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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

26
Nov
2014

Cuando dices monaguillo, yo me huelo otra cosa

14 comentarios

El mal siempre sobra. Por eso siempre es excesivo. El bien es necesario y, por mucho que haya, siempre es bueno que haya más. Las noticias sobre el mal son llamativas. Las noticias sobre el bien suelen pasar desapercibidas. Estoy convencido de que el bien supera con creces al mal, porque si no fuera así, el mundo sería un infierno. Pero como el mal duele, parece siempre muy grande e importante.

En estos días se está hablando mucho de Granada y del tremendo mal que algunos clérigos han ocasionado (¿he de poner “supuestamente” para no ser denunciado?), pues supuestamente. Como se trata de delincuentes, supuestamente, habrá que juzgarlos como tales. El que sean clérigos (eso ya no parece que sea supuestamente) añade delito en la medida en que han podido aprovecharse de su posición para engañar a las viudas (haciéndose con su dinero), y a los y las menores (para aprovecharse sexualmente de ellos). Además, el que sean clérigos añade escándalo, porque de ellos se espera una mayor rectitud y coherencia. Es una espera equivocada, porque los clérigos son tan débiles y pecadores como cualquier otro creyente, pero la gente buena y sencilla, a veces, les coloca en pedestales imaginarios y, desde tales pedestales, les juzga y les valora.

Cuando digo que el mal supera al bien, no pretendo de ningún modo minusvalorar el mal ni paliar el delito. Pero sí quiero notar que la vida, en todos los niveles, funciona porque hay más gente buena que mala. Las instituciones funcionan, también las religiosas, porque unos pocos trabajan y se sacrifican. Y porque detrás de esos pocos hay un grupo grande de gente buena, quizás no tan sacrificada ni trabajadora, pero buena. Cierto, en las instituciones hay gente que plantea muchos problemas, y encima se creen el ombligo del mundo. Cuando en ellas aparen grandes o pequeños delincuentes, no se debe a que las instituciones les busquen, sino a que se les cuelan o porque las personas, frágiles como somos, podemos pervertirnos. Los grandes delincuentes suelen terminar siendo públicos. Los pequeños, a veces.

Las víctimas tienen miedo. Por eso muchas se callan. Es comprensible. Pero, por suerte, en la Iglesia, cada vez hay más ambiente favorable para sostener a las víctimas y tomar partido contra los victimarios. Benedicto XVI empezó a crear este ambiente y el Papa actual aún lo ha favorecido más. Este dato ratifica que el bien supera al mal. Hace muchos años me llamó la atención el título de un pequeño folleto: “Cuando tú dices Dios, yo me huelo otra cosa”. El Papa Francisco está contribuyendo a que la gente no se huela otra cosa cuando los curas decimos monaguillo.

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José Luis barrera
27 de noviembre de 2014 a las 02:32

Totalmente claro este artículo tuyo. Es hora de que la iglesia se sobreponga a estas malas noticias, y anuncié el bien que existe en el mundo... Y dentro de ella.

Ramon Micó
27 de noviembre de 2014 a las 08:57

Totalmente de acuerdo, el lenguaje se enriquece en la medida que este se encarna y ya no es cuestión de matices y acentos. Los Papas, obispos, superiores no pueden sólo hablar sino encarnar. Hemos convertido el templo en un mercado .

Mis dudas tengo
27 de noviembre de 2014 a las 11:21

Si alguien se dedica a la política, ¿no debemos esperar mejor comportamiento? (frente a los representados)

Si alguien tiene una empresa, ¿no le debemos pedir mejor respeto a lo que trae entre manos? (frente a los que somos accionistas de ella)

Si alguien tiene un taxi o vehículo privado tipo Uber, ¿no le debemos pedir respeto en su trabajo y que no me lleve a un descampado donde me roben y me violen sus compadres?

Si uno está al tanto como profesor en un colegio ¿no le pedimos mayor responsabilidad? (como padres que llevamos allí a los niños)

Si uno es jefe scout, ¿tampoco como padre me debo sorprender de la fragilidad humana para lo que pueda hacer en la tienda de campaña con mi hijo?

Si uno es padre, ¿se me supone que quiero a mis hijos y ya está todo supuesto? ¿Aunque haya gritos, lloros y moratones en la espalda de mi hijo?

(¿No añade esto delito y escándalo porque mi hijo me ve como su padre?¿O porque confío mi voto en el político que dice que mira por el bien común, o por el empresario que me parece honrado, o por el taxista que tiene un rótulo en su coche, o el jefe scout con su pañoleta y su guitarra y buen rollo, o por el profesor a quien mi hijo estima, admira y es modelo en su vida y formación?)

