Ene
Boicot a la Misa en la Universidad de Barcelona
6 comentariosUn grupo de estudiantes, contrarios a que se celebren oficios religiosos en la Capilla de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona han conseguido, mediante acciones de presión inaceptables, que se suspendan cautelarmente las Eucaristías de los miércoles (aquellas a las que asistían más estudiantes y profesores católicos) ante la imposibilidad de asegurar el buen orden en el recinto. Hasta aquí la noticia. Y a partir de aquí algunas reflexiones ingenuas.
En primer lugar me gustaría decir que nunca ha sido fácil ser cristiano. Vivir el evangelio exige “hacerse violencia” e ir a contracorriente. Ya lo dijo Jesús: vosotros no sois del mundo, el mundo os odia. Actualmente, en España y fuera de España, la práctica religiosa no cuenta con apoyo social. Casi deberíamos alegrarnos, porque así quedan claras la libertad del acto de fe y la fuerza de las convicciones de los creyentes. Pero, por otra parte, resulta triste que en una sociedad libre y democrática no se respeten las convicciones de todos y cada uno, siempre que se manifiesten por medios pacíficos y legales.
He escrito y mantengo que a los creyentes nos interesa mucho saber lo que los otros ven y lo que los otros piensan de nosotros. Porque el problema no es el rostro que la Iglesia quiere dar, sino el rostro que en ella se ve. No basta la buena voluntad para dar un testimonio adecuado. No basta con lamentarse porque los otros no nos entienden o nos entienden mal. Es importante saber la imagen que damos, para poder aclarar todo malentendido, y situarnos de forma que los otros vean lo que deben ver. En este sentido sería interesante conocer los motivos, las razones del boicot de la Misa. Para poder ofrecer la adecuada respuesta y aclarar lo que se pueda aclarar.
Si hay motivos, expongámoslos y dialoguemos. Si no hay motivos, entonces estamos ante un acto irracional. Un acto indigno del templo de la razón, del diálogo y de la tolerancia que debe ser la Universidad. La Universidad no puede consentir el triunfo de la sin razón. Ya no por motivos religiosos, sino por motivos académicos.