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El pecado conduce a la muerte
2 comentariosQuisiera volver sobre lo fundamental del mito de Caín, a saber, el fratricidio. Para comprenderlo en todo su dramatismo conviene recordar que, según el relato bíblico, la de Abel es la primera muerte de la historia. Sin embargo la lógica del relato conduce a pensar que quién debería haber muerto en primer lugar es Adán, puesto que Dios le había amenazado con la muerte si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal. Adán comió, Eva comió y siguieron vivos. Se diría que la serpiente tenía razón cuando les dijo: “de ninguna manera moriréis” (si coméis del árbol).
Aquí se juega con un doble sentido del término “muerte”: la muerte como final de la existencia; y la muerte como separación de Dios. La muerte que produce el pecado es de tipo religioso: la ruptura con Dios. El pecado no conduce al hombre a la tumba. Más bien destruye la relación con Dios y con los demás y le destruye a él, porque la persona se construye en la relación. Su más trágica consecuencia se manifiesta con toda crueldad en el asesinato de Abel a manos de Caín. La primera muerte de la humanidad no es una muerte natural, es un homicidio y un fratricidio, puesto que todos somos hermanos. El primero que muere no es Adán por haber infringido el mandato de Dios, sino Abel, un inocente.
La primera experiencia de muerte no la produjo la desobediencia al Dios que no vemos, sino el odio al hermano que vemos. Como esto no entra en el proyecto original de Dios, puede decirse con toda verdad que el pecado conduce a la muerte. A la muerte física del hermano y a la muerte espiritual del homicida. Las amenazas de muerte vienen de mano del hermano. Y el asesinato puedo recibirlo del hermano asesino o de la ignorancia voluntaria del que se lava las manos, y también se pregunta hipócritamente si es el guardián de su hermano.
Desgraciadamente la historia de Caín sigue siendo actual, en forma de rupturas de todo tipo: ambiciones, violencia, economías que perjudican a los débiles, guerras cuyo objetivo es conseguir riquezas ajenas, o de “bonos de muerte”, el último invento de la banca, en el que está explícito el deseo de muerte del titular del seguro.