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Consultar el horóscopo
4 comentariosMe gustó un cartel que decía: “un auténtico cristiano no consulta nunca el horóscopo, más bien lee el Evangelio cada día”. No sé si son muchos los creyentes que leen el horóscopo, pero sí son muchas las personas que acuden a adivinos, astrólogos, echadores de cartas, visionarios, etc. Es llamativa la cantidad de canales de televisión en los que se ofrecen este tipo de servicios, a través de líneas telefónicas de alto coste y baja velocidad. A veces los personajes que dicen solucionar la vida de los que les consultan están rodeados de signos religiosos católicos, tales como imágenes o frases alusivas a San Cayetano, San Judas, el Cristo de Medinaceli y todas las vírgenes que ustedes quieran. Llama también la atención que revistas y periódicos “serios” publiquen el horóscopo. Debe ser porque interesa a sus lectores.
El libro sagrado del judaísmo y del cristianismo, en su primera página, critica fuertemente la astrología. Digo bien astrología y no astronomía. Mientras la astronomía es el estudio científico del universo y de sus astros, la astrología pretende describir y descubrir la personalidad y los rasgos importantes de la vida a partir de la posición de los astros en el momento del nacimiento (signo zodiacal). Pues bien, las ideas que han dado lugar a la astrología moderna fueron ya desacreditadas por los teólogos hebreos hace 2.500 años. En efecto, el capítulo primero del Génesis efectúa una desmitificación de todo lo que en las culturas circundantes a Israel tenía carácter divino: la luna, el sol y los monstruos marinos. Es curioso notar que en Gén 1,16 ni siquiera se nombran al Sol y a la Luna, que eran nombres divinos en las culturas vecinas a Israel, como si se quisiera indicar que no se les necesita para que alumbren, pues la luz no depende de ellos, sino únicamente de Dios.
El Génesis califica de simples luminarias al sol y a la luna. Los hebreos tuvieron la tentación (como los pueblos vecinos) de adorar a los cuerpos celestes. Gen 1,14-19 es un ataque a esa adoración. Los humanos no han sido creados para servir a esos dioses. La luna y el sol son simplemente “luminarias” al servicio del ser humano. Buscar en la conjunción de los planetas o de las estrellas nuestro futuro o una luz para nuestro presente es idolatría. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº 2116): “la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, el recurso a ‘mediums’, están en contradicción con el honor y el respeto que debemos solamente a Dios”. Y en el libro del Deuteronomio (18,10-12) se puede leer: En el pueblo de Dios “no ha de haber nadie que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos; ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios”.