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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

24
Mar
2011

Dar todo sin perder nada

1 comentarios

Solemos pensar que dar significa desprenderse de algo para que otro lo tenga. Cuando doy, me quedo sin lo que doy. Es esta una pobre idea del dar. Pues esta “pérdida” que acontece en el que da, sólo puede decirse de los bienes materiales que, por sí mismos, son egoístas; su posesión produce envidia y, de una u otra forma, empobrece a otros; cuanto más tengo, menos puede tener otro. Otra cosa sucede con los bienes espirituales: el saber, la alegría. Estos son comunicables, su posesión no tiene nada de egoísta. Cuando los doy, no sólo no los pierdo, sino que los multiplico. Decía Tomás de Aquino: “los bienes espirituales pueden ser poseídos por muchos a la vez, no así los bienes corporales. Por eso, la heredad corporal no puede ser percibida por el sucesor sino a la muerte de su propietario. Pero la heredad espiritual la poseen todos íntegramente, sin perjuicio alguno del Padre, siempre vivo”.

Algo similar ocurre con el poder. Los poderes de este mundo son limitados. Cuando uno los comparte, pierde parte del poder. Los poderes finitos crean seres dependientes; son celosos de su poder y, por eso, lo defienden, aunque en esta necesidad de defensa muestran su debilidad. El verdaderamente Todopoderoso no necesita defender su poder; por eso puede crear seres independientes. En este mundo se diría que el poder es más grande cuanto más atemoriza y somete. Por el contrario, el todo poder de Dios consiste precisamente en liberar. La plenitud de poder de Dios supera el régimen carencial de la competencia y el dominio, para instaurar la economía del don, resultado del amor.

Dios, cuando da, tiene la capacidad de retomar lo que da y, al mismo tiempo, dejarlo en propiedad de aquel a quien se lo da. Por eso puede dar sin medida, porque nunca pierda nada de lo que da. Y al no perder nada, no hace de nosotros sus deudores. De ahí que Dios sea el único que puede crear seres independientes, porque se retoma a sí mismo mientras se da, y este retomarse constituye la independencia del que recibe. Dios no es el competidor del ser humano, sino el posibilitador de su ser y de su vida. “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1Co 4,7). Soy en la medida en que me recibo. Pero esta vinculación con el dador del ser no me anula ni me humilla, sino que me constituye y me deja totalmente libre.

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Oscar
25 de marzo de 2011 a las 10:40

Gracias por las últimas reflexiones que nos ha ofrecido. El último post es muy bueno. Uno se enriquece cuanto más da. Si se enterasen los que se consideran ricos en este mundo... Y si uno no da, y solo busca acumular, entonces según su razonamiento, ese debe empobrecerse. Lo dicho: si se enterasen los que se creen ricos según el mundo.

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