Jul
Demasiado protagonismo eclesial
4 comentariosCuando por motivos de trabajo dejo Valencia suelo llevarme algún libro para aprovechar los tiempos libres. A Lima me llevé dos libros y los acabé de leer tres días antes de mi regreso. Tuve entonces tiempo para repasar los distintos portales religiosos que hay en internet, y me saturé de noticias, más o menos escandalosas, relacionadas con cardenales, obispos y curas. A estos portales hay que agradecerles que publiquen informaciones poco edificantes, porque de otro modo no nos enteraríamos. Desgraciadamente la política oficial en la Iglesia ha sido la de ocultar lo malo, buscando así no desprestigiar a la Iglesia. Pero el ocultamiento encaja mal con el Evangelio y es un signo evidente de pecado. Todo el que obra mal huye de la luz, pero no hay nada oculto que no termine por saberse.
Realizada la acción de gracias, creo que el excesivo protagonismo de personas relevantes en la Iglesia puede ser contraproducente. Pues induce a pensar que ellos son la Iglesia o, al menos, sus más cualificados representantes, y que lo que hacen y dicen es el todo de lo que hace y enseña la Iglesia y, lo que es peor, el todo del Evangelio. La Iglesia somos todos los cristianos, unos más pecadores que otros, pero todos formamos la Iglesia. En la Iglesia hay muchas personas y realidades buenas, que convendría destacar con la misma fuerza con la que se destaca lo malo. Por otra parte, el estar siempre hablando de lo que ocurre, deja de ocurrir o podría ocurrir en los palacios episcopales, no contribuye a la buena salud eclesial.
Lo que mejor representa a la Iglesia son sus obras de amor, de acogida, de perdón y de bien. La gente que vive según los valores evangélicos no suele hacer ruido, porque dedica su tiempo precisamente a hacer cosas buenas. Sin embargo, ellos son los que sostienen a la Iglesia. Por otra parte, cuando salen a la luz las cosas malas, siempre hay quienes se complacen en pedir expulsiones y excomuniones. Estas peticiones me resultan extrañas. Si tuviéramos que expulsar a todos los que no nos gustan, ¿cuántos quedarían dentro? Al final, si no te expulsa uno, te expulsa otro, y así la Iglesia se queda vacía.
Finalmente, las insistencias monotemáticas, sobre todo a propósito de moral sexual y matrimonial, no pueden confundirse con el todo de lo que debemos creer y de lo que debemos testimoniar. Un cristiano cree en Dios y sólo en Dios. Y da testimonio de Jesucristo y sólo de Jesucristo. Y cuanto menos habla de sí mismo y de los demás, y más del Dios de Jesucristo, mejor testimonio da. Evidentemente, la acogida del Dios de Jesús cambia la vida y mueve a comprender las debilidades ajenas.