Mar
Dios abraza lo inaceptable
4 comentariosEl amor divino encarnado en Cristo puede conferir a las personas una inaudita conciencia de su propia valía. Pues este Dios es el que desciende al ámbito de lo que está perdido y se identifica con lo alienado y olvidado. Esto nos permite pensar que Dios acepta aquellas partes de nuestra personalidad que hemos expulsado de nuestra conciencia porque nos resultan dolorosas e inaceptables, o porque suscitan en nosotros un profundo sentimiento de vergüenza.
La afirmación de fe de que Cristo descendió a los infiernos es una imagen de hasta qué punto aquellos que carecen de esperanza pueden verse sorprendidos con su visita. No deberíamos, pues, tener motivo alguno para avergonzarnos de nosotros mismos, ya que el amor infinito e incondicional de Dios nos acepta aún a despecho de lo que a nosotros nos parece inadmisible. Dios “nos amó cuando éramos pecadores” (Rm 5,8), porque él es “generoso con los ingratos y malvados” (Lc 6,35). Si nos empapáramos por completo de la confianza en un Dios así, podríamos afrontar con paz nuestra historia, aún aquella que no nos gusta. Nos liberaríamos de la deprimente tendencia a suprimir partes de nuestro ser.
Por supuesto, toda esta reflexión se aplica no solo al ámbito personal, sino al de nuestras relaciones con los demás, y a nuestra manera de mirarlos y considerarlos. En el seguimiento de Cristo, amigo de prostitutas y pecadores, también nosotros deberíamos tener una mirada no solo compasiva para con gente social y religiosamente despreciada, sino sobre todo una mirada positiva, capaz de ver en ellos el reflejo de un Dios solidario con todas y todos, para el que todo es aceptable y todo puede ser abrazado por su amor renovador.