Ene
Cristianofobia
9 comentariosHe leído con interés el testimonio, que pueden encontrar en nuestra página, de las Dominicas de la Presentación sobre la situación en Irak: hay persecución contra los cristianos, han celebrado las fiestas de Navidad casi a escondidas. También hoy se han amontonado las noticias sobre el miedo de los cristianos coptos a sufrir algún atentado en sus Iglesias en la celebración de su fiesta de Navidad (o Epifanía para los católicos de rito romano), sobre todo en Egipto, pero también en Alemania, Francia y Austria. Aunque el Papa, el 24 de diciembre, utilizó el término cristianofobia, lo cierto es que los responsables vaticanos están multiplicando las llamadas a la moderación para no encrespar más los ánimos y no ofrecer ningún pretexto a nuevas actitudes deplorables.
Vuelvo con el reportaje sobre las monjas dominicas. Una de las cosas que dicen es que las actitudes anticristianas empezaron con la primera guerra del Golfo y culminaron a partir de la segunda, con la invasión de Irak por tropas de Occidente. Eso hizo que se identificase cristianismo con defensa de los intereses occidentales. De ahí la oportunidad de la llamada que el Papa hizo el pasado día uno de enero a los líderes religiosos del mundo para volver a reunirse en Asís para orar por la paz. No sólo para orar, me permito añadir, sino para poner todas las cartas sobre la mesa. Y dejar claro que todos los atentados contra la paz y la dignidad humana son un atentado contra los derechos divinos que tiene todo ser humano. Para decir en voz muy alta que hechos así sólo pueden atribuirse a hijos de Satanás y no a soldados de Alá o a guerrilleros cristianos.
Por nuestra parte, debemos evitar cualquier signo que pueda llevar a confundir cristianismo con violencia. Incluso con la fuerza legítima o defensiva. Muchos ejércitos occidentales tienen sus propios capellanes. ¿Cómo dejar claro así que todo armamento, incluido el defensivo, es un asunto político, pero no religioso? También hace pensar que los que sufren las peores consecuencias del fanatismo son, una vez más, los pobres, los que no pueden defenderse, lo que no tienen medios para escapar. Hay que cambiar además esa mentalidad que hace del “otro”, del diferente, alguien potencialmente peligroso. El extraño no es un enemigo, pudiera ser la otra cara de mi yo y, en todo caso, un complemento que me enriquece. ¡Cuánto miedo al extraño, al distinto en lo político, lo racial, lo nacional, lo sexual (misoginia), lo cultural, lo religioso!