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Cuando se dice Iglesia, ¿en qué piensas?
8 comentariosSería interesante hacer una encuesta entre la gente que no pisa la Iglesia más que en contadas ocasiones para asistir a algún acto que ellos consideran de tipo social, y también entre la gente que se consideran buenos católicos porque cumplen habitualmente con la Misa dominical. La pregunta, para unos y otros, sería: cuándo oyes la palabra Iglesia ¿en qué piensas, qué es lo primero que te viene a la mente? Probablemente, incluso entre los creyentes, las respuestas serían variopintas y alguna bastante sorprendente.
Es posible que entre los no creyentes predomine la equiparación de Iglesia con edificio, aunque sospecho que muchas respuestas irían en la línea de decir, con mejor o peor intención, que la Iglesia es un montaje, un negocio, una organización “anti”, o sea, contraria a la cultura, a la ciencia o a la modernidad. A los creyentes este tipo de respuestas deberían hacernos pensar en la imagen que damos.
Entre los creyentes, alguno responderá identificando la Iglesia con el cura, el Obispo o el Papa. A veces me pregunto qué hay detrás de afirmaciones de este tipo: “la Iglesia dice”, “la Iglesia manda”. ¿Quién dice, quién manda? Evidentemente se está pensando en algún responsable jerárquico. “La Iglesia dice”, o “la Iglesia piensa” es perfectamente sustituible, en muchos que así se expresan, por “el Papa (o el Obispo) dice”, o el “Papa piensa”.
Por suerte, también hay creyentes (quizás la mayoría) que saben que la Iglesia es una comunión, reflejo del misterio trinitario, constituida en cuerpo de Cristo, un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Sin llegar a estas reflexiones de buena teología, muchos creyentes, de forma más sencilla, a la pregunta qué es la Iglesia, responderían diciendo: la Iglesia somos los cristianos, que nos reunimos para celebrar la fe, que buscamos vivirla en el día a día, y queremos testimoniarla del mejor modo posible.
Sí, la Iglesia somos los fieles cristianos. O sea, la Iglesia “soy yo”. Pero no “sólo yo”, sino yo y el vecino cercano y el de más allá, que también son creyentes. Ocurre que, a veces, a estos vecinos creyentes, casi ni los conozco ni los trato. Y ahí es dónde algo empieza a fallar, porque un pueblo, una asamblea, una comunidad, en la que los miembros no se conocen, difícilmente pueden organizarse bien y más difícilmente pueden sentirse unidos a los demás y responsables los unos de los otros (Continuará en el próximo post).