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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Abr
2007

Discurso de Mons. Ricardo Blázquez

8 comentarios
Resultan de gran interés algunos fragmentos del discurso de Monseñor Blázquez inaugurando la Plenaria de la Conferencia Episcopal que se celebra esta semana. Comienza con unas consideraciones sobre la exhortación del Papa sobre la Eucaristía y allí encontramos esta perla: En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana, nos impulsa a hacernos “pan partido” para los demás, y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. Una aplicación de lo dicho se refiere a que nuestras comunidades cristianas deben estar abiertas “como un hogar” para los católicos inmigrantes.

La segunda parte del discurso se centra en un tema del que, a veces, se habla con una pasión que provoca enfrentamientos: la laicidad y el laicismo. Blázquez recuerda que Dios no es antagonista del hombre, que la ley moral, cuya voz se oye en la conciencia, tiende no a oprimir sino a liberar, no a amargarnos la vida sino a hacernos más felices. Entrando en el terreno de las relaciones de la Iglesia con el Estado añade: “A la Iglesia no corresponde indicar qué ordenamiento político y social es preferible; es el pueblo el que libremente determina las formas más adecuadas de organizar la vida política; toda intervención directa de la Iglesia en este campo constituiría una injerencia indebida”. Y recordando la aconfesionalidad del Estado, dice: “la Iglesia se siente institucionalmente bien en estas coordenadas”.

Tras abordar la cuestión de la enseñanza religiosa confesional, el discurso acaba con una felicitación a la FERE (Federación de Religiosos y religiosas de enseñanza) que este año cumple cincuenta de su constitución, por la labor impagable que en pro de la educación y de la cultura de la fe han hecho al servicio de la sociedad y de la Iglesia.

Ni una palabra sobre otros temas propicios para la polémica (como leyes sobre parejas o asignaturas no deseadas). Abogo porque estas partes destacadas del discurso se oigan más. Porque suenan bien y hacen bien.
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eclesia
25 de abril de 2007 a las 17:38

El canto del cisne suena más diáfano en su despedida. Lo intentó. Quizá los tiempos y las personas aún no estén maduros. Dios le bendiga M. Blazquez

xeitanza
25 de abril de 2007 a las 18:18

Mi felicitación por la invitación a que las comunidades religiosas y parroquiales se abran a los emigrantes,se compadezcan y todos podamos dar y recibir.¡Pero qué fácil es a veces ver el fenómeno desde el mostrador...! Dar alimentos,facilitar viviendas, orientar en trabajos,asesorar en temas educativos para los hijos de emigrantes, acompañar incluso a un médico...pero cuando tenemos que "sufrirlos" en nuestra comunidad de vecinos, en nuestro barrio...ahí, que los aguanten otros, que eso es para otro tipo de personas...Esta actitud es poco cristiana,nada humana y en muchos casos se observa y se da entre personas que luego forman parte de "grupos con sentido cristiano" pero en los que el acercamiento , el conocimiento de su realidad,queda "en el mostrador" y nos falta penetrar en sus sentimientos y en un conocimiento de las personas.Nos olvidamos de "fui peregrino y me" acogiste" no dice y" me diste"

Pedro
25 de abril de 2007 a las 19:19

Me parece que el artículo realiza una lectura positiva del discurso,en el que también hay otras cosas. Pero al menos Blázquez dice esas. He leído en ABC de hoy que algún obispo ha lementado en privado que no mencionase eso que el P. Gelabert llama leyes sobre parejas. Y otra cosa: no es frecuencia que desde esas instancias se felicite a los religiosos. Buen discurso sí, al menos bueno dadas las circunstancias. Eso de reconocer tan claramente que la Iglesia no tiene nada que decir sobre la forma política del Estado, eso tiene miga.

JMValderas
25 de abril de 2007 a las 21:17

Querido Gelabert Muchas dudas, unas de contenido, otras de oportunidad, le asaltan a uno cuando lee el discurso del presidente de la CEE. Es didáctica su presentación de la Iglesia vinculada a la Eucarístía. Un homenaje a Romero Pose (!qué maestro!) la referencia patrística, con su vibrante testimonio y compendiada enseñanza cristológica. Las dudas de contenido empiezan allí donde reina aplauso general: “A la Iglesia no corresponde indicar qué ordenamiento político o social es preferible” ¿Falso? En absoluto. A nadie se le ocurre la majadería contraria (que la Iglesia se metiera en si es preferible la política de autopistas o la de autovías, monarquía o república). Pero la mera declaración induce a pensar que alguien lo ha dicho en nombre de la Iglesia y viene él a poner luz. Y eso sí es un dislate. ¿Lucubración? De ninguna manera. En el editorial de La Vanguardia de hoy: “A la Iglesia no corresponde indicar….”, afirma Blázquer en franca oposición al sector de la conferencia episcopal tentado por la influencia política, añorante, quizás, del nacionalcatolicismo”. De esa interpretación torcida y calumniosa, se me dirá, no es reponsable Blázquez. Cierto. Pero a éste le pertenecía exponer la doctrina vertebradamente: subrayar el sometimiento de la res política al derecho natural. No refugirse sólo en la religión. Se echa de menos la voz de la Orden en la exposición iusnaturalista del ordenamiento de la convivencia pública, campo del que nunca debió abdicar. Bienvenido tu bálsamo

maria rosa
26 de abril de 2007 a las 00:14

Gracias una vez más, por encontrar siemore el bálsamo de la mesura y del amor

Makarios
27 de abril de 2007 a las 13:45

Pues bien, P. Gelabert, el discurso de Monseñor Blazquez es hermoso y esperanzador, PERO, ahí está la cuestión: La jerarquía de la Iglesia siempre hace discursos sobre los pobres, pero los pobres no se sienten acogidos, peor aún, se siente rechazados por los cristianos. Es bonito predicar que los pobres son los elegidos, mientras los dejamos dirmir en la calle a pesar de que tenemos inmuebles vacios gritando por su inutilidad. Lamento no poder sentir siempre a la Iglesia como fuente de caridad. Me retuerce ver a un pobre sin nada para comer ni tener donde dormir mientras hacemos colectas, muy bien respondidas por la feligresía de turno, para fabricar custodias o comprar imágenes de santos.¿Le gustará a Cristo presentarse ante todos en una casa de oro, plata y piedras preciosas? Creo que Cristo no puede estar contento con nosotros y nuestros discursos hermosos, pero vacios. Puede que el pan este partido, pero no está compartido. Siento no poder ser más optimista, pero yo lo veo así.
Un abrazo

anonimo
28 de abril de 2007 a las 10:20

Cada vez que oigo hablar de la ley natural, me vienen a la mente las siguientes preguntas... ¿Quién la descubre? ¿Quién la interpreta? ¿Quién la impone? El concepto de ley natural ¿tiene algo que ver con la Sagrada Escritura?; en el caso hipotético de que se conteste afirmativamente a la última pregunta ¿no habrá servido de nada la crítica filosófica a este concepto en los últimos siglos?

spes
28 de abril de 2007 a las 13:01

la Gracia Divina no destruye la naturaleza- la ley natural- común a todo ser humano, sino que la lleva a su completud. La hace devenir plena, con un plus de Amor de Dios. La ley natural es buena. Con la plenitud de Amor de Dios, mejor. Y debemos aspirar a lo mejor. Porque es bueno para nosotros, y nos hace bien. Gracias P. Gelabert por dejar siempre una luz de esperanza, de belleza,reflejo de Gracia Divina en su bitácora

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