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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

17
Mar
2010

Dios abraza lo inaceptable

4 comentarios

El amor divino encarnado en Cristo puede conferir a las personas una inaudita conciencia de su propia valía. Pues este Dios es el que desciende al ámbito de lo que está perdido y se identifica con lo alienado y olvidado. Esto nos permite pensar que Dios acepta aquellas partes de nuestra personalidad que hemos expulsado de nuestra conciencia porque nos resultan dolorosas e inaceptables, o porque suscitan en nosotros un profundo sentimiento de vergüenza.

 

La afirmación de fe de que Cristo descendió a los infiernos es una imagen de hasta qué punto aquellos que carecen de esperanza pueden verse sorprendidos con su visita. No deberíamos, pues, tener motivo alguno para avergonzarnos de nosotros mismos, ya que el amor infinito e incondicional de Dios nos acepta aún a despecho de lo que a nosotros nos parece inadmisible. Dios “nos amó cuando éramos pecadores” (Rm 5,8), porque él es “generoso con los ingratos y malvados” (Lc 6,35). Si nos empapáramos por completo de la confianza en un Dios así, podríamos afrontar con paz nuestra historia, aún aquella que no nos gusta. Nos liberaríamos de la deprimente tendencia a suprimir partes de nuestro ser.

 

Por supuesto, toda esta reflexión se aplica no solo al ámbito personal, sino al de nuestras relaciones con los demás, y a nuestra manera de mirarlos y considerarlos. En el seguimiento de Cristo, amigo de prostitutas y pecadores, también nosotros deberíamos tener una mirada no solo compasiva para con gente social y religiosamente despreciada, sino sobre todo una mirada positiva, capaz de ver en ellos el reflejo de un Dios solidario con todas y todos, para el que todo es aceptable y todo puede ser abrazado por su amor renovador.

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Cata
17 de marzo de 2010 a las 19:00

me encanta, es verdad. Ante los demas, e incluso ante nosotros mismos, parece que hagamos lo que hagamos siempre se espera mas de nosotros, se mal interpreta, juzga. En cambio Jesus no te pide nada, aunque lo pide todo. Pero con El todo parece estar bien,es realmente increible y paradojico.

Luz-Sombra
18 de marzo de 2010 a las 08:53

No en vano nos ha hecho a su imagen y semejanza. Una madre va al hijo más perdido, le entrega su vida; siempre lo disculpa, nunca lo delata."La madre baja al abismo de su hijo y muchas mueren en él".
Si hubiesemos visto en profundidad la encarnación de Dios en lo más pobre del ser humano y la entrega de esa madre, no habriamos vivido en el temor de ser descubiertas nuestras miserias, autoculpandonos siempre y rechazando o señalando al que había caído o al diferente.
También me pregunto:¿Cómo aceptar este mensaje y rechazar el "todo vale"?.
Gracias, Martín, por encender luces de liberación.

valero
18 de marzo de 2010 a las 11:52

Cuando Jesús baja a tus infiernos y te libera de las ataduras, no sólo no intentas olbidar ese "lado oscuro" que no te gusta de tí mísmo, si no que te complaces en recordar de que sufrimientos -que eso es el pecado- te ha rescatado el Señor,de manera que no olvidando mi fragilidad, viva yo cada día en la misericordia del Señor. La caridad empieza por uno mismo dice San Pablo, pero no es posible amarse plenamente si no se tiene la experiencia de que Jesús está prendado de mi devilidad, se conmueve ante mi fragilidad, por eso cuando soy dévil, entonces soy fuerte, en Jesús. Por otra parte mientras viva yo de la misericordia del Señor, no me faltará misericordia para con el otro.

josecarlos
18 de marzo de 2010 a las 15:39

Vivimos en un mundo hipócrita y políticamente correcto; hay mucho más mal entre las gentes de bien que entre los desahuciados de la sociedad. Pero si Jesús hubiese venido al mundo para salvar a ladrones, prostitutas y mendigos de sus crueles destinos, ya no quedaría ni uno en el planeta. Esta claro que las conciencias de las personas de su tiempo y las gentes de su entorno eran el objetivo de Jesús, pero es inaceptable extrapolarlo al mundo de hoy día, en el que la sociedad del bienestar ha generado tantos desequilibrios imposibles de corregir, sin protocolos como la justicia, la compasión y la verdad.

Honestamente no podemos anunciar la venida al mundo de Jesús y celebrar la pascua del Cristo; es evidente que Jesucristo no abandonara este planeta hasta que no se hayan salvado todos los que él ha elegido, por eso esta dualidad benevolente con lo efímero de esta vida, solo potencia nuestra confusión.

Si muero es porque el estado material en el que existo no es perfecto, lo cual no quiere decir que no exista la perfección dentro del universo material. Si soy un ser racional es porque concibo el libre albedrío, lo cual no quiere decir que si me limitase a aceptar mi destino fuese por ello desalojado del universo mental. Por último, si gracias a Dios disfruto de vida en el alma no quiere decir que sin fe pudiese adentrarme en el universo espiritual que anima esta tierra. Ya ves Martín lo que Dios es capaz de hacer, éramos basura cósmica y por su misericordia día a día nos muestra cuan inmenso es su Reino.

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