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Blog Nihil Obstat

Martín Gelabert Ballester, OP

de Martín Gelabert Ballester, OP
Sobre el autor

2
Jun
2025
La gloria presupone la naturaleza
2 comentarios

florgloria

El principio tomista de que la gracia presupone la naturaleza y la perfecciona es bastante conocido y citado. Ya es menos citado y conocido otro principio que prolonga el anterior “gloria non tollet naturam”, la gloria no destruye la naturaleza, sino que la realza. Porque la gloria no es más que la plenitud de la gracia.

Si la gloria presupone la naturaleza eso significa que en el mundo de la resurrección nuestra naturaleza (a la vez corporal y espiritual o, si se prefiere, somática y psicológica) no solo no desaparecerá, sino que alcanzará su más alta perfección. Al respecto, el Concilio Vaticano II dejó claro que “los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos, limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal”.

No es extraño que Tomás de Aquino dijera que en el cielo nuestros cuerpos seguirán siendo sexuados, pues la sexualidad forma parte de nuestra integridad humana. A mucha gente le cuesta creer en la resurrección de la carne. Los doctos filósofos atenienses se burlaron de Pablo cuando, en el Areópago, habló de resurrección. Si hubiera hablado de inmortalidad del alma seguramente no se habrían reído de él. De hecho, en su primera carta a los corintios tiene que responder precisamente a la pregunta de con qué cuerpo resucitan los muertos, pues la resurrección de los cuerpos suponía una gran dificultad para la gente de mentalidad griega.

Cuando Pablo responde que los muertos resucitan con un “cuerpo espiritual”, no está diciendo que resuciten con un cuerpo etéreo o energético, o sea, sin cuerpo, sino con un cuerpo invadido por el Espíritu Santo, un cuerpo en el que lo somático estará determinado por el espíritu divino y no a la inversa, como sucede ahora en esta vida terrena, en la que nuestra dimensión psíquica está muchas veces determinada por las pasiones de la carne. Mientras que la filosofía griega esperaba una supervivencia inmortal de solo el alma, liberada finalmente del cuerpo, el cristianismo concibe la inmortalidad como restauración íntegra del ser humano por el Espíritu de Dios.

En estos asuntos lo mejor es quedarse con los principios y las ideas generales. Porque cuando se trata de concretar detalles podemos resultar un poco ridículos, aunque si sabemos presentar esos detalles como hipótesis y no los absolutizamos, entonces también pueden ayudar a orientarnos. Pienso, por ejemplo, en eso que dice Tomás de Aquino sobre la edad de los resucitados: “resucitarán alrededor de los treinta años”, la edad perfecta, según nuestro santo. Estas explicaciones, a veces necesarias para la gente sencilla, no hay que tomarlas literalmente, sino como una manera de decir que el cuerpo resucitado alcanzará su perfección. Por cierto, su perfección a imagen de Cristo, “el Hombre perfecto”.

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29
May
2025
Jesús resucitado subió al cielo
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ascension2025

Tanto el Credo Apostólico como el de Nicea unen en una sola afirmación la resurrección de Cristo y su subida al cielo: “al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos” (creo apostólico); “resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo” (creo niceno). Resucitar y subir al cielo son dos afirmaciones equivalentes, porque la resurrección no es una vuelta a la vida de este mundo. Si así fuera, la muerte no habría sido vencida, pues todo lo de este mundo está marcado por la finitud y, por tanto, es temporal. Volver a este mundo, suponiendo que esto fuera posible, es volver a morir. Un día u otro todo se termina. Resucitar es entrar en el mundo de Dios, ese mundo donde la muerte ya no tiene poder. Para entrar en ese “otro mundo”, en el mundo de Dios, es necesario dejar este mundo. El mundo de Dios es el cielo.

La palabra cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más profundo: el estar el hombre en Dios es el cielo. Cristo crucificado, rechazado por los hombres, es acogido por Dios en su cielo. La ascensión no es, por tanto, una subida, sino una acogida. Dios acoge a su amado hijo Jesús. Y de la misma forma que san Pablo afirma que Cristo ha resucitado como primicia de los que murieron (1 Cor 15,20), como el primero de una larga lista de hermanos que esperan resucitar con él, también podemos afirmar que Cristo asciende al cielo como primicia, como el primero de una larga lista, para abrirnos camino y llevarnos a nosotros con él. Allí nos está esperando, porque mientras no lleguemos nosotros, su Cuerpo, que somos nosotros (1 Cor 12,27), no está completo.

