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Domingo de Guzmán, hombre de paz
9 comentariosA Domingo de Guzmán le han dado muchos calificativos. Me gusta el de “predicador de la gracia”. También le han calificado de primer inquisidor. Hoy sabemos que esto es imposible, porque la inquisición fue fundada por el Papa Gregorio IX doce años después de su muerte. Aún así, algunos historiadores insisten en que su celo precozmente inquisitorial no admite ninguna duda. Me parece una afirmación desventurada, pues Santo Domingo nunca entregó a nadie al “brazo secular”, o sea, no condenó a nadie a la hoguera, algo de lo que no se privarán los inquisidores. Es cierto que a algunos de los herejes convertidos les impuso severas penitencias, pero este dato hay que situarlo en el contexto de la época y verlo como resultado del ejercicio de su condición sacerdotal.
Hay un dato sorprendente en la vida de Santo Domingo. Las fuentes históricas guardan un absoluto silencio sobre cuatro años de su vida, los que van de 1211 a 1215. Los cronistas cuentan que antes de 1211 disputaba con los herejes en compañía del Obispo Diego. Después de 1215 relatan los hechos que culminan en la fundación de la Orden de Predicadores, confirmada a finales de 1216 por Honorio III. ¿Cómo es posible que durante cuatro años un personaje tan importante haya sencillamente desparecido de la historia? Precisamente porque no pertenece a la historia. La “historia” en estos años es otra: la cruzada. En ella estaban mezclados muchos eclesiásticos. Pero no Domingo de Guzmán. A él no se le nombra en ningún acto de guerra. Está ausente de concilios, conferencias y asambleas eclesiásticas que hacían balance de la situación, analizaban dificultades y buscaban soluciones. No está presente en asedios ni en acciones de gracias (con cantos del Te Deum) por los triunfos. No se le nombra en ninguna de las cartas que se enviaban o venían de Roma.
Domingo no existe para la guerra. Porque él confía en la fuerza de la Palabra. Y en la guerra lo que cuenta es la fuerza de la espada. Estos años en los que Domingo de Guzmán desaparece de la historia resultan muy significativos. Incluso hay quién dice que la decisión que posteriormente tomó, una vez confirmada la Orden, de dispersar a los frailes por el mundo, fue precisamente para que abandonasen Toulouse, la región entregada a la cruzada. En aquel contexto era imposible poner en práctica el ideal de la predicación evangélica. Domingo, hombre de paz, cuya única fuerza es la palabra.