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Católicos no cristianos
15 comentariosCatólicos no cristianos es una expresión utilizada por Jairo del Agua, buena persona y excelente bloguero. No confundir con cristianos no católicos, o sea, con los hermanos de las Iglesias protestantes, anglicanas u ortodoxas que, con todo derecho, se consideran y llaman cristianos, pero no están en comunión plena con el Obispo de Roma.
¿Qué puede ser eso de un católico no cristiano? ¿No resulta contradictorio? Lo que resulta es paradójico y por eso mismo invita a pensar. Se trata de una combinación de dos adjetivos, en el que uno, católico, hace las veces de sujeto, un sujeto calificado por no ser cristiano. Pero claro, calificar de no cristiano a un católico implica entender de modo especial el término católico. En la combinación “católico no cristiano”, católico significa más o menos lo siguiente: se trata de una persona que se atribuye el término católico de forma excluyente, porque él se considera la medida de lo católico y rechaza que los que no pasan por su medida sean católicos. Este tipo de católicos excluyentes (¡vaya contradicción: católico quiere decir universal!) suelen ser beligerantes y encuentran su identidad en la condena del otro, en lo que les separa. Buscan enemigos donde sea, porque el enemigo les da vida. Además de beligerantes son intransigentes, incapaces de reconocer cualquier cosa buena en aquel que no coincide plenamente con su medida. Son como esos fariseos “que se tienen por justos y desprecian a los demás” (Lc 18,9). La intransigencia y la beligerancia les ciegan. Les ocurre como a esos judíos que Jesús criticaba: creen que ven, se creen muy lúcidos, en realidad están ciegos, no se enteran de nada (Jn 9,40).
Se convierten así en católicos no cristianos. En católicos cuya referencia no es el Evangelio de Cristo sino, a lo sumo, unas expresiones doctrinales descontextualizadas y, por tanto, mal entendidas; o unas formas en las que cuenta más la estética que la ética. No cristianos porque aparentemente (y aquí la apariencia importa) no siguen las huellas de aquel que vino a salvar y no a juzgar ni a condenar (Jn 12,47), sufriendo en su propia carne las consecuencias de una opción tan exigente: al ser insultado no devolvía el insulto; al padecer, no amenazaba (1 Pe 2,23). Tengo la impresión de que, a veces, en ambientes, páginas o pergaminos que se autocalifican de católicos, hay exceso de ruido y de furor. Estos excesos nos pueden convertir en “católicos no cristianos”.