Pero hay más, pues si el estar con Dios es el cielo, nosotros nos acercamos al cielo, más aún entramos en el cielo en la medida en que ya nos acercamos a Jesús y estamos en comunión con él. Si nos encontramos con Jesús, nos encontramos necesariamente con el Padre. Por tanto, la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado, invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros.

El evangelista Lucas (24,52) afirma que, después de la Ascensión los apóstoles “volvieron a Jerusalén con gran alegría”. Si Jesús se hubiera ido, estarían muy tristes. Pero estaban muy alegres porque lo acontecido no era una separación. Al contrario, como bien dice Benedicto XVI, los apóstoles “tenían la certeza de que el Crucificado-Resucitado estaba vivo, y en él se habían abierto para siempre a la humanidad las puertas de Dios, las puertas de la vida eterna. En otras palabras, su Ascensión no implicaba la ausencia temporal del mundo, sino que más bien inauguraba la forma nueva, definitiva y perenne de su presencia, en virtud de su participación en el poder regio de Dios”.

A los discípulos de entonces, y a nosotros ahora nos corresponde hacer perceptible la presencia de Jesús en el mundo con el testimonio, el anuncio y el compromiso misionero. Como los apóstoles, nosotros no podemos quedarnos “mirando al cielo” (Hech 1,11), sino ir por doquier y proclamar el anuncio salvífico de la muerte y resurrección de Cristo.

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25
May
2025
Gran deseo de León XIV: una Iglesia unida
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iglesiaunida

León XIV ha dejado claro que piensa continuar con una de las grandes herencias de Francisco, a saber, seguir promocionando el carácter sinodal de la Iglesia católica. En la homilía de la Eucaristía con la que inauguró su ministerio habló de “apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás”. En esta homilía dijo que “su primer gran deseo” era “una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado”. Mantener la unidad de la Iglesia es una de las tareas fundamentales del Papa. Porque la división es un anti-signo.

Una de las divisiones más serias entre católicos se refiere a la aceptación o rechazo del Vaticano II. Una de las primeras cosas que pidió León XIV a los cardenales y, por extensión a todo el clero y a todos los fieles, fue precisamente la aceptación completa del concilio Vaticano II: “quisiera que renováramos juntos, hoy, nuestra plena adhesión a ese camino, a la vía que desde hace ya decenios la Iglesia universal está recorriendo tras las huellas del Concilio Vaticano II”. Y añadió: “El Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium”.

Más allá de las apariencias, o de las simpatías humanas que pueda despertar uno u otro Papa, hay una continuidad en el Magisterio, porque el Espíritu Santo cuida de que la Iglesia no se desvíe en nada fundamental para la fe. Por eso no tienen sentido las críticas en forma de descalificación e insulto que ha recibido Francisco. Todos los Papas han sido criticados. Sin duda, León XIV, a medida que vaya tomando posiciones y ofreciendo nuevas orientaciones, también será criticado. Pero una cosa es el desacuerdo sobre temas puntuales y otra la descalificación global de la persona del Papa. Muchas descalificaciones globales lo único que denotan es ignorancia teológica, cerrazón mental, mentalidad estrecha y vocación de inquisidores.

Lo que necesitamos en esta hora es sinodalidad, o sea, caminar juntos, darnos la mano. Eso no impide que podamos tener gustos y opiniones diferentes, pero esos gustos y opiniones no nos convierten en enemigos, sino en personas dispuestas a escuchar para, al menos, comprender las razones y los motivos del otro. En este mundo nuestro hay personas que tienen muchos “ayeres” cargados de malos recuerdos. Necesitamos un mañana. Pero para tener este mañana necesitamos vivir un presente hecho de encuentro, concordia, entendimiento, consenso. Cuando surjan desacuerdos preguntémonos qué podemos hacer juntos. Esa es la pregunta que el Creador nos plantea a todos. Esa es la cuestión esencial para compartir la vida con aquellos que nos resultan diferentes: interactuar y preguntarnos qué podemos hacer juntos. La ley del universo, la ley del Creador, no es la de los dualismos tolerantes, sino la de las mutuas interpenetraciones.

