13
Mar
2007Mar
Derivaciones eclesiales de la política
12 comentariosA veces me asalta la duda de si debería en este blog comentar sucesos de actualidad política con derivaciones eclesiales. Por ejemplo: la manifestación del pasado sábado en Madrid es un acto político, muy legítimo, sin duda, y con el que muchos lectores estarán de acuerdo. Pero se convierte en eclesial, en la medida en que eclesiásticos cualificados hacen consideraciones pastorales sobre el mismo.
Me tienta calificar de “rabiosa” esta actualidad. Rabiosa en el sentido de una redundancia superlativa del sustantivo actualidad. Y rabiosa también en el sentido de apasionada. O así me parece a mi una carta del Sr. Obispo de Huesca en la que califica a la gente que muy legítimamente se manifestó de “héroes hasta la virtud más generosa”, contraponiéndolos a “traidores hasta el egoísmo más desleal”.
Comprendo, por otra parte, que sea tentador aprovechar la justificación de “defender la vida” que ha hecho el Gobierno de la nación para conceder prisión atenuada a un terrorista. Pero no sé si nos cargamos de razón cuando contra argumentamos que este estar a favor de la vida debe manifestarse también no poniendo “más obstáculos para saber la verdad de la maraña confusa y confundida de otra matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira”, por poner un solo ejemplo.
Me parece muy legítimo todo lo que sea utilizar los medios que la ley permite para defender lo que se considera bueno, correcto y santo. Pero creo que, desde el punto de vista eclesial, no podemos olvidar las distintas sensibilidades políticas que hay entre los católicos, supongo que en principio respetables, si no todas, muchas de ellas. Por la política no vale la pena perder ni el buen humor. Siempre me ha costado entender que sea más fácil perder las amistades por tener opiniones políticas distintas que por negar la existencia de Dios.
Me tienta calificar de “rabiosa” esta actualidad. Rabiosa en el sentido de una redundancia superlativa del sustantivo actualidad. Y rabiosa también en el sentido de apasionada. O así me parece a mi una carta del Sr. Obispo de Huesca en la que califica a la gente que muy legítimamente se manifestó de “héroes hasta la virtud más generosa”, contraponiéndolos a “traidores hasta el egoísmo más desleal”.
Comprendo, por otra parte, que sea tentador aprovechar la justificación de “defender la vida” que ha hecho el Gobierno de la nación para conceder prisión atenuada a un terrorista. Pero no sé si nos cargamos de razón cuando contra argumentamos que este estar a favor de la vida debe manifestarse también no poniendo “más obstáculos para saber la verdad de la maraña confusa y confundida de otra matanza, el 11-M, cuya sospecha les mira”, por poner un solo ejemplo.
Me parece muy legítimo todo lo que sea utilizar los medios que la ley permite para defender lo que se considera bueno, correcto y santo. Pero creo que, desde el punto de vista eclesial, no podemos olvidar las distintas sensibilidades políticas que hay entre los católicos, supongo que en principio respetables, si no todas, muchas de ellas. Por la política no vale la pena perder ni el buen humor. Siempre me ha costado entender que sea más fácil perder las amistades por tener opiniones políticas distintas que por negar la existencia de Dios.