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Este es el hombre
3 comentariosSegún cuenta el cuarto evangelio, los soldados romanos, tras azotar a Jesús, ponerle una corona de espinas, vestirle con un manto de púrpura, abofetearle y burlarse de él, lo devolvieron a Pilato. Este, señalando a Jesús, dijo a la multitud: “aquí tenéis al hombre”, o más exactamente: “mirad: este es el hombre”. Decir que Jesús es “el hombre” es mucho más que decir: Jesús es un hombre. No es uno más entre los hombres. Es “el hombre”, el prototipo, el paradigma de humanidad; en él se realiza lo que es el hombre. Según interpreta el teólogo Joseph Ratzinger, para un filósofo cínico como Pilato, estas palabras significaban algo así: nos enorgullecemos del ser humano, pero ahora, contempladle, aquí tenéis a este gusano despreciable; este es el hombre, así de pequeño. Mirando a Jesús coronado de espinas, las palabras de Pilato dejaban muy claro la poca cosa que es el hombre.
Y, sin embargo, el evangelista ha visto en estas palabras otro sentido teológico y salvífico. En primer lugar: en Jesús maltratado y crucificado podemos leer lo cruel que puede ser el hombre, hasta donde puede llegar la maldad humana; en Jesús crucificado vemos reflejada la historia del odio y del pecado, el pecado del mundo. Pero en Jesús crucificado podemos leer también hasta dónde llega su amor por los seres humanos, pues cuando le insultaban no devolvía el insulto, en su pasión no profería amenazas. Sus palabras en la cruz eran de perdón para con aquellos que le martirizaban. Este amor de Jesús es un reflejo del amor de Dios. Por tanto, sí: este es el hombre que Dios ama y en el que se refleja el amor de Dios hacia todos los seres humanos. Ahí, en este hombre, se realiza el designio de Dios y la historia de amor que quiere hacer con cada uno de nosotros. Cito de nuevo a Ratzinger: “En El, en Jesucristo, podemos leer lo que es el hombre, el proyecto de Dios y nuestra relación con él”.
Jesucristo es el hombre amado por Dios, que da su vida por nosotros, que muere amando. Y al morir amando rompe la espiral de violencia de aquellos que sólo odian. Al no responder con odio, vence al odio y lo mata en su propio cuerpo. Por eso, sí: en Jesús tenemos al hombre, porque solo somos hombres cuando amamos. En la mayor degradación, Jesús es amado por Dios y manifiesta el amor de Dios y el amor que es Dios. La pregunta qué es el hombre encuentra su respuesta en el seguimiento de Cristo. Siguiendo sus pasos nos encontramos con nuestra auténtica humanidad pues, en su seguimiento, la vida y la muerte se santifican y adquieren nuevo sentido.