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21
May
2025
Lo de Jesús no es normal
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Hace 1.700 años el Concilio de Nicea, con las categorías lingüísticas y filosóficas de su tiempo, quiso dejar claro una realidad cuando menos paradójica, sino aparentemente contradictoria, a saber: que, por una parte, Jesús era “Dios de Dios”, “de la misma naturaleza del Padre”. Y, sin embargo, este Dios de Dios, “se encarnó, se hizo hombre y padeció”. Ninguna de las dos afirmaciones por separado expresa la totalidad de la realidad de Jesús. Las dos dan mucho que pensar.

¿Qué vieron en Jesús sus contemporáneos? Sencillamente a un hombre. A un judío, hijo de José y de María, que vivió en Nazaret con su familia. Más tarde, sus discípulos, amigos y amigas comieron y bebieron con él, le acompañaron en sus correrías como predicador itinerante, le oyeron y tocaron, hicieron fiesta con él. Unos vieron en él a un profeta, otros quisieron hacerle rey; su amigo Pedro le confesó como Hijo del Dios vivo, aunque los evangelios notan que no comprendía lo que decía. Vieron a un hombre, quizás un hombre extraordinario. Y, sin embargo, lo que ocurre con este hombre no es normal.

No es normal, porque se trata de un Mesías que no quiere ser rey, de uno que expulsa demonios, pero les prohíbe que digan quién es, de uno que hace milagros, pero dice que eso no es muy importante, del juez de las naciones que come con los pecadores, del hijo de Abraham que dice que existe antes de Abraham, del Hijo del hombre que se deja prender y ejecutar como un malhechor. Cuando una voz celestial le designa como el Hijo amado que está por encima de todo, está a punto de hacerse bautizar como uno más por Juan Bautista. Cuando es transfigurado, exige que los testigos guarden silencio y les anuncia algo verdaderamente más inverosímil para ellos que la transfiguración: su pasión y muerte cercanas. Él que debería ser el vencedor termina siendo un vencido. Y, una vez vencido, parece que vuelve a resurgir.

Y, cuando después de Pentecostés, sus amigos le confiesan como Dios, se trata de un Dios muy sorprendente si tenemos en cuenta lo que ellos y nosotros nos imaginamos que debe ser un dios, pues “siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre” (Flp 2,6-7). Tampoco parece eso muy normal. Se diría que Dios no sabe lo que es ser dios.

Un Jesús bien presentado debe sorprender. Si no sorprende, si todo está claro, entonces no se trata del auténtico Jesús, pues el auténtico es desconcertante y siempre provoca preguntas. Cuando decimos: “se trata de un hombre”, y lo presentamos bien, el oyente debe pensar: ahí hay algo raro. Y cuando decimos: “se trata de Dios”, y lo presentamos bien, el oyente debe pensar: en este Dios algo no encaja. Si todo está claro es porque nos lo hemos apropiado y lo hemos encerrado en nuestras pobres categorías. Si desconcierta y suscita preguntas es porque su persona orienta hacia más allá de su persona.

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17
May
2025
1700 años después de Nicea: ¿Jesús es Dios?
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Nicea1700

El primer Concilio de Nicea se celebró del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. Estamos, pues, celebrando este año, el 1.700 aniversario de aquel Concilio. La confesión de fe que allí se definió es aceptada prácticamente por todas las Iglesias cristianas: católica, ortodoxa, reformada, luterana, anglicana y bastantes más. Fue un Concilio rodeado de polémica, tanto antes, como durante el concilio y también después. Lo convocó el emperador Constantino que pretendía lograr la paz y la unidad de su imperio a base de eliminar las disputas religiosas y conseguir una confesión de fe unánime. ¿Podemos ver ahí la primera interferencia del poder civil en la Iglesia? Hay que situarse en el contexto de la época. También otro emperador, Carlos V, influyó en la convocatoria del Concilio de Trento. Lo cierto es que, con sus más y sus menos, Constantino consiguió que en Nicea se confesase una profesión de fe, que sigue siendo hoy la que prácticamente todos los cristianos mantienen y que, con los añadidos del Concilio de Constantinopla, ha entrado en la liturgia católica.

