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Dimisión que no ha dejado a nadie indiferente
4 comentariosLa dimisión del Papa no ha dejado a nadie indiferente. Todos los que tienen algún nombre y alguna posibilidad de hacerse leer se han apresurado a pronunciarse. En algunos casos, a base de generalidades que no comprometen mucho. En otros por medio de críticas apenas disimuladas: “de la cruz no se baja nadie”; o notando aspectos que quizás han podido influir en la decisión: “estaba muy desgastado” con el escándalo Vatileaks y la lucha contra la pederastia. Los que se expresan con más espontaneidad (y hasta con ligereza) son los comentaristas de las páginas y los blogs de internet. Allí se dice de todo. Se trata a la Iglesia como si fuera un personaje de la farándula. Es bueno que seamos conscientes de que hoy la institución eclesial suscita interés, pero desgraciadamente es un interés que no va orientado a lo que es o, al menos, a lo que debe ser la Iglesia: sacramento de salvación, testimonio de Jesucristo, madre que engendra nuevos hijos a la fe.
Personalmente pienso que Benedicto XVI ha realizado un acto de honradez y suma lucidez. Se ha visto y sentido enfermo y anciano. Y ha sido bien consciente que cuanto más débil está un gobernante, más influencia tienen los que le rodean. Algo de esto ocurrió en los últimos meses del anterior pontificado. Es posible que Benedicto XVI no haya querido que la historia se repita. No es bueno que se tomen decisiones en nombre de alguien que no está en condiciones de controlarlas. En todo caso, se trata de una decisión muy personal que deberíamos respetar.
Joseph Ratzinger ha sido un teólogo de alto nivel. En sus primeras obras mantuvo posturas bastante abiertas. Es normal que los cargos y las responsabilidades le hayan obligado a moderar algunas de sus posiciones. Pero esto es positivo: la vida nos lleva por donde no queremos o por donde no esperamos. Y, a veces, sentimos que las primeras ilusiones no acaban de cumplirse, o que lo que nosotros habíamos previsto como algo muy bueno y necesario, otros lo utilizan de forma que no nos gusta.
Este es el momento de dar gracias a Dios por el Pontificado de Benedicto XVI. Por su Magisterio. Sus homilías, encíclicas y discursos siempre han tenido una buena base teológica. Benedicto XVI ha ayudado a pensar, a madurar en la fe. Ha sabido afrontar los problemas con inteligencia. Se podrá estar o no de acuerdo, pero no cabe duda de que lo que dice está muy pensado y hace pensar.