Jun
¿Cómo es posible que les voten?
4 comentariosEscribí estas reflexiones tras escuchar que el expresidente de los Estados Unidos había sido declarado culpable de 34 delitos y, a pesar de eso o precisamente por eso, seguía pensando en presentarse como candidato a la presidencia en las próximas elecciones del 5 de noviembre. Lo más llamativo es que tiene posibilidades de ganar. Eso significa que, aunque pierda, serán muchos los que le voten. El caso de los Estados Unidos no es único. En todas partes hay políticos poco ejemplares, sobre todo según el juicio de sus adversarios, que consiguen muchos votos. ¿Cómo es esto posible? Una cosa es que las delicias del poder hagan perder la cabeza, y por conseguir o mantener el poder uno esté dispuesto a hacer cualquier cosa, y otra que haya personas que voten a políticos a los que solo interesa el poder, no precisamente para ejercerlo buscando el bien de los ciudadanos, sino buscando su propio interés. Sin duda, de un modo u otro, todos buscan su interés, pero hay grados en esta búsqueda, siendo el grado más perverso el de buscar el poder sin importar en absoluto el bien de los ciudadanos.
Estoy convencido de que la mayoría de los políticos entiende la política como un servicio al bien común y, aunque gocen de los privilegios que conlleva el poder, están de verdad preocupados por ejercerlo con un mínimo de honradez, decoro y buen sentido. Si no fuera así, si todos fueran corruptos, la ciudad o la nación sería un caos absoluto. El mal solo se mantiene porque hay más bien que mal. El mal absoluto se destruiría a sí mismo. Si una organización funciona, a pesar de que en ella hay quienes se aprovechan de sus bondades sin importarles lo más mínimo el bien de los demás componentes de la organización, es porque hay otros que la hacen funcionar. Sólo porque hay más bien que mal es posible la vida y la convivencia.
¿Cómo es posible que haya personas dispuestas a favorecer con su voto la subida al poder de políticos que otros consideran poco recomendables? Eso se explica porque quienes les votan ven en ellos cosas buenas y positivas, y consideran que aquellos a los que no votan aún lo harían peor. El nuestro es un mundo ambiguo, “capaz de lo mejor y de lo peor” (Gaudium et Spes, 9) y, a veces, no es fácil delimitar donde empieza y acaba lo bueno y lo malo. Precisamente por eso cada uno debemos asumir nuestras propias responsabilidades y seguir los dictámenes de nuestra conciencia, aún a pesar de que, precisamente haciendo el bien, mantenemos el mal. Combatir el mal con el mal es perjudicial para todos, todos, todos. Así se explica que en las guerras todos pierdan y nadie gane. El bueno por excelencia, el Justo en el mejor sentido de esta palabra, es el que, lejos de devolver mal por mal, respondía con una bendición. Dicho con otras palabras, el Justo por excelencia es el que asumió el pecado del mundo.