Sep
En medio de la Iglesia
11 comentariosAunque muchos lectores de este blog leen las crónicas que escribo sobre el Capítulo General de la Orden de Predicadores, en este lugar un poco más íntimo que es el blog, voy a contar algo que denota las distintas y variadas sensibilidades de los lectores de mis crónicas. En la crónica de la elección, en un tono humorístico, dado que nuestro Maestro no necesita ser confirmado por una autoridad superior, o sea por el Papa, dije: ¡la nuestra no es una democracia vigilada! En tono coloquial y humorístico, repito. Pues bien, como mis crónicas las reproduce mucha gente, no solo en internet, sino también en papel, una de las reproducciones en papel para un buen grupo de gente, copió la crónica entera, pero quitó la frase de la democracia vigilada “para no escandalizar”. Sin embargo, me dicen que en facebook se ha reproducido sólo esta frase, sin el resto de la crónica, en un tono más bien entusiasta.
El sucesor de Pedro en la Iglesia tiene un título precioso, no muy conocido, pero importante para un dominico: “Protector de la Orden de Predicadores”. Protector de una Orden que, como su Fundador, quiere servir a la Iglesia, situándose “en medio de la Iglesia”. El evangelio de Lucas, pone en boca de Jesús esta frase: “yo estoy en medio de vosotros como un diácono, como el que sirve”. En medio, no enfrente, no delante, no en los márgenes, no por encima. En medio, porque así se escucha mejor a todos, se comprende a todos, y se puede llegar a todos. Evidentemente, cuando estás en medio corres el riesgo, cuando hay tormenta, de que te golpeen todas las olas. Pero solo así, “en medio”, evitando extremismos, buscando lo mejor de cada parte, tendiendo puentes, la palabra del Evangelio puede ser verdaderamente universal.
A mi entender, un dominico no solo debe estar “en medio” de la Iglesia, sino también “en medio” del mundo, con una mirada lúcida, y sobre todo “en medio” de la Iglesia y del mundo, para lograr que la Iglesia entienda al mundo y, sobre todo, se haga entender por el mundo. Sin entender no hay modo de hacerse entender. Pero sólo entendiendo tampoco. La tarea de hacerse entender requiere un esfuerzo constante, en el que está en juego el anuncio del Evangelio. Por eso el diálogo es hoy una de las formas que debe tomar la predicación.