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En el cielo el abuelo cuida del canario
1 comentariosLa niña lloraba desconsoladamente. Su madre no lograba calmarla. Había muerto el canario, ese pájaro al que con tanto cariño había cuidado, con el que tanto se había entretenido. De pronto, a la madre, se le ocurrió decirle a la niña: “¿recuerdas que en distintas ocasiones te he dicho que el abuelo estaba en el cielo? Pues bien, en el cielo el abuelo cuidará del canario”. De pronto la niña dejó de llorar. Sonrió. Quedó satisfecha pensando que su canario vivía y que alguien en quien se podía confiar se ocupaba de él.
La madre estuvo acertada con su respuesta. Porque el mundo natural está llamado a participar en la consumación del reino de Dios. Ese mundo formado por criaturas que valen por sí mismas y en las que Dios se complace. Criaturas en las que, a su modo, se hace presente el Espíritu Santo, el Aliento de Dios que sostiene todas las cosas en el ser. Por otra parte, la relación de una persona con un animal o con los objetos de su mundo cultural libera para una mayor alegría vital, para una mayor confianza y amor, para un trato más sensible con la realidad. Y todo esto no es indiferente para el Reino de Dios. No podemos saber ahora cómo será la relación de cada persona en su estado perfecto con animales, plantas o cosas. Pero sí sabemos que en la medida en que respetamos y amamos la naturaleza, estamos respetando y amando el desbordamiento de la vida divina, y esta experiencia constituye una faceta de la riqueza inagotable del amor de Dios y un aspecto de la identidad definitivamente lograda y feliz del ser humano.