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De esos tan católicos, líbranos Señor
6 comentariosUna vez más el nombre de José María Ruiz Mateos aparece en los periódicos acusado de supuestas malas prácticas financieras. No me corresponde a mi juzgar tales prácticas. Otros se ocupan de ello. Tampoco quiero hacer valoraciones de tipo personal sobre las intenciones de un empresario que tiene, como todos, derecho a su buen nombre y a una legítima defensa. Pero sí quiero referirme a una de sus declaraciones. Dijo D. José María que “si no pudiera satisfacer esa obligación (la de devolver el dinero a los inversores de sus empresas) y no tuviera fe, me pegaría un tiro”. Eso parece muy laudable porque, por una parte, manifiesta el propósito de devolver lo que no es suyo y, por otra, afirma que su fe (su fe católica, porque él es declaradamente católico, apostólico y romano) le impide llegar al extremo al que pudiera empujarle su desesperación.
Dejo aparte la cuestión de unos pequeños o grandes ahorradores que hicieron inversiones de alto riesgo, pensando en enriquecerse fácilmente, y ahora en su pecado llevan la penitencia. Prefiero contrastar la declaración de una fe que conlleva una valoración de la propia vida y el propósito de devolver lo que otros le han confiado, con la última noticia sobre los dineros de “Nueva Rumasa”, a saber: que están bien guardados y protegidos en paraísos fiscales, de modo que va a resultar muy difícil que el Estado español pueda expropiarlos o recuperarlos. Con precauciones así no resulta muy clara la intención de satisfacer las deudas.
Si el empresario está tan a favor de la vida en nombre de su fe, esa misma fe debería inspirar sus operaciones económicas y su modo de manejar el dinero. Porque la fe católica no sólo tiene que ver con políticas familiares, sino sobre todo con el mandamiento del amor, que se extiende a niveles mucho más amplios y exigentes. La fe católica tiene consecuencias en el terreno de lo económico y lo empresarial. Apelar a lo católico para algunas cuestiones y olvidar las consecuencias de la fe católica para otras, tanto o más importantes, es una burla y una manipulación de esa misma fe que se pretende defender.
Cuando se sirve al dinero, lo mejor es dejar a Dios de lado. Sobre todo si damos a entender que ese Dios es el revelado en Jesús de Nazaret, ese que declaró que no se puede servir a Dios y al dinero (sí, sí, dijo al dinero, no al sexo).