El asunto de fondo que allí se dirimía era, dicho de forma muy sencilla y sin entrar en matices, si Jesús era Dios. Digo sin entrar en matices, porque el Verbo encarnado es Dios y hombre verdadero. Tanto los partidarios de la ortodoxia como los partidarios de Arrio (el personaje que recapitula la “oposición” a Nicea, aunque no fue el único) confesaban que Jesús era “divino”. Pero los matices resultaban importantes y decisivos. Para unos, Jesús, el Verbo del Padre, había sido “creado” por el Padre, como mediador necesario de la futura creación del mundo. Solo el Padre era “ingenito”, no creado. El Hijo era engendrado por el Padre y, por tanto, concluían los partidarios de Arrio, era creado, antes de la fundación del mundo, pero creado. Hubo un tiempo, por tanto, en que el Padre existió solo. El Concilio dejó claro que el Hijo era “engendrado”, pero “no creado” y, por tanto, era eterno como el Padre. Porque en Dios no hay Padre sin Hijo, ni Hijo sin Padre. Los dos son simultáneos y de la misma naturaleza, aunque también son diferentes “personas”, pues si no fuera así, no habría forma de relacionarse.

Los dos “partidos” que se enfrentaban en Nicea podían apelar, en su favor, a los textos bíblicos: “el Padre es mayor que yo” o “el Padre y yo somos uno”, podemos leer en el evangelio de Juan. El Concilio optó, en su definición, por dejar de lado el lenguaje bíblico, porque este lenguaje es icónico, referencial, evocativo, y puede interpretarse de distintos modos. Utilizó un lenguaje filosófico, que es más preciso y más técnico. La filosofía entró en la definición de la fe. Los Padres conciliares consideraron necesario, para defender la fe, utilizar una terminología filosófica, que era familiar a sus oyentes. La Iglesia crea palabras nuevas porque la repetición mecánica no es suficiente. Si la Iglesia quiere transmitir la fe y hacerse entender por las personas de toda cultura y condición, debe utilizar (también hoy) un lenguaje que comprendan los destinatarios del evangelio. De ahí la importancia que tiene el diálogo de la fe con la cultura.

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13
May
2025
Resurrección: vida antes de la muerte
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vidaantesmuerte

La resurrección de Cristo no es un acontecimiento que le afecta a él solo. La resurrección de Cristo tiene repercusiones en todos aquellos que viven unidos a Cristo, pues Cristo ha resucitado como el primero de una larga lista de hermanos. Afirmar que Cristo ha resucitado va indisolublemente unido a afirmar que nosotros esperamos resucitar con él. “Viendo a Cristo resucitado, que es nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos”, escribió Tomás de Aquino (Suma, III, 53,1). Esta es la gran esperanza cristiana y, sin esta esperanza, todo el cristianismo se derrumba: “si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los hombres más dignos de compasión!” (1 Co 15,19). Nuestra esperanza está en que el mismo Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también vida a nuestros cuerpos mortales (Rm 8,11).

Pero hay que añadir algo más a propósito de la esperanza cristiana. Pues hoy mucha gente, religiosa y no religiosa, y más aún la que vive en situaciones de opresión y dificultad, se pregunta: ¿habrá vida antes de la muerte? Vida, sí, porque hay situaciones en las que uno exclama espontáneamente: ¡esto no es vida! Por eso importa dejar claro que también la esperanza cristiana ilumina la cuestión de la vida antes de la muerte. Si la resurrección de Cristo es el signo más claro de que su camino conduce a la vida verdadera y de que Dios aprueba esta vida, porque una vida como la de Jesús es la que de verdad tiene futuro, entonces la resurrección de Cristo es una llamada a vivir como él vivió, a vivir con sus mismos sentimientos y actitudes, porque si así lo hacemos también nuestra vida culminará en la vida verdadera. Si en la resurrección de Cristo, Dios acoge una vida como la de Jesús, es de esperar que, si vivimos una vida como la suya, también Dios acogerá nuestra vida.

