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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

7
Ene
2010

Caperucita Roja y Moisés

6 comentarios

Salvando las distancias, Moisés tiene algún parecido con Caperucita Roja. Ambos están llamados a una misión: llevar al pueblo de Dios a la Tierra Prometida y llevar la comida a la abuelita. Ambos se enfrentan con un poderoso enemigo: el faraón y el lobo; ambos tienen que atravesar una tierra inhóspita, llena de peligros para cumplir su misión: el desierto y el bosque. Hay una diferencia fundamental entre estas figuras: mientras Caperucita es un personaje claramente fantasioso, Moisés es el referente de la fe israelita y apunta a lo real. Como tal referente es también figura y anticipo del definitivo y verdadero Moisés, de Jesús, que conduce a quienes le siguen a la verdadera Tierra Prometida, que es el seno del Padre.

La figura de Moisés pide ser actualizada por cada uno de los creyentes, que tenemos una misión que cumplir en la vida, superando para ello muchas dificultades. Es interesante notar que, según cuenta la Biblia, Moisés no pudo entrar en la Tierra Prometida, no pudo disfrutar de los frutos de su esfuerzo. La Tierra Prometida la vio de lejos, pero no la alcanzó. Su misión es liberar al pueblo de la esclavitud y llevarlo a una tierra que mana leche y miel, una tierra de fraternidad. Pero quien disfrutará de esta tierra serán otros. ¿No es duro que otros sean los beneficiarios de mi trabajo?

La historia de Moisés es nuestra propia historia: disfrutamos de unos bienes que otros nos han dejado, y nosotros dejamos a nuestros hijos el fruto de nuestro trabajo. Eso, más que motivo de tristeza, debería ser motivo de gran alegría. Hemos cumplido con nuestra misión. Muchos de nuestros esfuerzos están orientados a dejar un mundo mejor a nuestros hijos, a las generaciones futuras. Posiblemente no veremos nosotros las consecuencias, positivas o negativas, del mundo que estamos construyendo.

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Catalina
7 de enero de 2010 a las 14:17

Muy bonito, gracias
si, realmente lo nuestro es sembrar, sin esperar nada a cambio, tal vez otro recojeran la cosecha, tal vezz no haya cosecha, no debe importarnos. CXomo dice S juan de la Cruz, ni mirare las flores, ni tremere las fieras, solo caminar con la llama que en el corazon arde, sin mas.

Bernardo
7 de enero de 2010 a las 23:07

A mi me gusta distinguir entre las historias verdaderas y las verdaderas historias. Lo de Moisés,como el resto de historias de la Biblia son verdaderas historias, es decir, historias en las que se nos dice algo verdadero para la humanidad. Otra cosa son las historias verdaderas, que suelen contar muchas mentiras,como caperucita y el lobo.

Moisés
8 de enero de 2010 a las 02:31

Alguien me dijo una vez, creo que era un buen profesor de Biblia que tuve, que lo que narra la Biblia nunca ocurrió, pero que ocurre todos los días. Espero que todos los días seamos un poco más caperucitas o moiseses o lo que fuere, pero nunca un poco más lobos. Los lobos como el del cuento (mis respetos para los lobos reales) no saben más que de voracidad, aunque vayan bajo pieles de corderos. Y no hace falta que les ponga nombre, porque cada ámbito humano tiene sus lobos, de sobra conocidos. Y la verdad es que no me excluyo, pues... ¿quién no es un poco lobo en su corazoncito? También en nuestros corazones hay éxodos... ¡y qué duros algunos de sus desiertos!

Anónimo
8 de enero de 2010 a las 13:49

Lo mejor del ser humano cuando emprende alguna misión, casi nunca esta en la meta, la mayoría de las veces lo que importa es todo aquello que vivimos y descubrimos mientras recorremos el camino, es decir mientras vivimos; Moisés rompió el servilismo del hombre por el hombre confiando en Yhave, igual que nosotros rompemos con nuestros miedos de cada día, cuando preferimos mover el ánima en vez del arma.

Letizia
8 de enero de 2010 a las 15:50

Me gusta este post. Martín, es usted simplemente maravilloso. No todos somos capaces de dejar que se vea el niño que llevamos dentro, pero es una experiencia liberadora de lo más. Qué distinto sería nuestro mundo si todos viviéramos procurando el bien para los otros sin esperar recompensa. Saludos.

erase una vez...
8 de enero de 2010 a las 23:09

La exégesis narrativa deconstruye a partir de una desmitologización de los textos. Con ello ayuda al lector a despertar, leyendo el texto con otra mirada. El texto interpela y el lector inicia su propio viaje, su propio despertar. Y como dice la sabiduría popular, a veces hay que besar muchas ranas, para encontrar un príncipe o princesa. Que lo somos todos, solo que muchos aún están dormidos. Sal de tu tierra e inicia el viaje. Sabiduría ancestral. Saludos

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