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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

7
Mar
2007

Ayuno cuaresmal y otros ayunos

11 comentarios
Leo justificaciones del ayuno cuaresmal que apelan a comportamientos que no tienen nada que ver con los alimentos: ayuno de fumar, de murmurar, de quejarse, de deprimirse, de ver la televisión, etc. Sospecho que esto no es entrar a fondo en el ayuno del que habla la Iglesia, a saber, la abstención de tomar alimentos. Hoy, este ayuno, no evoca precisamente comportamientos religiosos, sino dos situaciones deplorables (digo deplorables y no perversas para no tener que referirme a la reciente huelga política de hambre). Voy con las situaciones deplorables: una es la anorexia y/o la bulimia, nueva enfermedad de nuestros países ricos. Otra es el hambre, que abruma a casi mil millones de personas en el mundo.

Una palabra iluminadora del ayuno de alimentos la tenemos en la respuesta de Jesús al tentador: “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. El ayuno de pan no vale por sí mismo, vale en la medida en que nos dirige al verdadero alimento, el de la Palabra de Dios. Palabra que ilumina las dos situaciones a las que antes me referí. Por una parte, a la luz del evangelio estamos invitados a cuidar de nuestro cuerpo, destinado a la salvación, templo del Espíritu e imagen de Dios. Cuidar del cuerpo no es sólo alimentarlo bien, sino controlar sus desajustes y tendencias perversas; a este control puede ayudar la sobriedad en la comida y en la bebida. Por otra parte, a la luz del evangelio estamos llamados a solidarizarnos con tantos que no tiene para comer, con tantos que se juegan la vida para llegar a nuestro continente porque en el suyo ya no tienen nada que perder. Llamados a un uso responsable de nuestras riquezas, que en realidad no son nuestras, sino de todos. Recuerdo que Tomás de Aquino se pregunta: ¿es lícito robar en caso de necesidad? La respuesta: en caso de urgente necesidad no hay robo cuando uno toma lo que a otro pertenece, pues en este caso se han franqueado los límites del derecho de propiedad.
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anonimo
7 de marzo de 2007 a las 07:44

Gracias Martín, por iluminar el verdadero sentido del ayuno, de la calidad y tipo de alimento necesario. Porque ya hay corrientes americanas- del norte of course- que proponen métodos de oración para conseguir el peso ideal. Sus libros se venden en grandes superficies junto a bolsas multicolores de patatas chips, con sus correspondientes grupos de apoyo alrededor de esta orientación. La perversión de un sistema que subvierte el alimentarse para vivir, por el llenar el vacío vital a base de ingerir grasas trans, de insensibilizar cuerpo, mente y espíritu a base de calorías, que no de alimento. Y menos del único necesario. La Palabra de Dios. El Pan de Vida, la Eucaristía.
Al final, nadie puede engañarse a sí mismo, utilizando el alimento como medio de gratificación perversa, bien personal, o como chantaje. Los chiquillos- del rico primer mundo- aprenden pronto a ejercer chantaje emocional mediante el alimento. Es perverso, e inmaduro.Es perversa la utilizacion del cuerpo anoréxico de modelos en pasarelas. Dos de ellas brasileñas- han muerto Y un pecado del primer mundo permitir la muerte por inanición- que no por huelga de hambre- por un mal reparto de los recursos humanos, que pertenecen a todos. ¿ Alguien confesará este pecado en su confesión cuaresmal?

Bernardo
7 de marzo de 2007 a las 23:01

Al hilo de lo último de tu reflexión, querido Martín, me permito recordar que San Juan Crisóstomo fue un clarividente defensor de la comunión de los bienes. Tenía muy claro que toda riqueza es un robo. Por ello no podemos hablar de "riquezas comunes", porque la "riqueza", en sí misma, es la aporpiación injusta de los bienes (ahora sí) comunes. Creo que la expresión más impactante del santo era: "el que es rico es ladrón o hijo de ladrón", es decir, si eres rico es porque lo has robado tú o lo ha robado tu padre, la riqueza es el amargo fruto de un latrocinio, en todos los casos.

lola
10 de marzo de 2007 a las 21:42

la verdad que el ayuno es muy necesario, hasta desde el punto egoista de la sociedad de hoy, donde existen enfermos por comer, el sindrome metabolico. Asi que seria muy inteligente ayunar y compartir, todos dejariamos de estar enfermos, unos del exceso, diabetes, dislipemia y otros de desnutricion.....¿nos apuntamos?

