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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

29
Oct
2009

El pecado conduce a la muerte

2 comentarios

Quisiera volver sobre lo fundamental del mito de Caín, a saber, el fratricidio. Para comprenderlo en todo su dramatismo conviene recordar que, según el relato bíblico, la de Abel es la primera muerte de la historia. Sin embargo la lógica del relato conduce a pensar que quién debería haber muerto en primer lugar es Adán, puesto que Dios le había amenazado con la muerte si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal. Adán comió, Eva comió y siguieron vivos. Se diría que la serpiente tenía razón cuando les dijo: “de ninguna manera moriréis” (si coméis del árbol).

Aquí se juega con un doble sentido del término “muerte”: la muerte como final de la existencia; y la muerte como separación de Dios. La muerte que produce el pecado es de tipo religioso: la ruptura con Dios. El pecado no conduce al hombre a la tumba. Más bien destruye la relación con Dios y con los demás y le destruye a él, porque la persona se construye en la relación. Su más trágica consecuencia se manifiesta con toda crueldad en el asesinato de Abel a manos de Caín. La primera muerte de la humanidad no es una muerte natural, es un homicidio y un fratricidio, puesto que todos somos hermanos. El primero que muere no es Adán por haber infringido el mandato de Dios, sino Abel, un inocente.

La primera experiencia de muerte no la produjo la desobediencia al Dios que no vemos, sino el odio al hermano que vemos. Como esto no entra en el proyecto original de Dios, puede decirse con toda verdad que el pecado conduce a la muerte. A la muerte física del hermano y a la muerte espiritual del homicida. Las amenazas de muerte vienen de mano del hermano. Y el asesinato puedo recibirlo del hermano asesino o de la ignorancia voluntaria del que se lava las manos, y también se pregunta hipócritamente si es el guardián de su hermano.

Desgraciadamente la historia de Caín sigue siendo actual, en forma de rupturas de todo tipo: ambiciones, violencia, economías que perjudican a los débiles, guerras cuyo objetivo es conseguir riquezas ajenas, o de “bonos de muerte”, el último invento de la banca, en el que está explícito el deseo de muerte del titular del seguro.

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lola
29 de octubre de 2009 a las 18:19

Lo del bono de muerte, me ha puesto los pelos de punta, pues desconocia que existiese. Me recuerda a la ciudad de la alegria donde uno de los protagonistas vende su cuerpo para cuando muera puedan estudiar con el.
La pobreza y la desesperacion llegan a que hagamos de por intentar salir, que pocas veces nos encontramos con alguien que nos tienda su mano, mas bien al cuello, ya que como carroñeros esperamos que el otro flaquee para hacernos con lo poco que pueda tener. Cuantas familas enfrentadas por una herencia miserable. Nunca deja de sorprenderme, no hace feliz a nadie. Nosotros mismos con nuestras ambiciones, orgullo, egoismo, somos nuestros propios asesinos, antes que del hermano. Por ejemplo, aqui, en el primer mundo enfermos de tanto comer, somos incapaces de privarnos en algo y darselo al otro, y eso a todos los niveles. Que triste, como nos parecemos a Cain

Bernardo
29 de octubre de 2009 a las 18:53

Yo no sé si esto es mera casualidad, aunque ya dijera Borges que toda casualidad es un cita y así, de algún modo tú y yo estamos "citados" o mejor "intercitados". En fin, que este tema de Caín y Abel nos resulta interesante a ambos por diversos motivos. Cuando escribiste el anterior post estaba yo aún dándole vueltas a una asignatura que empiezo a impartir la semana próxima y dónde intento pensar la Iglesia dentro de la realidad histórica y universal utilizando los jalones que marca la historia de la humanidad. El fratricidio cainita es uno de esos momentos en los que se prefigura la Iglesia, ya sabes "Ecclesia ab Abel", y uno de los referentes claros de la humanidad: el paso del nomadismo al sedentarismo. Yo he querido ver aquí una especie de arquetipo jungiano aplicado a la memoria histórica de la humanidad. El descubrimiento del petroglífo en el Cáucaso donde se puede ver una mujer, un árbol y una serpiente, refuerzan esta idea.
En fin, que la Biblia dice mucho más de lo que algunos piensan.
Un abrazo

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