Si uno es sacerdote, religioso o monje, confiesa tus pecados, tiene un llamado de Dios, una vocación en la que dice que Dios le ha llamado, como sacerdote celebra los sacramentos en nombre de Cristo, perdona los pecados en nombre del Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, proclama la Palabra de Dios y al acabar eleva el evangelio diciendo Palabra de Dios, y todo lo demás, ¿tampoco ha de ver un chavalito de 15 años en él una persona revestida de algo especial sino uno más, un "supuesto" más?

Parte de los trucos de uno de los sacerdotes Romanones, entonces con 33 años, era juguetear con los chicos y "acariciarlos" diciéndoles que tenía la misma edad de Cristo. (Recuerden los mismos trucos usados por Maciel, muy similares) No me digan ustedes que esto no es jugar sucio (nunca mejor dicho) y utilizar lo divino para pasar como una apisonadora sobre los muchachos.

Juan
27 de noviembre de 2014 a las 20:28

En algunos países hoy se celebra el día de Acción de Gracias. Los católicos y gracias a los sacerdotes celebramos en la eucaristía nuestra mejor acción de gracias. Gracias, fray Martín, en nombre de todos que celebran la eucaristía. Sentimos que estos escándalos sean excusa para millones de católicos dejar la Iglesia.

maria del saliente
28 de noviembre de 2014 a las 00:02

NO, no hace falta poner supuestamente, xq mal se ha hecho y mucho, ¿a las victimas? ¿a los sacerdotes? ¿a la Iglesia? Lo malo d eso está en q esta noticia, desde mi punto d vista, clarificará y enturbiará las cosas, según quien las comente, a nuestra comprensión humana, el daño es enorme, pero 10, 12, 120, 1200 sacerdotes culpables, irrefutablemente culpables, no pueden manchar la abnegada labor q un buen sacerdote hace a su cominudad. Tengamos caridad con los q sean culpables, tolerancia cero, si son culpables, pero respeto y reconocimiento a los buenos sacerdotes q nos pastorean, nos quitan las dudas, sanan nuestras heridas y nos conducen x el camino q nos lleva a Él.

fin de la omertá
28 de noviembre de 2014 a las 07:59

Fin de la "omertá", del silencio encubridor de delitos. Fin del “ si no puedes ser casto, al menos se cauto”. Porque la verdad ha de salir a la luz, nos recordaba no hace mucho Papa Francisco. Ha tenido que ser el vértice de la cúpula el que de un golpe en la mesa y diga basta. Porque Granada es la punta de un iceberg de amplias redes, de un tiempo en que algunas figuras investidas como iconos éticos y morales de una sociedad, confundieron la “autoritas” con la “potestas”.

En las estructuras piramidales son intrínsecas las relaciones de poder y sus oscuros efectos colaterales. En la Iglesia actual, aún prevalece esta estructura piramidal. Tender a una Iglesia fraterna, basada en el servicio según el mensaje de Jesús, eliminaría las sevicias de una estructura de poder.

Es probable que los delitos de Granada prescriban, o se encuentre defecto de forma. Porque las redes del poder son extensas. Pero todos sabemos que las cosas no pueden ni deben seguir así. ¿ Dónde queda el mensaje cristiano?

Gracias Fray Martín.

Paul
28 de noviembre de 2014 a las 09:54

Tolerancia "CERO" y también para los "pastores" que se dicen "pastores". Bravo por Francisco, estábamos esperando que el Bien en la Iglesia pudiera encarnarse verdaderamente con el testimonio y con valentía de este papa. Estamos ante el "destape de la olla" en nuestra iglesia de España, algo "tapada" (presuntamente) por quienes ya no gobiernan. Van saliendo cosillas que hasta ahora estaban muy bien escondidas y no solo en Granda, también en Zaragoza (presuntamente). Ha de salir el mal y limpiar la "basura" para que el bien brille más y pueda contagiar. Cuando un ministro, que su única función es el bien de los ciudadanos (presuntamente), se ve involucrado en los males y tentaciones de este mundo, es presionado por la misma sociedad a dimitir, irse y dejar que venga otro para que lo haga bien. La iglesia debería tomar nota de esto, y no soportar hasta los setenta y cinco años las malas gestiones de algunosde los pastores. Existen muy buenos pastores con olor a ovejas y hay malos pastores. Líbranos Señor de todo los males.

Legalitas
28 de noviembre de 2014 a las 15:43

Efectivamente, está usted en lo cierto. Los sacerdotes, religiosos etc son como todos, los laicos. Tienen las mismas debilidades, no por estar consagrados están en un pedestal. Conozco casos de gran debilidad. En mi opinión se han de aplicar las leyes tanto dentro como fuera de la Iglesia sin diferencia. Hay algunas personas que actúan en la iglesia sin leyes, como una especie de selva y además como Dios es misericordioso pues nos confesamos y a seguir. El pecado destroza a la Iglesia. Es fundamental la coherencia y madurez moral y algunos no están a la altura. Solamente nos queda rezar por ellos y en la medida de lo posible decirles las cosas o bien denunciar. Me han contado casos de monaguillos en colegios concertados en Valencia, terribles. Esa gente nunca denunciará sus abusos, pero el daño que se les ha hecho es irreparable.

fín de la omertá-bis
28 de noviembre de 2014 a las 17:39


En el comentario anterior, falta añadir " presuntamente". Por aquello de la ley vigente.

