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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Feb
2007

¿Catequista, profesor o educador?

4 comentarios
Se ha conocido estos días la sentencia del Tribunal Constitucional que reconoce la constitucionalidad de que sean las autoridades eclesiásticas las que determinen quienes son las personas cualificadas para impartir la asignatura de religión. La sentencia ha agradado a unos y disgustado a otros. La prensa y algún foro de internet se han hecho eco de las distintas reacciones. Se ha suscitado una pregunta hábilmente orientada: ¿el profesor de religión es catequista o profesor?

En España esta asignatura es confesional. No se trata de impartir historia de las religiones o fenomenología de la religión, sino religión católica. Por eso se trata de una materia opcional, libre, como libres son aquellas cuestiones que tienen que ver con los grandes valores y las grandes orientaciones de la vida. El casarme o no casarme es libre, aunque decisivo para mi vida. Pues bien, si se trata de una materia confesional es lógico que sean las Iglesias las que, de algún modo, regulen su enseñanza. Respetando, eso sí, todos los derechos laborales y civiles que haya que respetar.

Para impartir materias que tienen que ver con los valores importa mucho la competencia, pero también importa la actitud del profesor. Eso no significa que el profesor de religión sea un catequista. El  profesor de religión enseña cultura de la fe; el catequista facilita el surgimiento y mantenimiento de la fe. Los profesores de religión no son catequistas que adoctrinan. Son enseñantes, pero sobre todo son educadores. Yo no me imagino a un profesor de ética o de la proyectada “educación para la ciudadanía” impartiendo esas asignaturas siendo miembro de un grupo violento, y menos aún haciendo alarde de ello, por muy competente que sea. El problema de algún que otro profesor de religión que ha tenido dificultades está no tanto en el hecho de ser un pecador (todos lo somos) sino en la repercusión pública de alguna de sus actitudes no muy acorde con lo que él mismo debería enseñar.
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JMValderas
25 de febrero de 2007 a las 20:40

Querido Gelabert Cuando a uno le ha salido un espaldar más duro que el del galápago no diría nunca que un editorial de El País, tratándose de un asunto que implica a la Iglesia, orienta hábilmente una cuestión, sino que deturpa su enfoque, lo sesga. Por definición el profesor de religión es profesor. Invocar al catequista es, de plano, querer emborronar con tinta de calamar y seducir y, por lo visto, lo consigue con más de uno. Al catequista no se le exige título académico; al profesor sí. Lo que El País omite y, me sorprende que tú no le delates, es que allí donde la religión cuenta en el curriculum esos profesores se forman en facultades de teología públicas. No hubiera yo traído a colación la asignatura socialista. ¿Por qué no llamar las cosas por su nombre? Quizá un no violento no enseñe la materia, pero ten por seguro que ocuparán la cátedra quienes repartan esquemas ilustrados de las distintas formas de “familia”, la interrupción libre del embarazo, la consideración del embrión como un amasijo de células. Si has tenido relación con profesores de filosofía de bachillerato sabrás que no hablo de futuribles, sino de pasado y presente.

M. Gelabert
25 de febrero de 2007 a las 21:03

Solo quiero aclarar una cosa, respetando toda opinión y más las razonadas. Yo ni digo ni pienso que el editorial de "El País" oriente hábilmente una cuestión. Lo que digo o al menos quiero decir es que la pregunta está hábilmente orientada. Tan orientada (o tan mal orientada) que busca provocar una respuesta determinada. Por eso digo que el profesor de religión no es un catequista. Gracias a todos los lectores y a todos los participantes.

Bernardo Pérez Andreo
25 de febrero de 2007 a las 22:11

Querido Martín, aprovecho para saludarte porque hace ya algún tiempo que no estamos en contacto. Quiero terciar en esto porque me afecta directamente. Como sabes, el 50% de mi horario lectivo está dedicado a la religión católica pero lo hago en un centro concertado católico, lo cual le da un sesgo diferente al de los compañeros que lo imparten en centros públicos, en primer lugar porque no dependo del obispado directamente. Bien, hay dos cosas que lanzo al ruedo por si interesa: 1ª hasta dónde debe llegar el compromiso público de la fe de un profesor de religión para ser considerado apto para impartir la asignatura, es decir ¿cuántos cánones del código de derecho canónico debe cumplir?, porque no basta con decir aquello de "lo normal". Y 2ª, si se despide a un profesor de religión, se da la circunstancia que la indemnización debe ser abonada por la administración educativa y no por el que decide su despido. Creo que sería justo que quien despide abone la indemnización, si así fuera, estoy absolutamente seguro que los obispos se lo pensarían dos veces antes de hacerlo, por mucho que quieran defender la doctrina católica: 6 millones de euros que le cuesta cada año a la administración pública los despidos de los obispos es mucho, pero ya se sabe que con pólvora de rey... Te puedo asegurar que conozco gente que sigue dando clase tras haber reducido la elección de la asignatura en su centro al 30 %, es decir, a menos de la mitad de la media en secundaria. Un abrazo.

lola
26 de febrero de 2007 a las 23:27

Importantisimo que den un testimonio de vida, no cualquier persona, pueden hacer mucho daño, cualquier profesor debe dar un ejemplo a los alumnos, pero cuando uno enseña religion o es profesor de una Facultad de Teologia todavia mas, de lo contrario es daño es irreparable.
Piensen un poco por favor

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