Jun
¿Cómo entiendo mi sacerdocio?
9 comentariosPronto saldrá publicada mi respuesta a la pregunta que la dirección de una revista me hizo sobre cómo entiendo mi sacerdocio. La adelanto para ustedes, amables lectores: lo entiendo dentro del contexto de mi vida religiosa dominicana. Hoy, entre los dominicos, algunos discuten el sentido que tiene eso que dicen nuestras Constituciones: que la Orden es clerical. Según las Constituciones el motivo de que la Orden sea clerical es que el ministerio de la Palabra y de los sacramentos de la fe es oficio sacerdotal. Estaría de acuerdo en matizar que el ministerio de la Palabra no es exclusivo de los presbíteros; más aún, que hay laicos cualificados que ejercen mejor el ministerio de la Palabra que muchos presbíteros. Pero también es bueno recordar que, según el Concilio Vaticano II, los presbíteros tienen por deber primero anunciar a todos el Evangelio de Dios. Y este anuncio del Evangelio coincide totalmente con el fin de la Orden dominicana y con lo que, humildemente, a mi me gusta hacer. Yo, ante todo, me siento predicador. Este oficio puede realizarse siendo presbítero o no siéndolo, pero el presbiterado abre nuevas posibilidades a la predicación. En esta línea es como entiendo mi ser dominico y mi ser presbítero. No solo no veo ninguna oposición, sino que me parecen dos realidades tan complementarias que, en mi, resultan indisociables.
El ministerio de la predicación puede ejercerse de muchos modos. También se predica con el ejemplo. Pero cuando san Pablo dice que la fe nace de la predicación está pensando en la predicación de la palabra. La predicación no se reduce a las homilías; puede y debe realizarse por medio de la catequesis, de la enseñanza de la teología, por medio de la escritura o por internet. Incluso por medio del arte. Pero sea cual sea el medio, la predicación debe iluminar la inteligencia del creyente, ser una buena explicación de la fe, no quedarse en generalidades, sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio. Para hacer esto, para que la predicación no se limite a calentar el corazón, sino a ser sobre todo doctrinal, para así permanecer en la mente del oyente y configurarla según la “mente de Cristo”, se requiere no solo oración, sino también estudio y reflexión. Esta característica doctrinal me parece propia de la predicación dominicana y me gustaría que marcase mi presbiterado.