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Feb
2007Feb
¿Catequista, profesor o educador?
4 comentariosSe ha conocido estos días la sentencia del Tribunal Constitucional que reconoce la constitucionalidad de que sean las autoridades eclesiásticas las que determinen quienes son las personas cualificadas para impartir la asignatura de religión. La sentencia ha agradado a unos y disgustado a otros. La prensa y algún foro de internet se han hecho eco de las distintas reacciones. Se ha suscitado una pregunta hábilmente orientada: ¿el profesor de religión es catequista o profesor?
En España esta asignatura es confesional. No se trata de impartir historia de las religiones o fenomenología de la religión, sino religión católica. Por eso se trata de una materia opcional, libre, como libres son aquellas cuestiones que tienen que ver con los grandes valores y las grandes orientaciones de la vida. El casarme o no casarme es libre, aunque decisivo para mi vida. Pues bien, si se trata de una materia confesional es lógico que sean las Iglesias las que, de algún modo, regulen su enseñanza. Respetando, eso sí, todos los derechos laborales y civiles que haya que respetar.
Para impartir materias que tienen que ver con los valores importa mucho la competencia, pero también importa la actitud del profesor. Eso no significa que el profesor de religión sea un catequista. El profesor de religión enseña cultura de la fe; el catequista facilita el surgimiento y mantenimiento de la fe. Los profesores de religión no son catequistas que adoctrinan. Son enseñantes, pero sobre todo son educadores. Yo no me imagino a un profesor de ética o de la proyectada “educación para la ciudadanía” impartiendo esas asignaturas siendo miembro de un grupo violento, y menos aún haciendo alarde de ello, por muy competente que sea. El problema de algún que otro profesor de religión que ha tenido dificultades está no tanto en el hecho de ser un pecador (todos lo somos) sino en la repercusión pública de alguna de sus actitudes no muy acorde con lo que él mismo debería enseñar.
En España esta asignatura es confesional. No se trata de impartir historia de las religiones o fenomenología de la religión, sino religión católica. Por eso se trata de una materia opcional, libre, como libres son aquellas cuestiones que tienen que ver con los grandes valores y las grandes orientaciones de la vida. El casarme o no casarme es libre, aunque decisivo para mi vida. Pues bien, si se trata de una materia confesional es lógico que sean las Iglesias las que, de algún modo, regulen su enseñanza. Respetando, eso sí, todos los derechos laborales y civiles que haya que respetar.
Para impartir materias que tienen que ver con los valores importa mucho la competencia, pero también importa la actitud del profesor. Eso no significa que el profesor de religión sea un catequista. El profesor de religión enseña cultura de la fe; el catequista facilita el surgimiento y mantenimiento de la fe. Los profesores de religión no son catequistas que adoctrinan. Son enseñantes, pero sobre todo son educadores. Yo no me imagino a un profesor de ética o de la proyectada “educación para la ciudadanía” impartiendo esas asignaturas siendo miembro de un grupo violento, y menos aún haciendo alarde de ello, por muy competente que sea. El problema de algún que otro profesor de religión que ha tenido dificultades está no tanto en el hecho de ser un pecador (todos lo somos) sino en la repercusión pública de alguna de sus actitudes no muy acorde con lo que él mismo debería enseñar.