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Actitud con los que no comparten la fe
6 comentariosEn la carta dirigida al director de La Repubblica, a la que aludía en un post anterior, el Papa se refiere a la actitud que debemos adoptar con aquellos que no comparten nuestra fe en Jesús. En primer lugar con el pueblo judío. A partir del Vaticano II hemos descubierto, dice Francisco, “que el pueblo judío sigue siendo para nosotros la raíz santa de la que germinó Jesús”. De ahí la importancia de cultivar la amistad con nuestros hermanos judíos, pues Dios sigue siendo fiel a la alianza con Israel; más aún, a través de terribles pruebas, los judíos han conservado su fe en Dios. “Y por esto, dice Francisco, con ellos nunca seremos lo suficientemente agradecidos como Iglesia, y también como humanidad”. Ellos invitan a los cristianos a vivir siempre como peregrinos, esperando el regreso del Señor.
Y con los que no creen en Dios y no buscan la fe, ¿cuál debe ser nuestra actitud? Responde el Papa: teniendo en cuenta que la misericordia de Dios no tiene límites, la cuestión para quienes no creen en Dios es la de obedecer a su propia conciencia. En concreto, esto significa decidir ante lo que se percibe como bueno o como malo. En esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestras acciones. En esta línea se había pronunciado ya el Vaticano II: los que no creen en Dios, pero siguen los dictados de su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.
Finalmente, el papa responde a la cuestión de si es un error o un pecado pensar que no existe ningún absoluto, sino solo una serie de verdades relativas o subjetivas. Para empezar, dice, “yo no hablaría ni siquiera para quien cree, de una verdad ‘absoluta’, en el sentido de que absoluto es aquello que está desatado, es decir, sin ningún tipo de relación”. Pues la verdad, según la fe cristiana, es el amor de Dios hacia nosotros en Cristo. Por tanto, “¡la verdad es una relación!”. En otras palabras: la verdad sólo la encontramos y se nos entrega cuando caminamos y vivimos en el amor. A partir de ahí es posible entablar un diálogo constructivo y pacífico con todos los hombres, y encontrarnos con ellos en lo más fundamental de la vida que es el amor. Los cristianos sabemos que dónde hay amor, allí está Dios.