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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

25
Ene
2007

Amante de la verdad

5 comentarios
Tomás de Aquino murió un siete de marzo. Antiguamente se celebraba su fiesta en esta fecha. Pero la coincidencia con la cuaresma hizo que se fijase para celebrar su recuerdo el 28 de enero. Ese día, pero del año 1369, su cuerpo fue trasladado a la iglesia dominicana de su nombre en Toulouse.

De San Agustín conocemos su vida, sentimientos y reacciones por propia confesión. Sto. Tomás nunca suele hablar de sí mismo. Una de las pocas veces en que lo hace aprovecha unas palabras de San Hilario: “soy consciente de que el principal deber de mi vida para con Dios es esforzarme por que mi lengua y todos mis sentidos hablen de El”. En este contexto, Tomás realiza el elogio de la teología. Entre otras cosas dice que su estudio nos hace amigos de Dios: “por él la persona se asemeja principalmente a Dios, y como la semejanza es causa del amor, el estudio de la teología une especialmente a Dios por amistad”.

Tomás de Aquino no es patrimonio de nadie, es un bien común de toda la Iglesia y de todos los teólogos. Lo mejor que se puede hacer con su doctrina no es repetirla materialmente, sino seguir sus grandes intuiciones, buscar el modo de aplicarlas a la situación actual, y tomarle como modelo de buen hacer teológico. Tomás era un hombre que estaba a la escucha, a la escucha también de aquellos con los que no estaba de acuerdo, pero de los que también aprendía mucho, pues estaba convencido de que la verdad –al menos un destello de ella- se encuentra en todas partes; y de que toda verdad, incluso si por hipótesis la dijera el diablo, viene del Espíritu Santo. Hoy hay dos modos de leer a Sto. Tomás: el fijado en un conjunto de tesis abstractas y soluciones prefabricadas, que vuelve a estar de actualidad en ciertos sectores involucionistas; y el Tomás lleno de frescura y originalidad, abierto a los grandes interrogantes de la humanidad. Este último creo que es el asumido por la Orden Dominicana.
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JMValderas
25 de enero de 2007 a las 18:42

Querido Gelabert: Para leer a santo Tomás, como para leer a cualquier autor medieval, hay que conocer su circunstancia o al menos tener al alcance los útiles que nos la acerquen. Por ser breve, las introducciones histórico-conceptuales de Ramírez, Wesheilp o Chenu. Además de un ensayo precioso publicado por Seuil, Marie- Dominique Chenu dio a la imprenta, junto a su famoso estudio sobre la teología medieval, numerosas entregas imprescindibles recogidas en el volumen preparado por Giacinta Spinosa “Studi di lessicografia filosofica medievale” (2001). Chenu sigue la estela de Gardeil en el método histórico en teología. Pero, amigo Gelabert, el problema no es santo Tomás. El problema son ciertos teólogos actuales, que confunden la frescura y la mente abierta con la ignorancia o la palabrería. El de Aquino conocía la biología de Aristóteles que le trajo de Tesalónica y tradujo Guillermo de Moerbeke. Conocía al Galeno recuperado en Montpellier. Producen grima esos teólogos que no conocen la teoría de cuerdas (su significado, no necesariamente su aparato matemático) y hablan de la Creación, explican (¿)los atributos de Dios y no saben el sentido actual de infinitud, vacío o nada. ¿Sigo?

Vicente Botella
26 de enero de 2007 a las 14:38

Martín: te agradezco tu reflexión sobre Tomás de Aquino.¡Qué importante es lo que recuerdas de su elogio a la teología! La teología nos une a Dios y nos asemeja a Dios por amistad. La teología, pues, también es una escuela de unión íntima y afectiva con Dios, de experiencia contemplativa. Por otra parte, ¡qué reto nos lanza el Aquinate en el quehacer teológico!¡Saber escuchar la verdad donde resuene!, actualizarla y ofrerla con rigor y valentía; abrir el pensamiento teológico a todas las ramas del saber... Otra vez gracias

Pedro
27 de enero de 2007 a las 21:05

Qué importante es el amor a la verdad. A veces, viendo cómo van las cosas en política, pero también en otros campos, me pregunto si hay amor a la verdad, o más bien amor al poder, amor al dinero, amor a salir en la foto. Sin amor a la verdad todo es una farsa.

Oscar
28 de enero de 2007 a las 11:50

Mi enhorabuena a los dominicos por haber tenido entre sus filas a Santo Tomás de Aquino. Y mis deseos de que la labor teológica siga siendo una prioridad para ellos. Nos hace mucha falta. La palabra libre y bien fundamentada no tiene precio.

Rosario
28 de enero de 2007 a las 15:59

Estimado Martín: Gracias por tu refexión sobre Tomás de Aquino porque, es la ocasión para felicitar a los Dominicos por la labor tan importante que están realizando en la Facultad de teilogía de Valencia, especialmente en la sección Dominicos. Allí he cursado los estudios de teología. En esa sede me he sentido acogida en un ambiente de verdadera amistad y confianza, tanto por parte de los alumnos como de los profesores. En los distintos cursos a los que he asistido, he sido testigo de vuestro interés al valorar el esfuerzo que realizamos los laicos para decicar el tiempo, que en muchas ocasiones no tenemos, a los estudios teológicos. Doy las gracias también porque nos facilitáis todo lo que necesitamos para el estudio, incluso los libros propios de los profesores, y también agradezco el llenguaje sencillo de vuestras explicaciones en clase, fiel al Evangelio y al mismo tiempo creativo. Todo esto ha contribuido a mantener vivo mi interés y seguir mis estudios a pesar de mis limitaciones. Muchas gracias.

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