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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

9
Oct
2025

Cerrar la boca para entrar en lo sagrado

4 comentarios
ruido

El verbo griego “myein” significa cerrar los ojos o cerrar la boca. De esta raíz derivan palabras que remiten a prácticas religiosas, como místico y misterio. Hay una relación estrecha entre cerrar los ojos, o sea, entrar en el ámbito de lo invisible, y el culto a los dioses. Los dioses son invisibles. La carta a los hebreos (11,27) elogia la fe de Moisés, que se mantuvo firme en las dificultades precisamente porque se apoyaba en “el invisible”. Igualmente hay una estrecha relación entre cerrar la boca, o sea, guardar silencio, y el culto a lo divino. Esta segunda relación me parece interesante porque se diría que hoy el silencio no es lo que más abunda.

Vivimos en un mundo ruidoso. El silencio estorba y necesitamos continuamente del ruido para sentirnos vivos. Muchas personas llevan puestos unos auriculares como si fueran la continuación de sus orejas. Y en muchas casas, está continuamente encendido el aparato de televisión, aunque nadie lo mire. El ruido se ha convertido en una necesidad. ¿Será porque nuestro tiempo es alérgico al misterio, o porque “vivimos en un mundo sin consagración”, como dice Byung-Chul Han? El verbo fundamental de nuestro tiempo, añade el filósofo no es cerrar, sino abrir sobre todo la boca. Nadie escucha y muchos gritan. Y, sin embargo, el silencio nos permite entrar en nuestro interior; solo así podemos plantearnos las grandes preguntas que de verdad interesan: ¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿qué sentido quiero dar a mi vida?

Escuchar es la actitud religiosa por excelencia. Pero para escuchar hay que guardar silencio. Por eso, si la fe en Dios es ante todo escucha, solo el silencio puede despertarla. Recuerden esa escena del evangelio, en la que, aparentemente con toda razón, Marta se queja a su amigo Jesús de que su hermana María no le ayuda en las tareas de la casa. ¿Cuál el motivo por el que no es ayudada? Porque María está a los pies de Jesús, escuchando su palabra. Esta es la respuesta de Jesús a Marta: “te preocupas y agitas por muchas cosas y solo hay necesidad de una sola. María ha elegido la parte buena” (Lc 10,41-42). Lo que sobre todo esperamos de los amigos no es un regalo, ni un favor, ni que nos sean útiles, sino que presten atención a nuestra persona. A nuestra persona y no a nuestras necesidades. El servir a los amigos es útil. Pero solo una cosa es necesaria en la amistad: saber escuchar. Esta es la gran lección que María da a Marta. El otro tiene algo que decirnos, espera que le escuchemos con tranquilidad, que dejemos el ajetreo y nos paremos a mirarle en silencio, dándole lo mejor que podemos darle: la vida misma. El amor requiere silencio.

El ruido es inconciliable con la oración, en cierto modo impide la trascendencia. No es extraño que en algunas iglesias haya carteles en la puerta que invitan a los fieles a apagar el teléfono. Hoy estamos digitalmente hipercomunicados. Los ordenadores y los teléfonos producen mucho ruido, oral y visual. Esta hipercomunicación no crea ninguna conexión. Más bien aísla y acentúa la soledad. El silencio, en cambio, es camino de comunión con Dios, con los hermanos y con uno mismo.

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Chiquet
9 de octubre de 2025 a las 06:36

Sí, … decimos de la cara y cruz, … la moneda es una. Palabra y silencio, reflexión callada, escucha para recibir a Cristo. Sinodalidad, relación, horizontalidad, vale, pero Cristo en medio hablando, guiando.
Prontitud en los relatos, en señalar algún culpable, en conseguir derrotar al partido contrario, … y dejar los valores apartados.
?Dónde queda el reflexionar para encontrar causas profundas o viejas detrás de lo recién acaecido?
Que no falte algún lúcido solitario-anacoreta, tampoco políticos buenos, incluso por encima del propio partido; que no nos falte Cristo para ser socorridos por su yugo: con Él, así ligados, no nos perderemos.
Gracias por la reflexión.

Juanjo
9 de octubre de 2025 a las 07:12

Me ha venido enseguida a la cabeza la actitud de Job después de escuchar los discursos que le dirige Dios tras todas sus quejas; “Me siento pequeño, ¿qué replicaré? | Me taparé la boca con la mano”. (Jb 40,4)
Quien conozca básicamente la historia del libro de Job sabrá que llega un momento en que Dios le habla “desde el torbellino” y al final se reconoce pequeño, y guarda silencio, se pone en actitud de escucha, sabe que ya no debe hablar más él, solo escuchar. Job reconoce admirado la supremacía de Dios. Y eso es justamente lo que Job había pedido a los amigos por dos veces que se taparan la boca con la mano ante la inconsistencia de sus razonamientos.
Esta actitud de taparse la boca y quedar en silencio es señal de respeto, de miedo o de admiración. Es la necesaria para poder llegar a poder decir como el personaje; «Te conocía sólo de oídas; ahora te han visto mis ojos». (42,5)

Valero
9 de octubre de 2025 a las 10:21

En relación al silencio necesario para poder escuchar a Dios no es casual que la oración principal de los judíos y así se puede leer en la biblia comienza así: "Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios el Señor es uno" Se trata del Shemá (escucha) hebreo que precede al decálogo. También san Pablo dice que le fe viene por la predicación cuando uno abre el oído a la proclamación del kerigma. También a mí me llama la atención que actualmente la gente parece tener miedo al silencio y se llena de ruidos quizá en un intento por llenar el vacío que produce la ausencia de Dios y esto me recuerda a lo que dice san Agustín: "Estamos hechos para Dios y por eso sólo en Él podrá hallar descanso nuestro corazón". Me ha encantado tu comentario Martín.

juan garcia
10 de octubre de 2025 a las 00:42

El servicio de los telefones modernos es incalculable. Su rapida coonexion con el objetivo deseado no tiene precio. Uno se queda corto en lo que este medio de comunicacion nos ofrece. Pero tine sus puntos negativos.que resalta fray Martin. Cuando salieroon al mercado el usario se concentraba en el nuevo juguete y no participaba en la vieja tertulia. La soledad como consecuencia es lo contrario a lo que busca el silencio orientado a la contemplacion.

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