31
May
2007May
Día "pro orantibus"
8 comentariosEl próximo domingo se celebra el día pro orantibus. Se invita a los cristianos a orar por los religiosos y religiosas de vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que ellos y ellas representan, y el rico patrimonio espiritual que sus institutos dan la Iglesia.
Para algunos esta vida resulta extraña, otros la consideran inútil. Incluso desde el punto de vista creyente hay quien se pregunta si, a la vista de tantas necesidades como hay en el mundo, este estilo de vida no denota falta de compromiso. Este tipo de razonamientos expresan una gran dificultad del hombre moderno: la de aceptar la trascendencia de la vida humana. Nuestro destino último no es curar enfermos ni enseñar a escribir (digo nuestro destino último, no digo que no sea una necesaria tarea). Somos peregrinos que vamos en busca de otra ciudad, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Los religiosos y religiosas de vida claustral son un sacramento, un signo de este destino al que todos estamos llamados: la comunión y la alabanza de Dios, que se anticipa en una vida de comunión y de mutuas alabanzas entre los hermanos. Aunque la vida cristiana tiene también otras vertientes, el sentido de la vida contemplativa es precisamente recordar la dimensión última de la vida humana, este domingo sin ocaso en el que la humanidad entera (o sea, en comunión acabada) entrará en el descanso de Dios y cantará eternamente sus alabanzas.
Hoy las vocaciones a la vida monástica escasean. Es difícil decir los motivos. En todo caso no debemos culpabilizarnos. Si acaso estar atentos. Posiblemente la sociedad en la que vivimos ofrece felicidades inmediatas y primarias y no favorece la búsqueda de Dios. Es posible también que en la Iglesia estemos hablando poco de Jesús y mucho de nosotros mismos. Nos falta frescura para anunciar la Buena Nueva de Jesús y no quedarnos en normas y estructuras. El día pro orantibus invita a reflexionar sobre ello y a potenciar la vertiente contemplativa de la vida cristiana.
Para algunos esta vida resulta extraña, otros la consideran inútil. Incluso desde el punto de vista creyente hay quien se pregunta si, a la vista de tantas necesidades como hay en el mundo, este estilo de vida no denota falta de compromiso. Este tipo de razonamientos expresan una gran dificultad del hombre moderno: la de aceptar la trascendencia de la vida humana. Nuestro destino último no es curar enfermos ni enseñar a escribir (digo nuestro destino último, no digo que no sea una necesaria tarea). Somos peregrinos que vamos en busca de otra ciudad, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Los religiosos y religiosas de vida claustral son un sacramento, un signo de este destino al que todos estamos llamados: la comunión y la alabanza de Dios, que se anticipa en una vida de comunión y de mutuas alabanzas entre los hermanos. Aunque la vida cristiana tiene también otras vertientes, el sentido de la vida contemplativa es precisamente recordar la dimensión última de la vida humana, este domingo sin ocaso en el que la humanidad entera (o sea, en comunión acabada) entrará en el descanso de Dios y cantará eternamente sus alabanzas.
Hoy las vocaciones a la vida monástica escasean. Es difícil decir los motivos. En todo caso no debemos culpabilizarnos. Si acaso estar atentos. Posiblemente la sociedad en la que vivimos ofrece felicidades inmediatas y primarias y no favorece la búsqueda de Dios. Es posible también que en la Iglesia estemos hablando poco de Jesús y mucho de nosotros mismos. Nos falta frescura para anunciar la Buena Nueva de Jesús y no quedarnos en normas y estructuras. El día pro orantibus invita a reflexionar sobre ello y a potenciar la vertiente contemplativa de la vida cristiana.