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Cárcel y convento de clausura
8 comentarios¿Cuál es la diferencia entre una cárcel y un convento de clausura? Se trata de dos lugares con las puertas cerradas, en los que la comunicación con los de dentro se hace o, al menos, se hacía, a través de unas rejas que impiden el paso del interior al exterior. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental: a las personas que están en la cárcel les gustaría salir de allí, pero no pueden, porque no les dejan. Las personas que están en el convento de clausura pueden salir libremente cuando quieren, pero no quieren dejar el convento, prefieren quedarse dentro.
Esa es exactamente la diferencia que hay entre el pecado y la gracia de Dios. El pecado no te deja libre, cada día te engancha más y no quiere “soltarte”, aunque tú sí quieres liberarte de él. La gracia te deja cada vez más libre, aunque tú no quieres que te deje. O la diferencia que hay entre la droga y el amor. La droga engancha, produce adición. El amor también hace algo parecido: te ata profundamente al amado. Con una diferencia: cuando la droga te ha enganchado, salir de ella es muy difícil, raya lo imposible; y sin embargo, en los momentos de lucidez el drogadicto bien quisiera dejarla. El amor, si es auténtico, siempre respeta la libertad del amado, siempre es posible romperlo. Ocurre que el auténtico amante no quiere desligarse del amado, porque el amor, lejos de oprimir, libera en el hecho mismo de unir. Hay amor cuando dos, que podrían vivir separados, deciden libremente vivir juntos. El amor es una invasión que no es dominio, servicio que no es servidumbre, pasividad que no es capitulación. Es una dependencia, en la que toda fuerza desaparece, para convertirse en una necesidad libre.
Con Dios ocurre lo mismo que con el amor. Un Dios que no te deja libre es un ídolo y el grupo religioso que te coacciona para que no lo dejes es una secta perversa y destructiva. Un Dios que te engancha, que te aprisiona, un Dios con el que una vez enganchado ya no puedes salir, eso es una droga, un ídolo en definitiva. El Dios de Jesús invita, pero nunca obliga, porque el amor solo puede fundamentarse en la libertad.