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Católicos practicantes, una redundancia
2 comentariosCuando se dice que tal persona es católica practicante, o católica ejerciente, se está indicando que la persona en cuestión no sólo está bautizada, sino que está convencida de su fe y la vive sin ocultarla ni avergonzarse. Por el contrario, el católico no practicante sería aquel bautizado que no cumple con la eucaristía dominical, que no acepta la moral de la Iglesia y que, a lo sumo, alguna vez se deja ver por la Iglesia con motivo de celebraciones que, para él, son actos sociales, como un matrimonio o unas exequias.
Este modo de distinguir entre unos y otros católicos me resulta extraña. Nunca me han convencido las redundancias, sean del tipo de que sean: hay que ser “sacerdotes sacerdotes”. ¿Y cuál es la diferencia entre ser sacerdote y “sacerdote sacerdote”? ¿Acaso se quiere así distinguir entre buenos y malos presbíteros? O, peor aún, ¿acaso el segundo, el duplicado, demuestra su bondad a base de signos externos, tales como la vestimenta? Hubo un tiempo que en Valencia se hablaba de ser “valencianos valencianos”. ¿Qué se quería indicar con eso? Era un modo de hacer militancia por unas determinadas ideas “en contra de” otros modos de entender la ciudadanía. Estas redundancias contienen una crítica a los que no piensan como uno, son excluyentes y beligerantes.
Ser católico practicante podría compararse con ser un marido o una esposa “practicante”. ¿Se puede llamar esposo a un “no practicante”, a uno que no cuida de sus hijos, que no se habla con su mujer o que no comparte las responsabilidades y cargas familiares? ¿Es esto un esposo? Eso ha dejado de ser un esposo. Del mismo modo, un católico no practicante ha dejado de ser católico. Es alguien que prescinde de su fe, que la ha abandonado, que está alejado de ella, que actúa como un pagano, como un no creyente. ¿Cuál es la diferencia real entre un “no católico” y un “católico no practicante”? Si queda claro que no hay diferencia entre ambos, entonces es claro que en España los católicos somos minoría.
Otra cosa es que todos seamos pecadores y tengamos nuestros fallos, deficiencias y defectos y, que por tanto, tengamos que corregir algunas actitudes. Pero el que reconoce sus fallos, está fundamentalmente dentro de la órbita de lo que se debe ser, aunque reconozca que debe mejorar. Entre los católicos los hay que somos más pecadores que otros. Pero todos practicantes.