 La fe en la resurrección implica, pues, la lucha diaria contra la muerte. No se da solo la muerte al final de la vida, sino también la muerte de seres humanos en medio de la vida. Del mismo modo podemos decir: no hay solo una vida tras la muerte, sino también una vida antes de la muerte. Decir que Cristo ha resucitado es construir la paz con toda nuestra vida, hacer de las espadas, arados. De este modo la esperanza en la resurrección no desempeña un papel falsamente consolador, sino críticamente liberador. Resucitar aquí y ahora significa que no nos matemos unos a otros en la guerra; que no nos matemos con palabras de incomprensión, odios y prejuicios; que sembremos vida, viviendo unos para otros. La dosis de protesta contra la muerte, que late en la esperanza de la resurrección se hace patente en un poema del escritor y sacerdote suizo Kurt Martí (citado por H. Küng, ¿Vida eterna?, Cristiandad, Madrid, 1983, 198):

Qué bien para ciertos señores
que todo la muerte saldase,
el señorío a los dueños,
la servidumbre a los siervos
confirmados para siempre.

 qué bien para ciertos señores
que en rico sepulcro privado
siguiesen señores por siempre
y sus siervos como siervos
en baratas tumbas de serie;

mas una resurrección llega
de otra muy de otra suerte,
resurrección, pronunciamiento
de Dios contra los señores
y el señor de todos ellos: la muerte.

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9
May
2025
Se llama León, es agustino y elogia a Francisco
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LeonXIV

Después de cuatro votaciones resultó elegido Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal el cardenal estadounidense, con nacionalidad peruana, y segundo apellido muy español, Robert Francis Prevost Martínez, hasta ahora prefecto del Dicasterio para los Obispos y, por tanto, colaborador muy cercano al Papa Francisco. Que haya salido a la cuarta votación es un buen signo: a los cardenales no les ha costado mucho tiempo encontrar un consenso.

Que el nuevo Papa sea conocedor de la curia vaticana por dentro y doctor en derecho canónico por la Universidad de Santo Tomás de Roma, regentada por los dominicos, es también un buen signo, pues tendrá sentido jurídico (quizás una de las carencias de Francisco) y prestará atención a la curia, a la gente de su entorno inmediato. Que el nuevo Papa haya sido un colaborador que ha gozado de la confianza del fallecido es otro buen signo: seguramente seguirá los pasos y la orientación que durante estos pasados 12 años ha marcado Francisco. Es importante que la Iglesia salga de las sacristías y preste atención a los marginados. También es importante impulsar la presencia de las mujeres, no tanto en el sacerdocio, cuanto en el gobierno de la Iglesia.

De hecho, en su primer discurso a los fieles y al mundo ha elogiado sinceramente a Francisco y ha subrayado alguna de las insistencias del anterior Papa: su llamada a la paz desarmada y desarmante, a construir puentes, a ser una Iglesia sinodal, en la que todos podemos caminar juntos, una Iglesia que busca siempre estar cerca especialmente de quienes sufren, una Iglesia siempre dispuesta a acoger a todos con los brazos abiertos. Y también el recuerdo de que Dios nos ama a todos incondicionalmente.

El Papa León es agustino. Ha sido Superior general de su Orden. Conoce bastante bien la problemática de muchos lugares, debido a las visitas que tuvo que hacer a los frailes y conventos de su Orden, esparcidos por todo el mundo. Y, como muchos religiosos, ha sido misionero. Tiene por tanto una visión universalista de la Iglesia, un aprecio por la vida consagrada y una sensibilidad por la misión evangelizadora entre los más necesitados. Sé de primera mano que su labor en las misiones de Perú fue muy apreciada.

El nombre elegido es significativo. A mi me ha recordado enseguida que León XIII fue el Papa de la primera encíclica social de la Iglesia, la “Rerum novarum”, en defensa de la dignidad y derechos de los trabajadores. También León XIII impulso el diálogo de la fe con la ciencia. León XIV es licenciado en matemáticas y tiene base para establecer ese diálogo fe-ciencia. Luego he caído en la cuenta de que el hermano León fue el compañero más cercano de San Francisco de Asís. ¿Cabría ver en esta elección del nombre un guiño al Papa Francisco, del que fue estrecho colaborador?

En las próximas semanas nos haremos una mejor idea de por dónde irán las preocupaciones pastorales del nuevo Papa. Pero no cabe duda de que las primeras impresiones han sido buenas y positivas.

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8
May
2025
Mis ovejas escuchan mi voz
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El cuarto domingo de Pascua se lee siempre un fragmento del capítulo 10 del evangelio de Juan. En este capítulo, Jesús se presenta con la imagen del buen pastor. Este año leemos el breve fragmento final con el que termina este capítulo 10 del evangelio de Juan, el que comienza con esta palabra de Jesús: mis ovejas escuchan mi voz.

