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De la abundancia del corazón
1 comentariosEs significativo leer juntas las portadas de ABC y de El Mundo del pasado martes, día 26: “(El Ministerio de) Fomento inspeccionó a Spanair cien veces sin el más mínimo problema”, titula ABC. “Fomento sólo hizo cien inspecciones a 75.000 vuelos de Spanair en 2008”, dice por su parte El Mundo. No se trata de la botella medio llena o medio vacía. Se trata de que los intereses condicionan el tipo de información y el modo de ofrecerla. A veces el interés condiciona el conocimiento mismo, pero en la forma de titular de estos periódicos el interés condiciona la presentación del mismo dato, para que los lectores, en un caso, se hagan una idea positiva de la compañía aérea, y en otro y con el mismo dato se hagan una idea muy negativa.
Jesús decía que de la abundancia del corazón habla la boca. Nuestras palabras son un reflejo de lo que llevamos en el corazón, ese lugar de donde brotan los buenos deseos, pero también lo peor de nosotros mismos. ¿Cuántas veces no hemos utilizado informaciones neutrales e incluso buenas sobre una persona para retorcerlas y dejarla en muy mal lugar? ¡Mentimos, dañamos, y hasta pensamos que decimos la verdad! Nuestro egoísmo nos ciega.
En el prólogo de su libro sobre Jesús, Benedicto XVI dijo dos cosas muy inteligentes. Una, que su libro no debía considerarse un escrito del Magisterio. Otra, consecuencia de la primera: que el libro podía ser criticado. Pero, una vez dicho eso, pedía una lectura benevolente, unos ojos que leyeran con simpatía. Lo que el Papa pide para sí vale para todos. En todos los terrenos. Sin duda todos actuamos condicionados, no hay una mirada humana totalmente exenta de intereses. Eso puede ser bueno: nos ayuda a mirar a las personas con ojos misericordiosos. Pero puede ser malo: puede hacer que las miremos como objetos para nuestra utilidad egoísta. Si de la abundancia del corazón habla la boca, tarea permanente de quién quiere identificarse con el autor de esta frase es la purificación del corazón.