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En Lima, Rosa entre Martín y Juan
1 comentariosLlegué a Lima el sábado, día 9, para dar unas clases y una conferencia. El domingo, día 10, por la mañana, me llevaron a dar una vuelta por el centro de la ciudad. Ha sido un primer contacto, una mirada rápida. He visto la casa donde nació Martín de Porres: actualmente en ella se reparten 100 almuerzos diarios a personas ancianas, funciona una escuela de formación profesional, un dispensario que atiende a personas enfermas, y cada mes, con ayuda de estudiantes de medicina voluntarios, hace campañas de sanidad entre los campesinos. Enfrente está la Basílica de Rosa de Santa María, construida sobre la casa señorial de la familia de Santa Rosa. Se conserva la habitación en la que Rosa se dedicaba a la penitencia y la oración. Hay quien dice que su modo de vida laical, de contemplativa en la ciudad, era una forma de protesta, un modo de decir que fuera de las estructuras monásticas también es posible vivir la contemplación.
Cerca de estos lugares se encuentra el inmenso convento de Santo Domingo, con siete claustros, alguno muy deteriorado. En el convento están las tumbas de los dos grandes peruanos, Martín de Porres y Rosa de Lima. Frente a la tumba de Martín hay dos grandes cuadros que se llevaron a Roma, hace ahora cincuenta años, con motivo de la canonización, en los que están representados los dos milagros modernos, considerados aptos para la canonización; en la parte baja de estos cuadros, la piedad popular ha dejado muchas inscripciones en forma de oración. La tumba de Sta. Rosa está en una amplia capilla, en un sótano. Hay que entrar agachado por una estrecha y baja escalera. Los cráneos de Rosa y Martín, junto con el de Juan Macías están en un altar lateral de la gran Iglesia de Santo Domingo. Todo el convento está lleno de recuerdos de estos santos, sobre todo de Rosa y Martín. Son muchas las vidrieras, capillas, esculturas, imágenes en las que aparecen los tres juntos: Rosa siempre está en el centro.
Visité la Plaza de Armas, donde está el palacio del gobierno, el ayuntamiento y la catedral. El Cardenal de Lima estaba celebrando la Misa del Corpus en la plaza, adornada con alfombras de flores para la procesión y llena de estandartes y banderas, que precedían a distintas cofradías y hermandades, sus miembros todos uniformados. Me cuentan que, en ocasiones así, cuando llega la hora de la comunión, se hace notar a los fieles que no está permitida la comunión en la mano. Debe ser un gran problema.