Más que voces, lo que hay en este mundo es mucho ruido. Por eso no es fácil en medio de tanto ruido escuchar voces con sentido. Por otra parte, son muchas las voces que quieren guiarnos. Tanto ruido y tanta voz exige atención y discernimiento pues, a veces, no son los que más gritan los que dicen cosas sensatas. El griterío suele ser signo de insensatez. Los gritos suelen ir acompañados de mucha vaciedad. La pregunta que ayuda discernir es: ¿estas voces buscan nuestro bien? Ni lo más cómodo, ni lo más entretenido, ni lo más halagador, ni lo que hace más ruido, suele ser lo mejor. En medio de tantas voces nos llega la voz de Jesús. De él podemos fiarnos. Porque él conoce los caminos que pasan por el valle de la muerte, los ha recorrido y ha abierto pasos en medio de ellos.

Añade Jesús, tras decir que sus ovejas escuchan su voz: “yo las conozco”. Jesús conoce a los suyos no de forma general, no de forma estadística. Conoce personalmente a cada uno por su nombre. Tiene con los suyos una relación íntima, profunda, hecha de cercanía, conocimiento y amor. Una relación tan íntima como la que tiene con el Padre, ese Padre que conoce a su Hijo Jesús, y el Hijo que conoce a su Padre Dios. ¿Cómo podemos nosotros conocer a Jesús como él nos conoce a nosotros? Oración, escucha de la Palabra, participación en la Eucaristía son buenos modos de conocer a Jesús.

Tercera afirmación que hace Jesús: “mis ovejas mi siguen”. Seguimos al buen Pastor. O sea, conformamos nuestro sentir, querer, actuar y pensar con sus palabras y con su vida. A quienes le siguen, Jesús les dice: “no perecerán para siempre”. Porque el Cordero (como dice la segunda lectura de este domingo) las conducirá a fuentes de aguas vivas y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

Última afirmación de Jesús: nadie puede arrebatarlas de mi mano, de la mano de mi Padre, como nadie pudo arrebatarle a él de las manos del Padre, ni siquiera la muerte. Nada: las adversidades, ni las enfermedades, ni la muerte, ni los falsos pastores, ni la cultura ambiental. Nuestra esperanza, la gran esperanza cristiana es saber que nos da la mano y nos acompaña aquel que es capaz de pasar por el valle de la muerte. Nuestra fe no está blindada contra dudas y desalientos, pero nos encomendamos a las manos fuertes, bondadosas y poderosas de Jesús. ¡Que en nuestra libertad no nos soltemos nunca de esas manos!

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6
May
2025
El Cónclave ya está aquí
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conclave2025

El martes, día 6 de mayo, es el último día para celebrar funerales por el Papa Francisco. El miércoles, día 7, comienza el Cónclave que debe elegir nuevo Obispo de Roma. Acabados los funerales, las diócesis y parroquias están invitadas a celebrar Misas “pro eligendo pontífice”, o sea, Misas por la elección del romano pontífice. En la que se celebrará el miércoles a las 10 horas, en la Basílica de San Pedro, presidida por el Cardenal Re (el mismo que presidió los funerales de Francisco), asistirán todos los cardenales. En la oración colecta de esta Misa, la oración que recoge los sentimientos de la asamblea celebrante, aparecen tres palabras que podemos considerar tres grandes principios que, luego, el elegido, tendrá que concretar en función de su carácter y de las necesidades de la Iglesia: santo celo por los fieles, reverencia del pueblo, saludable gobierno.

Los medios de comunicación continúan especulando sobre los cardenales “papables”. Yo mismo he sido invitado a participar en un programa sobre el cónclave de un canal de televisión. Después de pensarlo un poco, decliné la invitación. Porque hay muy poco que decir sobre nombres y tendencias, que es lo que interesa a los medios, eso sí, siempre en función de sus orientaciones políticas. El que salga merecerá todo el respeto del mundo y, aunque desde el primer momento será catalogado, habrá que esperar al menos algunas semanas para ver cuales son sus insistencias y preocupaciones pastorales. Estoy convencido de que no habrá ni marcha atrás ni saltos en el vacío. Habrá continuidad, quizás con un estilo distinto, pero continuidad.

