Jun
Después de visitar Tierra Santa, ¿qué?
4 comentariosDespués de recorrer los lugares que Jesús de Nazaret pisó, ¿todo va a seguir igual en mi vida? Ir de Galilea a Jerusalén, ¿quedará en mi vida como un simple recuerdo? La vida está hecha de signos. Los signos más decisivos son los suscitados por el amor. ¿Quién no lleva con cariño y agradecimiento el anillo de su boda? ¿Quién no guarda con respeto y veneración las cartas de su madre y o de su padre? ¿Quién no conserva con cuidado las fotos de sus hijos pequeños? ¿Quién no ha visitado con emoción la casa de sus abuelos, esa casa en la que nacieron sus padres, esa cuna que explica sus orígenes?
Ir de Galilea a Jerusalén es encontrarse con los orígenes de nuestra fe cristiana, es como contemplar la cuna en la que hemos sido mecidos, abrazados, queridos, cuidados. Esos orígenes, esa cuna, es mucho más que un simple recuerdo nostálgico. Es lo que hace posible nuestro presente, y lo que despierta nuestra esperanza, lo que nos abre a un presente y a un futuro llenos de vida. Volvemos a nuestra rutina, a nuestro trabajo. Pero volvemos con un espíritu nuevo, con otros sentimientos, con renovados propósitos de vivir el Evangelio, de seguir en el hoy de nuestra vida a Jesús, de seguirle en cada momento, en el lugar en el que Dios nos ha colocado.
Regresar de Galilea y de Jerusalén sólo puede hacerse con un espíritu similar al de esos magos de los que habla el evangelista Mateo: fueron desde muy lejos hasta Belén para ver al niño y adorarle. Pero “se retiraron a su país por otro camino” (Mt 2,12). Ir de Belén a Jerusalén invita a regresar por otro camino. Con otros sentimientos, con renovadas ganas de ser testigo de Jesús, de hacerle presente en todos los gestos de la vida.
Ir de Galilea a Jerusalén está muy bien. Pero lo importante no es cambiar de lugar, sino cambiarse a sí mismo. Si no vuelves a tu país por otro camino, si en tu vida todo sigue como antes, si sigues pensando como siempre y sigues con tus rutinas habituales, tu visita habrá sido en vano. Habrás visto muchas cosas, sin duda. Pero tu corazón se habrá quedado frío. ¿Se puede ir de Galilea a Jerusalén en vano?