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Conversión y penitencia en positivo
4 comentariosEn este tiempo de Cuaresma las palabras conversión y penitencia van a estar muy presentes en la liturgia, con la sana pretensión de que también estén muy presentes en la vida del cristiano. Mucha gente entiende estas palabras de forma negativa: la penitencia sería, para estas personas, un modo de aplacar a Dios a cambio de realizar algo desagradable y costoso, o de privarse de algo que nos apetece y nos agrada. Sin embargo la conversión y la penitencia implican una realidad muy positiva, favorable para el ser humano y acorde con su dignidad. Conversión significa darle la espalda a lo que no es bueno, para ponerse de cara a lo bueno; es abrir nuevas posibilidades a la vida, dejando aquello que nos conduce a lo malo, para así avanzar hacia el verdadero bien, que es el Dios revelado en Jesucristo. El término penitencia indica que toda conversión supone un esfuerzo, una renuncia. Pero todo lo que vale supone esfuerzo y renuncia. El deportista que quiere alcanzar un premio debe entrenarse duro cada día y llevar una vida ordenada, renunciando a los excesos que no son buenos para la salud física y mental.
Los términos conversión y penitencia indican que la fe cristiana, la adhesión incondicional a Dios, pone en crisis determinadas maneras de pensar y de actuar. Solo desde el trasfondo de una completa concepción de la fe se clarifica lo que se entiende por penitencia. Si la fe es una vuelta sin reservas a Dios, esto implica el abandono de otros modelos y proyectos de existencia, la renuncia a otras formas de asegurar y fundamentar la vida y, por consiguiente, el abandono del placer, del poder y del dinero entendidos como la garantía de la vida. El que pone su vida en estos ídolos de la riqueza y del poder, el que piensa que ellos son la garantía de su existencia, el que considera que allí va a encontrar la verdadera felicidad, equivoca el camino. Porque la única garantía de la vida es Dios. La penitencia (dice Walter Kasper) “es una fuerza crítica frente a los ídolos antiguos y nuevos, frente a todas las pretensiones absolutistas de los sistemas ideológicos o políticos”. Visto así, la conversión y la penitencia son la otra cara de la fe. Una fe, sin este elemento crítico, sin esta fuerza renovadora que es la conversión perdería su fuerza.