¿Cómo no va a estar preocupado el próximo Papa por el hambre en el mundo, por la pobreza, por los migrantes, por la paz, por el entendimiento entre los pueblos, por el diálogo ecuménico e interreligioso, por la buena marcha de la Iglesia, por el anuncio del Evangelio con alegría? ¿O es que Francisco ha estado preocupado por otras cosas? En definitiva, preocupado por anunciar el Evangelio, consciente de que el Evangelio no es solo ni principalmente un asunto doctrinal (¿qué querrán decir esos que añoran o piden un Papa preocupado por la “sana doctrina”?), sino un asunto de vida en el amor, porque ese es el mandamiento de Jesús y el gran signo por el que se conocen sus discípulos.

Se dice que al Papa le elige el Espíritu Santo. Pero es también el resultado de negociaciones, a veces tensas, entre los electores. Porque el Espíritu Santo siempre se sirve de causas segundas. No actúa directamente. No envía mensajes de whatsapp, ni habla por la boca de los más rigoristas. La acción del Espíritu Santo hay que verla en los consensos, en los discernimientos, en los acuerdos. El Papa será elegido directamente por los Cardenales, después de que cada uno haya discernido en conciencia a quién debe votar, voto también condicionado por su carácter, sus experiencias y sus expectativas. Lo que hará el Espíritu Santo será sacar lo mejor del elegido, orientar, modular su carácter, su visión de las cosas y sus preocupaciones. El Espíritu actúa a través de la escucha de la Palabra, de la oración, de la atención a los signos de los tiempos, de la escucha de los hermanos, del discernimiento personal, de la libertad.

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4
May
2025
Mes de mayo con M de María, Modelo, Maestra y Madre
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Tradicionalmente, en el mundo católico, el mes de mayo es un mes dedicado a María. María es un nombre de origen hebreo que significa “excelsa” o “elegida de Dios”. Por tanto, es un nombre muy adecuado para designar a aquella que fue elegida por Dios para ser la madre de su Hijo. Por este motivo “todas las generaciones la llaman bienaventurada” (Lc 1,48).

Por otra parte, María es buen modelo de vida cristiana. El Concilio Vaticano II la califica de “excelso Modelo” de la Iglesia, “modelo de todas las virtudes para toda la comunidad de los elegidos”. En efecto, ella “en cierto modo reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe…, progresando continuamente en la fe, la esperanza y el amor y buscando y obedeciendo la voluntad de Dios en todo” (Lumen Gentium, 65).

Precisamente porque es un buen modelo también puede ser calificada de maestra de vida cristiana y maestra de humanidad. Las buenas y los buenos maestros no son simplemente los que se limitan a ofrecer datos y conocimientos, sino los que son ejemplos de vida para sus alumnos. El Vaticano II, citando a San Ambrosio dice que la vida de María “es enseñanza para todos” (Perfectae caritatis, 25). Si su vida es enseñanza, tiene que ser necesariamente maestra. Sin duda, su magisterio comenzó en la educación de su hijo, como hacen todas las madres de la tierra: ellas son las primeras que enseñan a sus hijos y esta enseñanza marca para siempre sus vidas. Pero más que María como educadora del niño Jesús, ahora quiero notar el papel de María como educadora de la Iglesia, en línea con lo que afirma el Vaticano II: María “coopera en la educación de los creyentes” (Lumen Gentium, 63). María es una buena maestra porque no enseña “desde fuera”, sin implicarse en su enseñanza. Ella realiza en su vida aquello a lo que invita. Si enseña a cumplir la voluntad de Jesús es porque ella es la primera discípula y la primera convertida.

Además de Maestra, María también es Madre, no solo de Cristo, sino de todos los fieles cristianos. Al finalizar el Concilio Pablo VI pronunció un importante discurso, en el que proclamó a María madre de la Iglesia: “Proclamamos a María santísima madre de la Iglesia, es decir, madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este grandísimo título”. Pablo VI dice que este título encuentra “su justificación en la dignidad misma de la madre del Verbo encarnado”. Esta maternidad del Verbo encarnado se extiende a la Iglesia, pues María es “madre de aquel, que desde el primer instante de su encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su cuerpo místico, que es la Iglesia. María, pues, como madre de Cristo, es madre también de los fieles y de todos los pastores; es decir, de la Iglesia”.

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