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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

21
Feb
2011

El que no puede ser definido

3 comentarios

Leyendo un artículo de Karl Rahner, escrito hace 45 años, me encuentro con esta definición del hombre: “el que no puede ser definido”. La frase me ha recordado otra que Miguel de Unamuno escribió en los márgenes de los Diarios de Sören Kierkegaard que se encontraban en su biblioteca: “un Dios definido es un dios acabado” (en realidad lo escribió en francés: un Dieu défini c’est un dieu fini). En efecto, si definir es poner límites, entonces definir a Dios es acabar con él, porque un dios finito, un dios limitado, eso no es Dios. De forma similar, definir al ser humano, creado a imagen de Dios, es también acabar con él, limitarlo, encerrarlo en unos esquemas, no hacerle justicia. Cierto, el ser humano tiene sus límites pero, paradójicamente, es también un ser con capacidades infinitas. Sus límites están abiertos y parece que nunca se agotan.

El ser humano nunca está satisfecho con lo que tiene. Esta es una característica que le distingue de los otros animales. Hay un desajuste, una contradicción en el ser humano que no se constata en los animales: el hombre es un ser pequeño, pero con deseos tan grandes que la naturaleza nunca logra saciar. El hombre “está hecho de tal manera que no puede ser para sí mismo el bien que le hace feliz”, decía san Agustín. La ambición humana es tan desmesurada que, aunque no lo sepa, ambiciona a Dios. Esta es la paradoja: la grandeza y la miseria del sujeto humano (todo junto): es un ser pequeño y limitado, pero insaciable, de modo que por mucho que se le dé y por mucho que consiga, nunca acaba de llenarse.

Al contrario de lo que ocurre con los animales, que se encuentran adaptados a su ambiente, el ser humano se encuentra depositado en un mundo en el que sus deseos de autorrealización y crecimiento personal no son satisfechos por su ambiente natural, evidenciando así un mal-estar con nuestro estado evolutivo, un desajuste que reclama explicación y, si es posible, cura. ¿Por qué el proceso de evolución que ha generado organismos conformados y adaptados a sus respectivos entornos, no ha conseguido garantizar un ajuste parecido en el caso del homo sapiens? ¿Cuál es el entorno propio del florecimiento de lo humano? Si nada de lo que el mundo ofrece nos satisface, ¿habrá algún mundo que pueda satisfacernos? ¿Cuál es el verdadero entorno de lo humano? ¿Hay alguna realidad con la que la humanidad se sienta en armonía?

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Juanjo
22 de febrero de 2011 a las 09:40

¡Qué casualidad! Ayer justamente leyendo un libro de un conocido teólogo haciendo referencia tambien a Rahner que definía a Dios como "ese Misterio al que normalmente llamamos Dios" me interpeló porque subraya la dimensión "misteriosa" de Dios por confrontación a la idea que muchos creen poseer ya que que hablan de Dios como si desayunasen con él todos los días.

josemaría esteve i pallarés,op
22 de febrero de 2011 a las 12:49

"El que no puede ser definido" con el tiempo lo hemos definido más y mejor.
Nadie del ejército del rey Saúl acepto el reto de Goliat. El joven y esmirriado David no tenía miedo. Yo iré a pelear con él. "Puro suicidio le dijo el rey....que se resigno y pensando ayudar al joven pastor,lo revistió de su propia armadura pesada y de buen bronce. El chaval no podía caminar dentro de aquel monton de chatarra. Se quitó el blindaje y confiando solo en Dios,su bastón y su honda,le lanzo una pedrada que lo dejo seco.
A Jesús le hemos hecho algo parecido,lo hemos cubierto de títulos tan aparatosos que casi estamos logrando sepultarlo de nuevo.El Jesús de mente libre,que da voz a los marginados ni se menciona.Mejor hablemos de normas,leyes,condenas,prohibiciones...los que "desayunan con EL todos los días"

Bernardo
22 de febrero de 2011 a las 23:38

La paradoja del ser humano es que es un animal hiperadaptado y de ahí le viene su insatisfacción. La evolución ha dotado al ser humano de una capacidad adaptativa mayor de la que el medio le exige y eso para poder sobrevivir en un entorno para el que su físico no estaba adaptado. Su estructura mental ha suplido la carencia: el lenguaje, la técnica, el arte y las instituciones han suplido lo que la biología no daba y precisamente por no darlo. La necesidad se hizo virtud y creó el órgano del sentido, pero esto le empuja más allá. En último término somos ciudadanos de "otro mundo". Nuestro reino no es de este mundo.

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