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Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Ago
2020

Fidelidad y perseverancia

5 comentarios
jarrocontoalla

Un reciente documento de la Santa Sede, dirigido a las personas consagradas, lleva por título: “El don de la fidelidad, la alegría de la perseverancia”. Las reflexiones centrales del documento valen para todos los cristianos e incluso para todas las personas de buena voluntad. Hoy abundan las infidelidades, en todos los estados de vida. Y la perseverancia no es precisamente una virtud que esté de moda: todo pasa muy rápido y “dura mientras dura”. Las cosas, y hasta las personas, son de “usar y tirar”. Nos cansamos pronto, y enseguida necesitamos nuevos estímulos para no aburrirnos. Y, sin embargo, la fidelidad es esencial en toda relación interpersonal.

El primero que es fiel es Dios. Bondad y fidelidad caracterizan la naturaleza de Dios. La historia de la salvación es el relato de una alianza entre Dios y su pueblo, una alianza constantemente rota por un pueblo de “corazón duro” y constantemente mantenida por un Dios que no se arrepiente de sus promesas, un Dios que sigue amando a pesar de las infidelidades del pueblo. El libro de los salmos canta que la fidelidad del Señor permanece de generación en generación. Cristo es la mejor manifestación de la fidelidad de Dios (1 Tes 5,23-24) y, como “testigo fiel” (Heb 3,2), enseña al ser humano la fidelidad, invitándole a ser fiel a la Palabra de Dios. Se comprende así que uno de los títulos primitivos de los cristianos sea precisamente “fieles” (Hech 10,45; Ef 1,1).

La perseverancia es una cualidad indispensable de la fidelidad. El verdaderamente fiel lo es en toda ocasión. De ahí está exhortación del tercer evangelio a los discípulos: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). Jesús mismo, en el solemne contexto de la cena pascual, alaba a los suyos con estas palabras: “vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas” (Lc 22,28). Precisamente los buenos amigos son los que están a nuestro lado en los momentos difíciles, no sólo en la salud, sino también en la enfermedad; no sólo en las alegrías, sino también en las penas. En la perseverancia se demuestra el amor auténtico.

El Concilio Vaticano II define la vida de los consagrados por su perseverante y humilde fidelidad a la consagración (aunque lo que dice es aplicable a todo cristiano): “el sagrado Sínodo confirma y alaba a los varones y mujeres, Hermanos y Hermanas que en los monasterios, o en las escuelas y hospitales, o en las misiones, hermosean a la Esposa de Cristo con la perseverante y humilde fidelidad a su consagración y prestan a todos los hombres los más variados y generosos servicios” (Lumen Gentium, 46).

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Carlos
25 de agosto de 2020 a las 15:25

Este artículo me ha movido al siguiente contexto: a veces pensamos que la perseverancia se trata de conservarnos en el estado de gracia sin incurrir en el pecado que nos hace perderlo. Muchos santos han afirmado que la santidad no se trata de no pecar, sino más bien, de reconocer el pecado y pedir perdón. Ciertamente, en este sentido, el cristiano persevera como hombre de Dios al tener una vida ordenada a Dios, en todas las circunstancias, en el pecado y en la gracia. Gracias Fr. Martin

Diego
25 de agosto de 2020 a las 22:29

Parece una reflexión muy acertada. En el mundo del consumismo y de usar y tirar, la fidelidad por las personas, grupos sociales y familias va a meos durante los últimos años.
Creo que parte del amor y del éxito de las relaciones con los demás puede residir en la fidelidad con los demás.

J. García
26 de agosto de 2020 a las 10:06

"La alegría de la perseverancia".."La alegría del corazón es la vida del hombre", dice el Eclesiástico. O sea, que es propio de todo ser humano. El reencuentro con Dios en los sacramentos, sobre todo en el sacramento del perdón (el mensaje de Carlos), es de una inmensa alegría. Gracias, Fray Martín; Gracias, Carlos.

Mercedes
26 de agosto de 2020 a las 18:14

También podría aplicarse a la oración . La fidelidad y la perseverancia en la oración nos facilitan el trato íntimo y personal con el amado , aumentando sin límites nuestra necesidad de adoración y muchas veces de contemplación .
Gracias , fray Martin !

Hormias
26 de agosto de 2020 a las 20:01

La alegria de quien persevera con la oracion

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