Carmentxu
11 de marzo de 2007 a las 12:26

No estoy de acuerdo en la expresión"el que es rico es ladrón o hijo de ladrón".
Se darán casos pero,no es cierto para generalizarlo.
Conozco una familia,podría se la mia,de cinco hermanos.El padre les dio carrera a loa cinco,uno de ellos a pesar del intento del padre comenzó medicina,no terminó,sus hermanos Ingeniero de Caminos etc,vivieron lujosamente y dejaron una buena herencia a sus hijos,el que no quiso estudiar,pasó como pudo de empleado de Banca y,sus hijos,sufrieron las carencias.
Que me digan ahora,que, el Ingeniero de Caminos es un ladrón o hijo de ladrón.No es cierto.Y ademas,indignante.Otra cosa es que,el que tiene por sus esfuerzos se acuerde y reparta al que no tiene.

JMValderas
11 de marzo de 2007 a las 17:38

Querido Gelabert: tu reflexión sobre el ayuno te ha derivado hacia el sentido social de la propiedad. Retorciendo el sentido de los Padres hay quien reitera el aforismo marxista de que la propiedad es un robo. Leíamos estos días diversos pasajes evangélicos sobre el dueño de la viña. ¿Era éste en cuanto propietario un ladrón? ¿Lo será mi Padre celestial, referente último de la imagen bondadosa o justa, según el pasaje en cuestión? Pero no podemos reducir a trazos gruesos el profundo sentido de la comunidad de bienes. Por la sencilla razón de que la verdad cristiana es mucho más radical. Los que somos emigrantes hemos experimentado en nuestra propia carne el sinsentido del derecho de propiedad de unos bienes que el Señor quiso para todos: trabajo, salud, educación. De ahí la inmensa injusticia del nacionalismo, por ejemplo, que recibe a los emigrantes con un paternalismo despreciable y se niega a compartir la mesa con ellos (bajo la excusa del idioma, religión o etnia).

Bernardo
12 de marzo de 2007 a las 18:23

¡Atención! El aforismo marxista es que "la propiedad privada es un robo". Lo que afirman los Santos Padres, el Crisóstomo, Basilio de Cesarea, Gregorio Nacienceno, incluso San Ambrosio, es que la riqueza nace de la apropiación indebida de los bienes que Dios ha puesto para todos sus hijos sin distinciones. El "retorcimiento" se produce en las mentes formadas en el capitalismo, que identifican "bienes" con "riquezas" y estas con ""propiedad privada". Los cristianos creemos que tenemos derecho al usufructo de los bienes de este mundo, porque son un don de Dios a todos los hombres de todas las épocas. El derecho de propiedad cesa ante el bien común porque sobre la propiedad privada "pesa una hipotéca social" (GS, 69). Cuando los primeros cristianos ponían todo en común (Hch 2, 44-45), lo que hacían era poner en práctica la lógica que emana de las leyes del Éxodo y Levítico: la tierra y todo cuanto contiene es de Dios y todos los hombres son hermanos y usufrutuarios de la misma (Cf. Lv 25, 10.23).

Bernardo
12 de marzo de 2007 a las 18:40

Creo que es necesaria una pequeña aclaración sobre el rico en tanto que ladrón. El contexto socio-histórico en el que el Crisóstomo hace esta afirmación es la estructura piramidal del Imperio Romano. Según todos los investigadores (Lenski, Alfóldy, Steggemann, etc) las élites suponían el 10% de la población y se apropiaban del 90% de los bienes producidos. Mientras, el 90% de la población debía producir esos bienes y "disfrutaban" del 10%. Con este reparto se ve claramente que los ricos, ese 10%, robaban los bienes que por derecho natural y divino pertenecían a todos. Los pobres apenas podían hacer una comida decente al día y sufrían lo indecible para sobrevivir. Este es el contexto en el que la famosa frase tiene sentido. Si lo aplicamos a la actualidad hemos de decir que nadie es dueño absoluto de nada porque todos somos "administradores" de los bienes que se han puesto, sea como fuere, a nuestra disposición en función del bien común. Pueden ser bienes materiales, intelectuales o espirituales, por ejemplo, si Martín Gelabert no nos diera periódicamente esos libros y estas reflexiones, estaría "robándonos" y "robándose" los bienes intelectuales y espirituales que Dios le ha dado para que comparta con sus hermanos. Un abrazo.