Y despues de Zaragoza y Granada, nuevo caso en Reus. La generación educada en el nacionalcatolicismo pierde el miedo y recupera su autoestima. Presuntamente "of course".

No hay nada oculto que no llegue a saberse, nos recuerda la Biblia.

Antonio López Sernández
29 de noviembre de 2014 a las 01:50

¡Ay por quien viniere el escándalo! El daño que se puede hacer a la Iglesia es el escándalo de sus miembros, y no me centro sólo en religiosos y sacerdotes, sino en todos. De suyo tienen encomendados más "talentos", debido a la educación exquisita recibida. Todos debemos dar cuenta de lo recibido. He estado 12 años en la Orden, desde los 11 a los 23 años, siete con hábito. Por circunstancias especiales tuve que cambiar de estado, aunque la búsqueda de Dios ha sido y sigue siendo el norte de mi vida. Tengo recuerdos de delicadeza espiritual, intelectual, responsabilidad... En esos años no he contemplado ningún escándalo. Se cometerían irregularidades, pero yo no las he percibido. Mis vivencias han sido y siguen siendo especiales. He vivido con muchos santos, sabios, hombres de Dios. Han sido y siguen siendo directores en mi vida, cuyo centro es Jesús. Eso es lo que debemos transmitir en nuestro mundo, sedientos de Dios. Los escándalos deben servir de aviso para estar siempre con las candelas encendidas, desconfiando de nosotros mismos, fiándonos más de Dios.

Carmen Martin
29 de noviembre de 2014 a las 16:45

Yo creo que todo esto es consecuencia de muchos años en los que los sacerdotes han relajado mucho sus costumbres: dejan de vestir de sacerdotes, dejan de confesar, dejan de hablar de lo que está bien y de lo que está mal, etc., etc.

Martín Gelabert
29 de noviembre de 2014 a las 17:29

Para Carmen Martín: con todo respeto le digo que yo creo que no tiene nada que ver una cosa con otra. Pero cada uno y cada una puede tener su opinión. Pecados y delitos en la Iglesia, los hay desde que existe la Iglesia. Y los hay porque está formada por personas humanas. Lo que ocurre es que hoy se saben muchas cosas que en otros tiempos se ocultaban. No todos son, somos, iguales. En la Iglesia, y en todas las instituciones, hay gente muy buena y gente mala. A veces los que se agarran a la ortodoxia, o a las vestimentas, o son más rigurosos en materia moral, son los menos de fiar. Aparentan por fuera lo que no tienen por dentro. También lo digo con cautela: he dicho "a veces". Los delincuentes y los pecadores no se distinguen por el vestido, se lo aseguro. Un abrazo y gracias por su participación.

Miguel Fernández Garcia/Zaragoza
29 de noviembre de 2014 a las 20:00

Totalmente de acuerdo con este exponente de D. Martin.
Sí, hay que limpiar el buen nombre para que la gente no se huela otra cosa cuando los curas y seglares digamos monaguillos.
Ya basta de que la IGLESIA y sus instituciones sean refugio "cueva" de malvados e indecentes. Hoy en día, estos elementos tienen oportunidad de hacer sus fechorías ( con personas mayores de edad ) libremente fuera de la Iglesia, no como en los años del franquismo cuando se les podía aplicar la famosa la ley de vagos y maleantes, entonces por el buen nombre de su "casta" se refugiaban en la Iglesia.
Que Dios nuestro Padre nos ayude y de fortaleza.

...y ellas
30 de noviembre de 2014 a las 14:49


Hay que reseñar los abusos espirituales realizados en la dirección espiritual. Los especialistas reseñan que los efectos son tan profundos como los de un abuso sexual.
Los abusos sexuales y espirituales de mujeres en la Iglesia están doblemente silenciados, por el machismo aún imperante. La homosexualidad femenina está recubierta como amistad especial. Mucho sufrimiento silenciado entre rejas y clausuras.

Mujeres que por no tener recursos para llevar adelante su vida, soportan situaciones tan vejatorias como los varones. No solo en los matrimonios, también en la vida religiosa. Aún no se ha hecho un estudio en profundidad de la vida religiosa femenina, como el que han realizado las religiosas estadounidenses.

Antes de pasar página, hay que leerla,asimilarla, para poder iniciar un tiempo nuevo. Las crisis son una oportunidad para crecer, como personas, como Iglesia. Codo con codo lo conseguiremos.

Adviento. Tiempo de renovación. De esperanza

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