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Bautismo de adultos, doloroso y clarificador
8 comentariosHay asuntos importantes de la fe cristiana sobre los que no hay consenso teológico ni pronunciamiento definitivo del Magisterio. Se puede, por tanto, con toda tranquilidad tener distintas opiniones sobre ellos. Un ejemplo es el suscitado por algunos comentaristas del último post sobre el momento adecuado para recibir el bautismo. Bautizando a los recién nacidos parece que se invierte el proceso por el que se llega a la fe: escucha de la palabra, conversión, aceptación de la fe y acción sacramental. ¿Se puede disociar la fe, el acto personal y el sacramento y dar así la impresión de que solo importa el “rito”?
No hay ningún testimonio seguro en el Nuevo Testamento a favor del bautismo de los niños. En 1Co 7,14 se dice que los hijos nacidos de padres creyentes son “santos”, no por el bautismo, sino por participar de la santidad del padre o madre creyente. Los testimonios a favor del bautismo de los niños se remontan a comienzos del siglo III. Basándose en esta práctica surgió la pregunta de porqué eran bautizados “para el perdón de los pecados” si no habían podido cometer pecado. La respuesta fue que nacían con pecado original. A partir de ahí se despertó el problema de la salvación de los niños muertos sin bautismo. Hoy nadie afirma que el bautismo sea condición estricta para la salvación. Si no se administra a un recién nacido eso no significa que se le prive de la gracia divina. No obstante hay argumentos a favor de este bautismo: ninguna vida humana se inicia en un absoluto punto cero. Todos nos hallamos sometidos a influencias de otras personas Los padres que bautizan al niño reconocen, por esto mismo, el espacio en el que quieren que crezca y en el que les gustaría que se insertase desde su propia decisión personal.
El problema no es tanto si hay que bautizar al niño o si hay que esperar a que pueda tomar su propia decisión, sino el tipo de educación que le damos, los ejemplos y palabras que recibe, la calidad de vida cristiana de sus padres y el interés que estos tienen en transmitir esa vida a sus hijos. Toda persona, con bautismo o sin él, tiene que asumir personalmente una decisión fundamental, en la que Cristo es referencia obligada. Lo que yo sospecho es que si esperamos a bautizarla cuando asuma esta decisión, las “listas” de cristianos disminuirán sensiblemente. Posiblemente esto sería doloroso para algunos y clarificador para todos.