Bernardo
12 de marzo de 2007 a las 19:08

Fe de erratas: GS, 69 versa sobre "el destino universal de los bienes". Que sobre la propiedad privada "pesa una hipoteca social" es de Juan Pablo II, SRS, 42.
Pido perdón por citar de memoria.
Un Saludo

JMValderas
12 de marzo de 2007 a las 20:50

Vamos matizando: ya no se firma que “toda riqueza es un robo”, sino la que “nace de la apropiación indebida de los bienes que Dios ha puesto para todos sus hijos sin distinciones”, en román paladino, pura tautología: es robo la apropiación indebida. No sabía yo que mi mente se había formado en el capitalismo (salvaje, supongo, y leyendo a destajo desde Riccardo hasta la escuela entera de Chicago, uno por uno, aunque confieso mi debilidad por Hicks y, sobre todo, Keynes, pero ni uno ni otro entran en el canon nefando), ni me parece se pueda traslucir de mis palabras la identificación plena (biyectiva) de "bienes" con "riquezas" y estas con "propiedad privada”. Entre otras cosas el término griego que usa san Juan para designar las riquezas tienen connotaciones de apetito desordenado. Suum cuique. Tampoco sería yo tan categórico sobre las estadísticas del mundo antiguo en la que “todos” están de acuerdo, ni siquiera para contextualizar al Crisóstomo. Las cecas de Andalucía, las medulas de León o el comercio de Ampurias, por citar ejemplos domésticos, nos hablan de una sociedad mucho más compleja que la pirámide, una sociedad en la que, por supuesto, había también masas de pobres, que, para nuestra vergüenza, “siempre estarán con nosotros”.

Bernardo
12 de marzo de 2007 a las 23:27

Dice Ricardo (el de san Víctor), en su De Trinitate, que la unión de las personas divinas implica un eterno y equitativo compartir entre ellas. En la Trinidad, el amor desborda extáticamente al Padre y al Hijo para incluir a un tercero, el condilectus. Este amor, ad extra, procura la creación entera como un don. Esta "economía divina" debería ser el modelo de toda "economía humana", donde los bienes existen por el compartir total fruto de la donación absoluta: "nadie consideraba suyo nada de lo que tenía". Volviendo al tema, no hay matizaciones: seguimos afirmando que la riqueza es fruto de la apropiación, siempre indebida, de los bienes comunes, por ello, "qué difícil es que los que tienen las riquezas (chremata, las 6 veces que aparece en el NT indica fortuna o propiedades)entren en el Reino de Dios" Lc 18, 24. En esta tradición, la vida es don y los bienes comunes. Sin embargo, en la otra tradición, los bienes comunes son riquezas privadas que deben ser acumuladas mediante del egoísmo individual organizado por la famosa "mano invisible", que, como bien sabemos no existe, el que sí existe es el "puño invisible", como dijo Thomas Friedman en New York Times Magazine del 28 de marzo de 1999: "La mano invisible del mercado no funcionará jamás sin un puño invisible. McDonald’s no puede extenderse sin McDonnel Douglas, el fabricante del F-15". Como decía Tácito en su Agricola "a robar, saquear y matar llaman Imperio, crean un desierto y le llaman paz". Un saludo.

JMValderas
13 de marzo de 2007 a las 12:39

Me parece oportuna y acertada la remisión a la Trinidad. La obra ad extra, de la Creación y la Providencia, consumada con la Redención, constituye el sentido de nuestra vida individual y comunitaria en todos los aspectos. Partir de Ricardo de san Víctor, yo hubiera añadido también Hugo, me parece, asimismo, óptimo. Creía uno que la tesis doctoral de Olegario González de Cardedal había quedado soterrada por el polvo. Obviamente, ya he abusado de la gentileza del dueño de la website y del blog y, por mi parte debo concluir aquí.

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