leal colaboración”. O sea, nada de fáciles apelaciones a la oración que sean una excusa para nuestra pasividad o un olvido de que Dios sólo actúa a través de la acción humana. Estamos ante un plan que necesita de nuestra inteligencia, voluntad, esfuerzo, trabajo. O si se prefiere una palabra más evangélica, requiere de nuestra conversión. Un cambio de mentalidad. Todos somos hermanos, todos somos responsables los unos de los otros, no podemos permitirnos el lujo de excluir a nadie, a todos debemos tender la mano y acoger la mano tendida del otro. Los católicos debemos ser los primeros en tender la mano. No se trata de esperar que lo haga el otro. Se trata de ofrecer y, al ofrecer, provocar la respuesta. Y acogerla con agradecimiento y humildad.