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Convivir en la pluralidad de creencias
11 comentariosEn un mundo crispado como el nuestro, en el que se recela del diferente y se sospecha del distinto, la escuela se está convirtiendo en lugar de convivencia cotidiana. Allí, niñas y niños todavía sin prejuicios, sin experiencias previas de rechazo, se encuentran en las aulas y en los patios de recreo y comprueban por experiencia que el otro no es tan distinto como a veces pensamos los mayores. Esta base social debería ser aprovechada y potenciada por las religiones. La auténtica experiencia religiosa genera la capacidad de abrirme al otro como diferente de mí y al mismo tiempo como hermano. Las religiones están llamadas a dar testimonio de que la experiencia espiritual hace salir de uno mismo, relativiza el yo y lo mío, y crea fraternidad.
Desde esta base antropológica, del roce que empieza en la escuela, sigue en la escalera que comparto con otros vecinos, continúa en los parques en los que mis niños juegan con otros niños, o en el comercio donde gentes distintas compramos el mismo pan; desde esta base socio-antropológica, digo, las religiones están llamadas a promover conjuntamente la paz y la justicia en el mundo. La autenticidad y credibilidad de sus líderes se mide no por sus llamadas a lo identitario que divide, sino por su capacidad de promover causas conjuntas. Por ejemplo, ¿por qué no pensar que cristianos y musulmanes podemos juntarnos para defender, en España y en Europa, los derechos de los inmigrantes? ¿Por qué no hacer esto desde centros comunes de acogida y oración? ¿Por qué la Biblia y el Corán no pueden ocupar juntos un lugar venerable en esta sala de acogida? ¿Por qué no pensar en asociaciones “mixtas”? ¿Es esto soñar?
La aportación específica de las religiones en el terreno de la paz y la justicia es mostrar que una actitud injusta o violenta no solo destruye a la víctima, sino también al agresor; que cuando causamos daño a los demás nos hacemos daño, aún sin darnos cuenta, a nosotros mismos, porque atrofiamos nuestra capacidad de ser humanos y, desde el punto de vista religioso, nos alejamos de Dios. Cuando los líderes religiosos dejen de hablar de destruir al infiel, al pagano o al hereje, para decir claramente que los atentados contra el infiel, el pagano y el hereje son el mayor insulto al propio Dios, entonces habremos encontrado el buen camino para la convivencia en la pluralidad de creencias.